viernes, febrero 24, 2006

El túnel de los nazis

Bajé la escalera cantando tum tum tum una vez le hice el amor a un drácula con tacones y los escalones hacían uno dos uno dos hasta que me metí de lleno en el sótano de la Matanza, cerca de la General Paz y la Richieri, atrás de la zanja grande que va a la Villa Lucero, tana tana tana tatá era un pop violento que guió el gran estilo siniestro, entre Celina y Madero, Celina y Lugano, Celina y la Mesopotamia, y con manubrio, con macrófila me moría en la infección bonaerense y decía loco, cobré para todo el viaje.
Y pensé voy a seguir el infierno hasta que me agarre el antichorro, mientras los pibes me miraban desde arriba del microquiste, uniformados todos con la misma sanata de joggins cortos y zapatillas náuticas negras, y entonces entré a la nada llorando la gleba, caminé la panza del gusano hasta que agarré la oscuridá, re piola, y me perdí en la trompa chupadora donde el remolino te saca la macrófila del culo.
Adrián Navarro y Tino me pedían desde la entrada que vuelva, que el túnel de los nazis, que una rata gigante, que un guardián de la grela, pero yo me dejé llevar por el agujero a b c y a b c, piedra tras piedra noxa, paso tras paso noxalis, que la conversación y su conservación, que la romanización y su armonización, que el desamparador y su desparramo, ven, ven a mi casa suburbana aunque los Escobitas, Juanchito y Cocorocó me amenazaran y me gritaran ahora vas a ver puto del orto, te vamos a cagar a palos, es que me obsesiona tu prisión, chau Pototo, Martita, Wilmer, Claudio, qué va a ser de mí, Chino, Fabián, Miguelito, todos los huscarles se quedan en la tribuna de pasto mientras el túnel me traga progresivamente y desaparece el tiempo y el eco, hasta el ladrido del Viejo, nuestro querido perro blanco.
Ya estaba frescolari en la cosa cuando aparece un papa encadenado y me dice eh loco me habilitá dié centavo, yo no te lo vengo a robá, te lo vengo a pedí, y agarrame ésta pedazo de puto, me venís a caretear en mi propio barrio, y qué barrio es éste, me pregunta el papa, y orgullosamente le respondo Villa Celina, y me dice estás de la cabeza y después desaparece, y a mí me empieza a agarrar una dicogama en el pecho bastante hincha pelotas que no me dejaba respirar y siento que el edáfico se pone duro como una piedra y dije que sea lo que Dios quiera y continué mi marcha.
En los costaditos había unos zócalos sobresalidos con unas rejillas de vez en cuando y todo era del mismo color y del mismo material, puro gris y negro, y en los techos crecía el endófito, y epicarpo, epicono, epicótilo aparece un amarrete del infierno y se me tira encima gritando qué mierda querés, entonces saco el cuchillito y se lo meto en la panza y le digo qué carajo te importa, ¿tan policía sos, tan policía?, y el amarrete se va corriendo y enchastrando las espatas con su chocolate desde lejos me jura venganza, y andá a la concha de tu madre, decímelo en la cara si sos pija.
En fin, seguí con la música y con los ojos ciegos bien abiertos, un poco por el tubo polínico, un poco por el estaminal, hasta que en un momento pude percibir una especie de respiración fuerte que parecía de animal y casi pierdo toda la macrófila por el julepe, pero como a esta altura del partido ya no me importaba ni la vida o me importaba pero de otra manera, empuñé el cuchillito y me enfrenté a la respiración, que cada vez era más intensa, y entonces casi me cago de la risa cuando el corazón bajó otra vez y pude ver que todo se trataba de la mamúa de un gordo respiratorio, que si no fuera por el fuelle y el ronquido, cualquiera hubiera jurado que estaba mortadela o, al menos, en la última espiguilla.
Entonces, cobré entusiasmo, vieja, que en este túnel no hay teca que valga la pena, y me metí más y más en el sueño fúnebre, y algo pasó en mi cabeza porque empecé a ver un montón de caras extrañas, que me resultaban bastante familiares, aunque no podía identificar con precisión, y pensé me agarró la melancolía inversa, acá me vuelvo loco y no salgo más, pero unas ranas que me saltaban alrededor me devolvieron a la realidad nocturna y al tubo de germinación, y dije voy a patear una hacia el fondo a ver qué pasa, y elegí una simpática, tomé dos pasos de carrera y le di con el empeine en la parte que Fabián Cabrera me enseñó que no les hace mal, y así voló la tricoma verde a la trompa de falopio, y el grito de gol me salió como una injuria, y seguro que se lo tomaron así porque en el fondo, si es que había, se empezó a escuchar un clamor. Pero hacia allá vamos, loco, que a la buena piba hay que laburarla.
El túnel me soplaba su fiebre y su protostela, pero yo tum tum tum, y yo tum tum tum, voy a bailar el rock del rico Luna Park en el campito con mis amigos y el verano ondulante me va a convertir en mosquito, y yo tum tum tum, yo tum tum tum, voy a volar eternamente en el campito para chuparle la sangre y la musiquita a cada pibe de Celina que baila, recalesco hasta sentir que el falsiforme se desgarre y mis lóbulos se fundan y toda la masa hepática me llegue como huracán a la boca y así no voy a poder más y por fin voy a eructar todas las tripas y hasta el alma infantil y los extranjeros de mi poesía Matanza, de mis versos túneles, de Olavarría y Ugarte.
Y escuché dos cuetazos y después dos más y la estructura tubular parecía desmoronarse y entre hueso y hueso llegué al clamor que ahora era trinchera llena de pibes con gorritas y pantalones de gimnasia; eh piskuí, me dijo uno, qué hacé, y yo le respondí qué hacé qué, moco, entonces me dice bobolato, no te das cuenta que estamos en pleno combate, mariposa, qué queré, y yo le digo ¿qué me dijiste la reconcha de tu vieja?, ehh, me dice el guacho, con mi vieja no te metás, y otro me dice, yo a vos te conozco, ah, sí, le digo, ¿y con eso qué? ¿te debo algo?, no te ortibés, me dice, pero agachate si no querés que te vuelen la croqueta, ¿qué está pasando, le digo?, hay guerra, me dice: los del uno contra Morraja y los pibes de Urquiza. ¿Sí? Morraja es amigo mío. Sí, ya sé, me dice, ¿por eso estás acá, no? Nonó, le digo, sólo estoy paseando, y entonces un enano se caga de la risa, y yo lo miro fijo y le digo de qué te reís, corky, y el chabón se caga todo y me dice tá todo joya, disculpá, bueno, le digo, pero que sea la última vez, y así estábamos en pleno parlamento cuando siento una especie de explosión que me tiró un par de metros y me dejó aturdido y con la calosa en la mano.
Cuando me desperté ya no había nadie, salvo un ciruja sentado en la pared de enfrente, mirándome fijo y fumándose un faso; poco a poco me fui levantando, aunque tenía un mareo muy ortiba, hasta que me puse de pie y apoyado sobre la cámara polínica me dirigí al hombre y le dije che, foca, a dónde se fueron los pibes, ¿qué pibes?, jajá, me contesta con voz gruesa, dale viejo respiratorio, los pibes que se estaban peleando acá, pibe, me contesta, ¿qué fumaste?, estoy acá desde ayer y no vi a nadie, sólo a vos, jajá, que llegaste hace una hora tambaleando y te desplomaste ahí, y vos cómo sabés que llegué hace una hora, acaso tenés reloj, sí, jajá, me dijo, y me lo mostró, qué chabón raro, pensé, y le dije nos vemos, y seguí mi camino hacia adentro.
Me dejé llevar por la marea negra y de este modo fui llegando a una parte más ancha que tenía una especie de zanja en el medio donde corría un líquido re podrido y re acinete que me estaba matando con la baranda, la nariz me picaba como la mierda y la garganta me ardía como la concha de la lora, pero por suerte llegué a un lugar que tenía una alcantarilla grande en el costado por donde se metía el riacho, así que poco a poco el tufo se iba yendo y a mí me volvía la macrófila y el manubrio, pero no pude disfrutar mucho tiempo porque de pronto apareció adelante mío un chabón gigante como una jirafa, que medía como tres metros o más, lo juro por mi vieja, y nunca había visto nada igual y ni siquiera Carlitos superpancho de Giribone se podía comparar y yo casi me hago sapo del cagazo y el aparato filar se derretía y todo mi corazón era una turbina y pensé soy historia, que me entierren abajo del tanque de Celina porque de esta larva no zafo ni en pedo, entonces la jirafa se acercó dos pasos y se dejó ver un poco más, tenía unos pantalones tan largos que parecían cortinas, eran grises y sin bolsillos, una remera verde inmensa toda manchada de grasa y las manos calzadas en unos guantes de goma naranja, y lo juro por Dios que le salía una especie de cuerno del medio de la capocha, y la bestia dio un paso más hacia mí y pude verle la cara bastante bien y noté que los ojos eran muy claros, re celestes, y que además era bizcocho, seguro que veía doble.
Y pensé éste debe ser el guardián de la grela y lo encaré y le dije con todo respeto, ¿usted es el guardián de la grela?, ¡¡¡¡buaaaaaajjjjjjjj!!!!, me contestó y vi que levantaba el brazo y la puta que lo parió, y empezó a revolear una cadena que no había visto, y pensé acá estoy frito, super rígido, super rígido, y grela, como si fuera un látigo, sacude un cadenazo y casi me hace puré la cabeza, pero por suerte me agaché justo y le pegó a la pared, que parecía derrumbarse, y sin ponerme a dudar me levanté como pude, y quemando la turbina te escapás, y como si fuera Tino picando en el campito rajé por donde vine y corrí un buen rato a toda velocidad, volví a pasar la parte ancha y el riacho podrido y seguí y seguí, cagado en las patas, hasta que llegué adonde estaba el ciruja del reloj, que seguía en la misma posición y fumándose un faso.
Jajá, me dice, parece que viste al Diablo, jajá, y yo no podía contestarle por la agitación pero qué ganas tenía de mandarlo a la concha de su madre, en fin, decidí sentarme un rato porque parecía que estaba todo joya y que el guardián no iba a venir hasta ahí, y pasaron unos minutos y un juego rico de amores, caída libre para dos, y anamorfo, anatropo que el alma me volvía al cuerpo y levanté la cabeza y le dije al ciruja allá adentro hay un chabón gigante de tres metros que casi me mata, y el ciruja me dice jajá, es el guardián de la grela, agradecé que no te llenó la canasta y estás vivo, ahora, pibe, mejor andate a tu casa, si encontrás la salida, jajá, y le digo, ¿de qué carajo te reís todo el tiempo?, jajá, me dice, de nada, y le contesto bue, no tengo tiempo para eso, nos vemos, y empecé a caminar hacia donde suponía que estaba la entrada, pero no sé qué mierda pasaba porque me empezó a agarrar la melancolía inversa y unas ganas tremendas de llorar, así que paré un momento mi caminata y me puse a pensar y a pensar hasta que finalmente decidí que no podía volver, que tenía que seguir por el túnel hasta las últimas consecuencias y entonces otra vez di la media vuelta y volví con el ciruja, que seguía siempre igual, y le pregunté ¿sabés si hay otro camino allá adentro?, jajá, me dijo, ¿qué es lo que andás buscando?, ¿a dónde querés ir, pibe?, es mi problema, le contesté, bueno, viejo, ¿sabés o no sabés?, entonces me explica que el único camino que conoce es por ahí y que supone que más allá el túnel se abre en varios más, pero que hasta el guardián de la grela hay un solo camino, ¿y tenés idea qué puedo hacer para que me deje pasar?, jajá, me contesta, el guardián no deja pasar a nadie, y la puta madre que lo parió, ¿qué carajo puedo hacer para pasar?, jajá, me contesta, la única forma es pasar cuando está durmiendo, entonces se me abrieron los ojos y el viejo siguió hablando y me dijo el guardián duerme todos los días tres horas, desde las nueve hasta las doce de la noche, ¿y qué hora es?, jajá, me contesta, y mirando el reloj me dice las ocho y media, ¿de la noche?, sí, de la noche, y pensé voy a empezar a caminar despacio y le dije al viejo gracias, nos vemos.
Caminé la lenteja durante un rato hasta que fui llegando al lugar del bizcocho cornelio, entonces decidí agacharme y tratar de escuchar, pero no se oía nada, así que me adelanté unos metros con mucho cuidado y poco a poco empecé a sentir un traqueteo que aumentaba y avancé todavía más y comprobé que era la respiración de grela, y así, como lechuza, esperé un poco, y de pronto, como si fuera un elefante el chabón mandó un ronquido re groso que hacía un bardo de aquellos y después mandó otro, y otro, y otro.
Me saqué las zapatillas para no hacer tanto ruido y me mandé re cuidadoso y atenti, que si el gigante se daba cuenta me iba cobrar todo el viaje, y fui caminando por el costado derecho casi sin respirar y con los ojos clavados a su cuerpo, y ya estaba zafando del todo cuando me vino una idea de la que no me arrepiento, pensé por qué no saco el cuchillito y se lo meto hasta el fondo de la garganta y la terminamos con este bodoque, y bastante decidido me acerqué como gato a su cara y agarrame ésta, pedazo de puto, y tac, se la metí hasta el dedo y después le hice rosca y media vuelta; grela pegó un lamento que todavía escucho y me da tristeza, pero bue, después se empezó a sacudir y yo rajé unos metros, el chabón se ahogaba y casi no podía emitir sonido y finalmente cayó al piso y se arrastró un rato hasta que se le arrugó la vida y quedó mortadela, y le dije viste, carabobo, eso te pasa por ortiba.
Otra vez me metí en la chupadora y a otra cosa mariposa, y el tricoco y los carpelos caían del techo como si fueran frutas, y entonces veo delgadas luces horizontales que atravesaban las hendijas del techo negro, se apaga la luz, se prende la luz, se apaga la luz, se prende la luz, para el polínico por favor adelante, no se detenga antes de la sartura muy lejos, y el mareo me hacía saporatus en la cabeza y me daba vuelta como una tortilla, y habrán arruinado la nocturnidad del subsuelo me hace un pogo tras otro y ya no aguantaba, manú; para colmo las ratas se venían encima y cada vez eran más grandes, más pravus.
El infierno estaba encantador esa noche y la velocidad me convertía y me agarraban sensaciones muy copadas que me recorrían el todo cuerpo y que todavía me dan cosquillas y ahora mismo me viene otra vez y masa la y tripa qué y besos más y cómo explicar lo que no se puede y el tubo criboso y la transferencia me tiraban mil baldazos de la pasta macrófila, mucha pasta y mucha tripa y un corazón re viajado, y no sé bien ni recuerdo qué me parecía el mundo pero cerré y después volví a abrir los ojos y descubrí que había llegado a ese lugar que me había dicho el ciruja, donde el túnel se abre en varios más ¿y cuál, cuál me conviene?
Agarré uno que era menos oscuro que los otros y con menos baranda y me mandé rapidito y patinando sobre el tubo polínico y al toque llegué a una nueva división, elegí el túnel izquierdo y seguí y seguí y parecía que estaba todo joya y ya empezaba a disfrutar de la yerba negra interminable y en el cuello sentía la núcula y en el envase la nomófila y la emoción vibrante me sopapeaba y la mosca me aleteaba adentro de la croqueta y me abarajaba la jaiba con el apoliyo y la sonrisa y la corrida muy grosa de la gayola me daba su picotazo y su inyección de velocidad y de noche, pero un ruido nuevo se empezaba a meter adentro mío y me bajaba de la rama y metiendo el freno empecé a escuchar otra vez un chillido muy ortiba y empecé a perseguirme con la rata gigante y el hombre gato.
Continué con la precaución y con la calosa en la mano y recordé algunas personas que me quisieron y que después me traicionaron y el lamento del guardián de la grela me tiró su baldazo y casi me pongo a llorar la sustancia y la mala racha y para colmo abro los ojos a fondo y los meto más allá y descubro un roedor inmenso disfrutando su cena, una pibita de Lugano que iba al Comercial 12 y que alguna vez me histeriqueó su pata ancha, y qué carajo hacía ella ahí, pero sin carburarlo demasiado ni hacer muchas preguntas pensé es al pedo el heroísmo con una minita que ya está mortadela y en fetas, así que me di vuelta lentamente y volví para atrás, pero siempre la misma historia con los que se van, porque claramente empecé a sentir que la rata se me venía encima y cagamos dijo Ramos, rajemo dijo Remo, a corregaser uno doli trili catoli quili quilete número siete que me hace queso.
La rastrera me estaba alcanzando y estaba a punto de masticarme la valva pero saqué fuerza de donde no tenía y Matanza aguanta y el verano y los mosquitos vinieron a ayudarme y yo era Tino y Adrián Navarro juntos en la carrera por la figurita, y damas y caballeros, recién llegado de Villa Celina, donde los soretes caen de punta y los guapos bajan la cabez... cagamos, me agarra, me agarra, pero para un poquito, justo descubrí una escalera y una lamparita que antes no había visto y no sé de dónde salieron pero nada de matemática ni filosofía y de una me mandé a todo trapo, pero mucha alegría que dura poco porque después del último peldaño comprobé que seguía en el túnel, aunque en otro nivel bastante podrido, y noté que todos los tubos estaban clausurados y no se veía salida y entonces me empezó a agarrar la paranoia y la melancolía inversa y por eso otra vez corrí mientras lloraba la gleba y perdía la macrófila, el manubrio y toda noción y la cosa me chupaba y me lanzaba más allá y no te lo vengo a robá ni te lo vengo a pedí y anamorfo, anatropo que ya no sabía qué carajo pensar y todo se trataba de correr y otra vez y al revés de correr de correr en la música y en el túnel y respirar la gemación del negro y hacia el continuo paso empecé a conversar con la nada, primero tímidamente, después con disserto pluvial, a vos te hablo pronunciaba mi discurso al invisible, jouleciano del campo arrastraba sílabas de la bestia recalesca, inexpresivo sobre mi rostro expresivo, la romería y el río de mí en el obbrutesco de mis facciones, campo inevitable, campo irreparable, la cara se ha transformado en una postura de ademanes paralizados, marino del olvido por fin he llegado, caminante negro-blanco como este túnel deslizante, muerto, ausente como un hombre de fotografía, intermori, demori, decedere, obire, eppetere, perire, interire polimorfo y narrador canino del barrio extranjero, uno dos uno dos en el sótano de la Matanza, cerca de la General Paz y la Richieri.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Este cuento es buenísimo. Ya le dije personalmente, a pesar de sus neologismos (que me cuestan para el teatro) lo demás o los demás, están muy bien. Los quiebres que hay en las escenas y las imágenes vívidas en un contexto de encierro.
Otra de las cosas que me fascinan de este cuento es que al leerlo pienso inmediatamente: "este tipo está rrrrrrreloco".

Anónimo dijo...

Gracias Funes!