miércoles, agosto 31, 2005

Misma fecha, mismo párrafo.

Misma fecha, mismo párrafo

por Regina

Cada palabra, retorcida en manos de los espíritus –este retorcimiento de las manos es su ademán característico-, se convierte en una lanza dirigida hacia el que habla. Muy especialmente una observación como la anterior. Y así hasta el infinito.

Mirada femenina - 1

por Regina

Todavía estoy dormida. Y me pregunto: ¿cómo hace el plomero –que los miércoles a las nueve pasa anunciando a los gritos su oficio– para que se escuche "¿por-qué-no?, ¿por-qué-no?" en lugar de "plo-me-ro, plo-me-ro"; tal vez no sea un plomero y punto, qué se yo. Sólo en este estado puedo cumplir con la promesa que le hice a Juan: una recapitulación parcial de anoche.
Las escenas que siguen transcurren en un muy pulcro bar de este barrio cuyo nombre bien podría haber sido el subtítulo de Juvenilia. Recinto vacío de parroquianos y una única reunión en los altos del bar. Cuando hice mi aparición, Juan tocaba la guitarra; cuando me acerqué a Juan, ya era otro el que tocaba la guitarra. Y entonces él, susurrando, me contó lo de la noche anterior: una lista de nombres en el Malba, una lista de nombres en un restaurant árabe. Y aunque Juan se distancie con un "famosos" y otros con sintagmas aparentemente más ingeniosos, me queda siempre la sensación de que al final ninguno escapa a la fascinación que otorga ese antiquísimo sentimiento que es el sentido de pertenencia -tan poco afín, por otra parte, a la idea de comunidad barthesiana(1). Unos, por haber sido finalmente admitidos en el octavo círculo y otros porque allí están en pleno imperio. Por alguna buena razón, los que francamente irritan son los pseudo-disidentes que no hacen más que soñarse futuros emperadores: ¡Cómo protestan los jóvenes "puanenses"(2) disidentes -que en realidad son lo más prototípico que produce Puán- cuando se espejan un rato en sus escritores dilectos!
Lo mejor de este fin de noche con canciones propias de un viaje en el túnel del tiempo (hay que tomar distancia porque es muy uncool seguir encontrando refugio en el viejo rock nacional) fue el momento en que Juan se rió de sí mismo metido entre las estrellitas (esa junta de bobas preocupadas por los eventuales juicios de editores que a su turno se desviven por difundir esos versos de pseudo-reventadita tan à la mode) y se subió a un balcón a lo Julieta para ser ovacionado por sus siete amigos tal vez borrachos, tal vez cansados.
(1)(ay! no! dijo Barthes, dijo Barthes –se horrorizan los verdaderos puanitos o las verdaderas chicas de letras)
(2)(se dice así, Llach: puanense, no puanito. Y la verdad, ya que me siento impelida a hacer referencia al blog del joven poeta: si eso es lo más sutil del ingenio porteño que produce la antigua fábrica de cigarrillos, ¿qué queda para el viejo plomero que recorre mis mañanas?)

martes, agosto 30, 2005

Presentación de Bellatin en el Malba. Crónica de una noche con famosos*

Fui con Marina Kogan a la presentación del libro La escuela del dolor humano de Sechuán del escritor mexicano Mario Bellatin. No tenía muchas ganas de ir porque estuve todo el día padeciendo una conjuntivitis maldita en mi ojo derecho, pero al final fui. Me tomé el 166 en J.B.Justo y me bajé en Libertador. Crucé, cayendo la noche, los bosques de Palermo –linda caminata- hasta llegar al Malba. Me senté afuera. Adentro ya podía verse parte de la fauna letrada pastando en las baldosas del hall. Cuando llegó Marina, entramos. Después de algunos saludos, tomamos posición, en el fondo. Primero cantaron dos personas no videntes. Luego, presentaron a Bellatin, en este orden: Ariel Schettini, Alan Pauls y Jorge Panesi. Todos estuvieron muy bien; Pauls, un poco menos académico, fue, quizás, más agradable de escuchar, aunque Panesi y Schettini presentaron ideas interesantes. Luego, Bellatin, leyó un "agradecimiento" genial, muy gracioso.

Una vez terminado el evento, salimos al hall. Primero me crucé con Cucurto. Hablamos de una futura reunión de la remisería. Mientras tanto, por todos lados se armaban y desarmaban grupitos de, como diría Elsa Kalish, chicas de letras. Deambulaban por ahí Panesi, Link, Freire, Pauls, Fogwill, Speranza, Cohen, Bejerman, Schettini, Manzoni, Ríos, Pavón, Coelho, etc., etc.

Estábamos charlando y de pronto se sumó Gabriela Bejerman, con vestimenta colorida y sacando fotos para su fotolog. Surgió como tema La joven guardia, la antología de jóvenes escritores que acaba de sacar Norma. Bejerman le dijo a Cucurto que por qué había publicado en el interpretador el cuento que salió en el libro, que se podía comer un juicio. Cucurto le respondió que nos lo había dado primero a nosotros, que me había prometido a mí un texto, y que cuando eso pasó, aún no había firmado el contrato con la editorial. Es cierto: el interpretador lo publicó antes. Cucurto le dijo: "Basta con eso de que los editores se apoderen de las obras de los autores". Después dijo que el original era el que estaba en internet, que en la antología le habían pegado dos textos diferentes sin su consentimiento. Un poco más de diálogo y ese grupito se disolvió.

Después me lo crucé a Rojas, un pibe que trabajó un tiempo en Cuenco. Me contó que conocía a Bellatin, que por qué no le hacíamos una entrevista. Me dijo que él había leído todo de Bellatin. Me interesó y le contesté que quería publicar el Agradecimiento que acababa de leer. Justo pasó Bellatin. Diego lo paró y nos presentó. Le dije que quería publicar su agradecimiento y hacerle una entrevista. Aceptó y me dio su mail.
Salimos todos a la parte de afuera, a la explanada. Los grupos de charla continuaban sus actividades. Con Marina bajamos las escaleras hasta la vereda, donde estaban los pibes de la cartonera vendiendo libros y remeras de Bellatin. Marina, compró un libro y una remera, creo que fue la única clienta que tuvieron allí. Empezaron a sacarse fotos. "Vengan", nos invitaron. Desde arriba, Fogwill y Link gritaban, jodiendo: "¡vayan a laburar!"
Las fotos seguían. Los de arriba, que estaban en la explanada, empezaron a bajar y quisieron sumarse a las fotos. Después, Marina, le pidió a Bellatin que le firmara el libro, cosa que hizo, y empezaron a sacarse fotos juntos. Cada vez que la cámara disparaba, Link, desde el costadito, se metía en la foto haciendo piruetas circenses.
La gente se empezaba a ir. Fogwill y Link se metieron en un taxi. Antes, Marina lo encaró a Fogwill y le dijo algo así:
-Hola, soy Marina de el interpretador. Elsa Kalish te manda saludos.
-Decile a esa puta que me escriba que no tengo tema para la paja. Cómo me dijiste que te llamabas vos?
-Marina Kogan, soy otra judía.
-Ah, abundan, aunque muchas son falsas, como Kalish.
El taxista arrancó y se fueron.
Marina me dice que Schettini nos invitaba a cenar. La verdad mucho no quería, me sentía un poco incómodo, además no tenía un peso. Me insistió y al final acepté.
Nos tomamos un taxi hasta un restaurant árabe, en Palermo. Entramos. En la mesa estaban sentados Fogwill, Bellatin, Link, Freire, Schettini, D. Ríos, O. Cohelo, C. Pavón, Malena, una chica muy linda, y dos o tres personas más de las que no me acuerdo el nombre.

Nos sentamos. Me sentía perdido. La comida no me gustaba nada, demasiado exótica para mí, más acostumbrado a los platos criollos o italianos que se sirven en mi casa de Villa Celina. En un momento, conversé con Link y le recordé una pelea que tuvimos. Cómo fue, me preguntó. Le dije que en un teórico de Siglo XX, él me había dicho buzito azul y yo le contesté "pelito ondulado". Se acordó y me pidió disculpas, amablemente. Está todo bien, le dije, es una anécdota graciosa. Cuando supo que era de el interpretador, me dijo que la revista le gustaba más al principio, que le parecía más combativa, que ahora ya no le gustaba tanto, que nosotros teníamos que ser más combativos porque éramos gente que no tenía nada que perder. Algo así. Fogwil nos escucha que hablamos de el interpretador y pregunta. Yo le respondo "el interpretador, esa revista de mierda." Me dice sí, es una mierda, salvo Elsa Kalish. Es verdad, le digo. Seguimos un rato tirándole mierda a el interpretador. Él no sabía que yo era de ahí. Es una reverenda mierda, le repito. Sí, coincide conmigo. Ja. Después de un buen rato de anécdotas que van y vienen, de sacadas de cuero y esas cosas, Fogwill pregunta, refiriéndose a mí:
-Quién es ese chico que está sentado al lado de Ariel?
-Cómo? -Le dicen.
Fogwill insiste:
-Quién es ese chico que está sentado al lado de Schetini.
Link le contesta:
-Juan de el interpretador.
-Diego Incardona? -Pregunta Fogwill.
-Sí, respondo yo.
-Uuhhh - Se agarra la cabeza Fogwill-, con todo lo que dije de el interpretador.
-Esa revista de mierda - le digo.
Fogwill, mostrándose algo incómodo, me dice, en tono chistoso:
-Y por qué no te vas de esa revista de mierda?
La mesa estaba en silencio. No volaba ni una mosca. Yo estaba decidido a a seguir hasta el final. Si era necesario me iba a agarrar a piñas, lo que sea. Le digo:
-Porque lo mejor que yo puedo hacer es una revista de mierda.
El silencio se puso más tenso.
Agregué:
-Vos publicaste en esa revistita.
- Sí, les di una novela, no? -Haciéndose el desentendido-
Un tercero agrega: "Urbana".
El diálogo quedó ahí. Con Fogwill no nos dimos más bola, hasta la despedida, donde estuvo todo bien.
Link empezó a leer la borra de café de los comenzales. En un momento, con Marina, le pasamos la taza de su novio, S. Freire, y lo engañamos diciéndole que era de Marina.
Link empezó a pronosticarle todo tipo de desgracias: un incendio, una enfermedad. Viral, agregó. Bueno, dijimos algunos, hay muchas gripes por ahí. Mmm, también puede ser HIV, dijo Link. Con Marina le dijimos que la taza, en realidad, era de Freire.
-Me tendieron una trampa -protestó Link.
Fogwill contó unas historias muy divertidas acerca del origen de la palabra patovica y la palabra chongo. No me acuerdo bien, creo que los patovicas eran, en un principio, hombres que chupaban la pija y que los chongos no daban besos con lengua.
Una vez terminada la cena, empezaron las despedidas. Cuando Fogwill llegó a Marina y a mí, nos saludó amablemente.

-Incardona, esa revista...
-También te publicamos La larga risa de todos estos años - le contesté.
-Sí -me dijo- en versión bilingue. Buena traducción al francés.
Después le dije que Kalish me había contado que él administraba o algo así la obra del recientemente fallecido Mario Levrero, escritor uruguayo. Le pedí que nos mandara un cuento.
-Es material inédito. Les mando un cuento.
Nos despedimos cordialmente.
En la vereda hubo más saludos y sanatas circenses hasta que el grupo se disolvió. Antes le recordé a Bellatin el texto que me prometió.
-Como no -y me repitió su dirección de mail.

Acompañé a Marina hasta la casa.
Después me fui a la parada del 92 que, por suerte, llegó bastante rápido. Viajé con gente que, en su mayoría, no debe tener la más puta idea de quién es Fogwill, quién Link, quién Bellatin.

*"Versiones de conversaciones puede haber tantas como participantes. Véase, en ese sentido, la mejor novela de Juan José Saer, Glosa." (vía Linkillo).
Acá, otra versión.

domingo, agosto 28, 2005

Villa Celina

Imagen del Tanque de Celina y la Escuela 137.

Villa Celina está situada en el sudoeste del Conurbano Bonaerense, en el partido de La Matanza. Aislada entre las avenidas General Paz y Richieri, tiene ritmo pueblerino y aspecto fantasmagórico. Barrio peronista como toda La Matanza, su vida social gira en torno a los clubes, la Sociedad de Fomento, la Parroquia Sagrado Corazón y las escuelas del estado. Debe su nombre a Doña Celina, señora que poseía gran parte de las tierras que hoy conforman el barrio. En sus orígenes, fue poblada por españoles e inmigrantes del sur de Italia, como mis abuelos José y Lucía, o Juanita, la almacenera, o Antoña, su cuñada. Las primeras casas fueron construidas por los mismos inmigrantes, edificaciones generalmente bajas, con fachadas provistas de una puerta y dos ventanas, una en la pared exterior sobre la vereda, otra dentro del habitual porche. Con el tiempo, se construyeron barrios de monoblocks obreros o militares en sus zonas periféricas, como el Barrio General Paz, el Barrio Richieri, los edificios Estrella o los bajitos de tres pisos que están cerca del Mercado Central, fondo mítico que cuenta con un fuerte del siglo XIX que ha generado más de una historia. En las últimas dos décadas, el barrio recibió grandes oleadas de personas de origen boliviano, lo que ha generado que un sector de Celina sea denominado como "Pequeña Cochabamba". En su centro geográfico, frente a la escuela 137, se encuentra el famoso tanque de Celina, de estructura circular y bastante alto, con escalera caracol en su interior. Desde sus elevadas tejas se domina toda la zona y hasta pueden verse otros barrios que pertenecen a Celina, como el Barrio Urquiza, Las Achiras y el Barrio Sarmiento, además de los vecinos Madero, Tapiales y Lugano. En mi infancia y adolescencia, durante la década del 70 y el 80, aún perduraban grandes extensiones de campo y potreros (hoy esos terrenos prácticamente han desaparecido) que propiciaban la aventura y el juego infantil en toda su dimensión. Quienes crecimos en Celina, hemos jugado en el campito hasta la oscuridad total y las nubes de mosquitos en la cabeza. Sus jóvenes frecuentan las esquinas, siempre con botellas de cerveza Quilmes en la mano y marihuana, a veces con una guitarra, a veces con una pelota de fútbol para el partido nocturno sobre la calle. Es un barrio de fierreros (hay uno o dos talleres mecánicos por cuadra) y de músicos. Tango y rock and roll siempre presentes, ahora también cumbia. Sus bandas siempre fueron numerosas, algunas conocidas como Viejas Locas (Piedrabuena y Celina), Callejeros y Villanos. En sus noches se percibe una fina niebla, iluminada parcialmente por los viejos faroles del alumbrado, se escuchan ladridos de perros (que abundan), tiros lejanos y muy cercanos, y una especie de rumor difícil de clasificar que interrumpe frecuentemente el diálogo en las veredas, quizás una especie de pasado, un sonido de pasado, un gol de Tino en el campito mezclado con la risa de los pibes del grupo "Perseverancia" y las puteadas de Carlitos el borracho.
Algunos textos relacionados:

viernes, agosto 26, 2005

Objetos maravillosos

Hace mucho tiempo que vendo artesanías para ganarme el sustento, últimamente se trata sólo de anillos.
"-Quieren ver objetos maravillosos?
-Bueno, si son maravillosos.
-Son los mejores anillos.
-Del mundo?
-De América, pero ya es bastante. Vamos, sin compromiso, no repriman sus deseos.
-Nos ves caras de reprimidas?
-Si quieren, pueden probarse. Están ansiosos de abrazar a sus dedos.
-Jaja.
-Ojo, manéjenlos con precaución, tienen inmensos poderes afrodisíacos que las pueden sacar de sus cabales.
-Y funciona con vos?
(Criii)"
Para ser vendedor ambulante, tenés que apoyarte en algunas muletillas. Yo tengo éstas y he comprobado, con el paso del tiempo, la veracidad del estímulo-respuesta. Es increíble como todas las personas me responden lo mismo. Existen algunas pequeñas variaciones, pero no mucho, salvo felices excepciones. Ante las mismas preguntas, las mismas respuestas. Aburridísimo. Ya sé, debería cambiar las preguntas, pero pasa que las quiero, a mis muletillas.
Ayer a la noche fui a vender. Terrible, no estaba ni el loro. Me fue muy mal. En agosto estoy batiendo record de malaria. Ta jodido. Mi teoría es que julio fue un buen mes de venta y por eso ahora cayó. Los reflujos de la masa. Posta que es así. Por suerte, pronto llega el día de la primavera, que, junto al día del amigo y buena parte de diciembre, son mis mejores épocas de venta.
En todos estos años, le ofrecí mis objetos a miles de personas. Hace un tiempo saqué la aterradora cuenta. Por suerte, me olvidé el número. Entre toda esa gente, hay muchos famosos, con quienes tengo más de una anécdota digna de ser contada por Elsa Kalish. Y hablando justamente de chicas de letras, son varias las personalidades del mundillo literario, sobre todo gente de la tabaquería, que consumieron los extraodrinarios poderes de mis anillos. Le he vendido a Panesi, a Menéndez, a Cristina Iglesias, a Susana Santos, a Marcela Croce, etc. Pero de este rubro una de las transacciones que más me gusta recordar es la que tuve con la señora Laura Cerrato de Juarroz.
Fue una noche. En la vereda del bar Becket, en Palermo, había una mesa con unas 15 mujeres. Ninguna bajaba de los 60. Entre ellas, me sorprendió ver a Cerrato, que hacía poco tiempo había sido mi profesora en Lit. Inglesa. Me acerqué.
-Hola, quieren ver objetos maravillosos? -Empecé a decir toda mi sanata.
Imprevistamente, Cerrato me interrumpió.
-Incardona, usted es una pesadilla.
Ja, qué mina, hasta se acordaba mi apellido.
Muchos la odian, a mí siempre me cayó bien y me causó simapatía su maldad en las clases, su maltrato a los alumnos. No sé, lo prefiero, más bronca me dan los demagogos. Además, nunca me lo tomé muy en serio su enojo, hasta me resulta tierno.
Me compró un anillo. Y ojo que le advertí lo de los poderes afrodisíacos. En fin, estoy en plena venta, cuando por la vereda pasa un policía, se para a unos cuatro metros, y me llama. A mí no me sorprendía, estoy acostumbrado a que la ley me corra, que acá no se puede vender, que mostrame los documentos y todas esas cosas aparatocapturescas. Me acerco al policía y le pregunto qué pasa. Sorpresivamente me contesta que sólo me saludaba. Extrañísimo gesto intimidatorio. En ese mismo instante, Cerrato, poniéndose de pie, ante la mirada de sus compañeras, gesticulando con el brazo para sumar vehemencia a su discurso, se dirijió al policía, con su clásica voz de gallo claudio:
-Qué pasa con el chico? Es alumno mío...
Qué grande Cerrato, defendiéndome de la policía. Quién lo hubiera dicho.
Me fui a seguir vendiendo por ahí.
-Objetos maravillosos!
"En mi profesión, hacerse notar forma parte de los rudimentos del arte"
Samuel Beckett, Molloy.

jueves, agosto 25, 2005

Vueltitas mentales en La Giralda

Hoy estuve con Seba Hernaiz y Santiago Llach en La Giralda. Hablamos de literatura, campo cultural y esas cosas. SL reparó, en un momento, en extrañas mujeres que llegaban vestidas de un solo color. Entró una, por ejemplo, toda vestida de rosa, un rosa furioso. Después vino otra, toda turquesa.
Mientras las monocromáticas desfilaban por el pasillo, nosotros continuábamos nuestro diálogo. Pero a veces me pasa que me voy de las conversaciones. A las nubes. Siempre me pasó eso. No lo hago a propósito ni se trata de desinterés por lo que me dice el otro. Me pasa inevitablemente, por más que esté copadísimo con lo que sucede a mi alrededor. Me voy y desde allá pienso cosas. Es decir, siempre pienso cosas, pero no es lo mismo pensarlas acá que allá. Es como si allá hubiera más intimidad. En fin, la cuestión es que me rajo al infinito. En esta oportunidad no me fui tanto. La charla era agradable, no sé si los temas eran tan interesantes, pero la actitud de los participantes era afable, natural, y eso me hacía sentir cómodo, tranquilo. Pero recuerdo un momento de nube. Creo que el disparador fue un tipo que era el doble de Fabián Casas (la ocurrencia no fue mía, sino de Llach). Recordé que Casas practicaba boxeo, y por eso me acordé cuando, siendo chico, hice un poco de este deporte en el club del Banco Hipotecario, en Villa Celina. Una vez, en medio de una peleucha, me tocó trenzarme con Pototo. Se trataba de un niñito lumpen al que le tenía un poco de miedo, porque era bravo y algo patotero. Siempre cargaba a todos. Conmigo se la agarró un par de veces y yo no le dije nada.
Piña va, piña viene. En el medio de la pelea, el profesor tuvo que ir, creo, al baño. Entonces el combate se hizo más callejero. El guacho me puso un gancho en el mentón que me sacudió la croqueta, yo le devolví un crochet bien puesto. El pendejo me empezó a patear; después nos empezamos a empujar; después nos caímos al piso. Yo lo tenía ahorcado y bastante controlado con el brazo derecho, pero él me tiraba del pelo muy fuerte y parecía que me iba a arrancar el cuero cabelludo. El profesor no venía más y nuestros compañeros se mantenían expectantes, sin participación de ninguna clase.
Pototo me dijo:
-Si me soltás, te suelto.
-Bueno.
Fue empate. Para mí, con sabor a triunfo. Nunca más le tuve miedo a Pototo. Cuando me lo cruzaba, se dirijía a mí con respeto.
Volví a La Giralda. El comunicadicto de S. Hernaiz hablaba una y otra vez por su celular. Me dijo:
-Se suspendió el partido de hoy a la noche, no juntamos la gente.
-La puta...
Llach se mostró interesado en nuestros partidos.
-¿Dónde juegan?
Quedamos en que lo agregaríamos al grupo de mails de los participantes.
Nos saludamos y nos fuimos. Llach me cayó muy bien.
Me compré ciento diez gramos de bombones en la chocolatería de al lado (buenísimos!).
Con Seba quisimos tomar el subte pero había paro sorpresivo. Tomamos el 5, que venía hasta las manos.

martes, agosto 23, 2005

Obelix

Hoy estuvimos con Obelix en mi casa. Me acompañó a pasear a mi perro a una plaza. Qué buen tipo es Obelix, por lo menos eso parece, aunque quizás detrás de su actitud siempre amable, se esconde un asesino serial. Nunca se sabe. Sí, ahora que lo pienso, éste tiene perfil de criminal. Me cae todavía mejor, entonces. Yo soy asesino, aunque todavía no maté a nadie.
Obelix escribe un blog genial. Sintaxis interesante, con artículos eliminados y apodos ocurrentes, sobre una base de fina ironía, de equilibrado humor. Enmarcado en un paisaje urbano, este bloguer narra sus cotidianas peripecias con sencillez, sin ostentación ni grandes pretensiones ensayísticas, aunque uno intuye que esas crónicas simples son, en realidad, eventos trascendentes. Bue, me puse metafísico.
A eso de las 9 de la noche, se fue con la bici bajo la lluvia.
También pueden leerse textos suyos en

lunes, agosto 22, 2005

Rexistencia - Help me


Me levanto de la cama. Se hizo tarde en el presente continuo. Los dolores musculares suben a la cabeza. Entro al baño. La canilla gotea. A mi derecha se oye una voz aguda. Help me! Help me! Me acerco para ver mejor: la mosca es devorada progresivamente por la araña
Help me
help m
help
hel
he
h

Me lavo la cara y salgo al pasillito.

esto es lo que hay











"Todavía hace un instante alguien decía yo, alguien decía mi conciencia. ¿Quién? Afuera había calles parlantes, con colores y olores desconocidos. Quedan paredes anónimas, una conciencia anónima. Esto es lo que hay: paredes y entre las paredes, una pequeña transparencia viviente e impersonal"
JPS