sábado, febrero 18, 2006

Santa Evita

"Lanusse sabía que yo tenía el cadáver, pero ni él ni yo podíamos imaginar en qué estado estaba, después de tantos años", apunta Cabanillas.

He oído versiones de que el gobierno de Aramburu ordenó hacer tres o cuatro copias perfectas de la momia de Eva con resinas de poliéster y fibra de vidrio, y que una de esas copias fue a dar al puerto de Hamburgo, donde el coronel Moori Koenig la confundió, en 1961, con el cadáver verdadero. La viuda de Moori Koenig ha confirmado ese dato. Cabanillas lo niega, con énfasis.

No hubo copias", dice. "Nunca se nos ocurrió que podía haberlas. En los asuntos de inteligencia, como usted sabe, echar a correr un rumor suele tener más peso que imitar la realidad."

¿También lo de las flores y las velas es falso?, pregunto. Aludo a la versión de que, donde quiera estaba el cadáver, aparecían flores y velas.

Eso es verdad", dice Cabanillas. "Sucedió cuando la teníamos deambulando por Buenos Aires. Las flores y las velas nos volvían locos."

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"Maturini intervino una vez más", continúa Cabanillas. "Con el pretexto de que se trataba de una ceremonia religiosa, no les permitió entrar. Por fin, abrimos la tapa del ataúd. Me paralizó la sorpresa. Estaba todo lleno de polvo de ladrillo, de cascotes. El aire se llenó de una bruma bermeja, y hasta que no se despejó no pudimos ver el cadáver que seguía allí, intacto. Uno de los operarios se inquietó al verlo. ¿Acaso esta mujer no murió en febrero de 1951?, dijo en alta voz. Todos asentimos. ¿Se dan cuenta? Lleva en la tumba más de veinte años y parece que siguiera viva. ¡Es una santa!, gritó otro de los operarios. Entonces cayeron todos de rodillas rezando el Ave María y repitiendo ¡Miracolo! ¡Miracolo! Una vez más, la sabiduría de la Iglesia acudió a salvarnos. Dos de los hombres estaban despavoridos y querían salir. La hermana Giuseppina los detuvo y les dijo: ¿No ven que ha sido embalsamada? Esa simple verdad los tranquilizó."

***

"La hermana Giuseppina desnudó el cadáver y lo limpió con mucha destreza. Nos sorprendimos de que fuera tan chico, casi como el de una muñeca, y de que diera tanta impresión de vida. Volvimos la espalda cuando quedó al descubierto el monte de Venus, con su pelusa fina, y ayudamos a la monja a que le pusiera una mortaja y le cubriera la cabeza con una mantilla. Hizo falta desenredarle el pelo, quitarle algunos broches oxidados y volver a peinarla. Sólo entonces la pusimos en el ataúd nuevo."

***

"En 1976, poco después de que la viuda fuera derrocada por una junta de militares depredadores, ambos cadáveres fueron retirados una mañana de lluvia y enterrados en lugares distintos: a Perón se le asignó un mausoleo en el cementerio de la Chacarita, donde una década más tarde lo profanarían, cortándole las manos. A Eva la llevaron al de la Recoleta, en una zona oligárquica de Buenos Aires que ella odiaba. Con Perón no se tomaron precauciones de vigilancia. Eva, en cambio, yace en el fondo de una cripta, cubierta por tres planchas de acero, cada una de las cuales tiene una cerradura con claves de combinación.

Hacia el mediodía de aquel 26 de julio decidí visitar la tumba de Evita. El lugar estaba desierto, y en la entrada de su mausoleo había unas pocas alverjillas blancas y un par de velas encendidas. De pronto, vi que se aproximaban al lugar cinco o seis viejos. Arrastraban los pies, caminaban con un curioso bamboleo. A la cabeza marchaba un personaje macizo, marcial, al que no hacían mella los años. Levantaba un bastón y trataba de llamar la atención de los escasos paseantes: "Vamos a rezarle a nuestra santa", decía. "¡Vamos a despertar a Evita!"

T.E.M

2 comentarios:

myrna minkoff dijo...

Yo tenía 5 años cuando se murió Evita y el tercer recuerdo de mi vida es esa primer congoja apretándome la garganta. En el colegio, después, me negué a dibujarla al pie de una composición porque era pecado, dije, porque era santa. Eso me lo dejaron pasar, pero cuando dibujé despreocupadamente a Dios me reprendieron y citaron a mi mamá: -Cómo es posible que crea que Evita es más sagrada que Dios?, le preguntaron. Mi mamá no sabía porque era gorila y estaba muy avergonzada, pero yo sí: tenía sobrados motivos para amar a Evita y ninguno para amar a Dios.

Anónimo dijo...

Gracias por el comentario, ememe.
me resulta muy interesante lo que contás.

un beso