domingo, agosto 31, 2008

jueves, agosto 28, 2008

Llach no presenta el libro

(Texto no leído en la presentación de “Villa Celina”)

Tengan ustedes buenas noches, estimados correligionarios de la literatura...

por Santiago Llach
(Los Trabajos Prácticos)

lunes, agosto 25, 2008

Propaganda

Martes 26/8 - 21 hs.

Estaremos charlando sobre Villa Celina con los muchachos del programa "De todo menos lindo", Radio Cooperativa, AM 740.


Miércoles 27/8 - 19 hs.

LIBRO MARCADO:
Félix Bruzzone, Agustina Muñoz, Martín Brauer y Juan Diego Incardona.
entrevistados por: Cecilia Szperling.
Eterna Cadencia. Honduras 5574. Palermo Joligud. Gratis

Miércoles 27/8 - 19.30 Hs

Casas y Cucurto presentan ¡Que viva la música!, de Andrés Caicedo.
Librería Fedro - Carlos Calvo 578 - San Telmo

Viernes 29/8 - 20 Hs.

Damián Ríos presenta "76", de Félix Bruzzone.

sábado, agosto 16, 2008

La infancia recuperada

Debajo de las estrellas los pibes de Celina
Cantan, bailan, toman vitaminas
Libres, felices en las ruinas
Aunque venga el 80
Aunque venga el 80.

(La vitamina es la droga, el 80 es el ómnibus que la policía utiliza para las razzias.) En el estribillo que la barra improvisa en la comisaría reside el proyecto literario de Villa Celina...


por Quintín
(La lectora provisoria)

viernes, agosto 15, 2008

jueves, agosto 14, 2008

Muy pronto!

audio:
CGT MARCHA
De S. Lombardo y E. T. Villegas
Coro de la Escuela Sindical Argentina de la CGT

lunes, agosto 11, 2008

Correspondencia

----- Original Message -----
From: angel storniolo
To: rexmiles@fibertel.com.ar
Sent: Sunday, August 10, 2008 4:11 PM


Juan Diego, soy Chelo, de Celina, aunque hace tiempo que ya no vivo mas allí, te había escrito hace unos meses.
Tengo VILLA CELINA y salí de viaje las últimas dos semanas, en las cuales terminé de leer otro libro y comencé con el tuyo.
Recuerda que soy 9 años mayor que vos, por lo tanto tus 10 con culebrilla (estimo 12 como mínimo) era mi militancia política del 82/83 ( NI YANQUIS NI MARXISTAS, PERONISTAS) (SOMOS LA RABIA DE PERON, por eso de ¨muerto el perro se acabó la rabia¨) pero con Carita y el Tano en la FJC (Chilavert a media cuadra de Giribone) y luego para Alfonsín (qué tiempos aquellos...).
Quien no conoce cree que son inventos, los precipicios ( hacíamos excursiones de chicos, también estaban allí las quintas), el hombre gato (año 84) y me sorprendió que hables del túnel de los nazis (para mí y mis amigos LAS CARCELES NAZIS, donde íbamos con linternas).
Siempre dijimos que celina es una cárcel de la cual hay que escaparse como de un vicio (cocaína, heroína, celina).
Seguiré adelante y descubriendo guiños de celinenses, de mi primaria en la 137 ( hasta cuarto grado en la de madera, pegada al Tanque y luego el palacio sobre Olavarría) y la secundaria en el Sagrado Corazón.
No me había enterado de la presentación el Miércoles 06, de todas formas no estaba en Bs.As., una pena...
Felicitaciones de todas formas, gracias por narrar nuestra Ciudad y sobre todo con una calidad y afectuosidad, caras a los sentimientos de quienes llevamos su signo en la piel.

Chelo

La música nacional

ha engendrado en estos años ...

por Guillermo Belcore
(Suplemento cultural del diario La Prensa)

viernes, agosto 08, 2008

Misteriosa Gran Buenos Aires

por Ariel Schettini
(leído en la Presentación)


Para entender este libro es importante, porque está en el fundamento de su producción, recordar todo el tiempo, mientras se lo lee, que nació como una serie de crónicas publicadas en Internet. En la sección “Aguafuertes”.

No sé por qué el libro tuvo ese destino. Pero vamos a recordar que apareció de la forma más moderna en la que puede aparecer algo ahora en lo público.

Porque lo que se debate en sus páginas tiene que ver con el proceso de modernización en Argentina, y con la mirada bifronte de la modernización acá y en cualquier parte.

Es un libro que habla de lo arcaico y de lo moderno, de lo nuevo y de lo viejo, de lo popular y de lo elitista, finalmente de lo esotérico que está agazapado en la modernidad y sin lo cual lo moderno no vive. (Los que están avivados de la publicación en Internet y de la culebrilla, de las brujas y de los webmasters). Es un libro que da a la luz del centro la oscuridad mortecina del barrio y de la elite en la que se constituye un barrio y que se arma en su interior. Como si se tratase de la revelación de una casta secreta, de la revelación de la verdad o de la revelación de una vida que se había conservado en negativo.

Se trata de narraciones que tienen como protagonista al barrio y lo barrial bajo la forma de lo planetario. Villa Celina es un planeta; nos preguntamos mientras lo leemos por las posibilidades de que haya agua en Villa Celina como nos preguntamos si habrá agua en Marte. Nos preguntamos si hay vida en Villa Celina mientras leemos las páginas de Juan Diego pobladas de brujas, elfos, y animales fabulosos. Las brujas que curan la culebrilla, los animales con dos narices que potencian su sentido del olfato y por lo tanto su inteligencia.

Y, al mismo tiempo, se trata de un planeta que da señales de vida exclusivamente a sí mismo. Separado del mundo, el Villa Celina de Juan Diego es un universo claustrofóbico, pobre y peronista.

Lo pongo en la biblioteca al lado de David Copperfield, de Juvenilia y de Arlt, por las Aguafuertes y por El Juguete rabioso. Pero como línea de sucesiones: si en los primeros se trata de aprender las leyes para construir buenos ciudadanos y en el último de aprenderlas para convertirse en un ladrón, en Villa Celina se trata de conocer las leyes no escritas del barrio para poder salir de ahí. Ese mundo confinado está siempre relatado desde un “afuera” que lo mira con ternura y desconfianza, que lo ve deshacerse como si fuera un espacio mítico, aspiracional, progresista con ilusiones de burguesía y al mismo tiempo sostenido en el trabajo social, en los reyas magos, y en el proceso constructivo de una institucionalidad ausente.

Es el Bildungsroman del muchacho peronista. Novela de formación. Y de deformación. Novela de formación en un espacio deformado. O novela de formación en un territorio que se deshace.

Libro que disputa, entonces con la política, porque en su carácter de literatura viene a construirse al borde de la mitología peronista en la que no hay ni ley ni estado ni derecho. Sino una serie de reivindicaciones de un tiempo que no por desintegrado es menos mágico. Y los relatos, la prosa de Juan Diego, tienen la fuerza de una mitología. Y disputa con el peronismo su lugar más fuerte, el lugar donde el peronismo hizo de la política una mitología y una mística, es decir donde se excedió de política y se volvió al mismo tiempo material literario y religioso. Para “entendidos” y para “creyentes”.

Lo pongo también al lado de la televisión. Del melodrama latinoamericano. De un realismo extrañado por efecto de la popularidad y convertido en narración folklórica o cuasi-fantástica. Juan Diego Incardona dice de sí mismo ser hijo de un tornero italiano y de una maestra argentina. No se puede ser más progresista. El industrial humilde y la generadora de sentidos. El que hace las cosas y la que enseña los gestos… De ahí, se podría decir… a hacer libros que serán leídos en la escuela bajo la consigna de “Misteriosa Gran Buenos Aires” Lo pongo al lado de cierta tele, por ese ritmo narrativo clásico que deja todo relato en suspenso para dejar que la parábola se forme sola como una voluta de humo caprichosa que cede y no cede al sentido.

Parábolas tímidas, sospechadas en los pliegues del lenguaje que dicen demasiado. Dicen tanto que la narración opta por no decir nada, por decorosa y por sentimental. La tortuga Argentina era chiquita y venía en caja de zapatos. Y mientras los hermanitos llevan a la Argentina en caja de zapatos en 1982, lo que ven es que debajo del tanque de Villa Celina hay un bulto que cuelga. La palabra “suicidio” no se dice, claro. Pero la convergencia de la tortuga Argentina, el año 1982, los hermanitos solos en un colectivo que choca, el tanque y el bulto que pesa bajo el tanque, conforman una serie de elementos que, acumulados, configuran una parábola que sale de lo real y vuelve a lo real casi como si no hubiera necesidad de decir ni suicidio, ni nada más, para el caso.

Entonces, es como si todo el libro tratara de arrancar de los pedazos de una guerra ciertos gestos de civilización en los que lo único que se parece a la rabia de los perros es la guerra entre las bandas, la música de Viejas Locas, y un cierto estado de abandono, o de abandono del Estado en el que los personajes apretados en el barrio que es este libro, parecen quedar sofocados, mudos o enmudecidos por la historia.

A eso le disputa su lugar este libro, a la política peronista y a la historia. Porque narra las vidas infames de un grupo presuntamente callejero, sin dudas sospechoso, y sobre todas las cosas condenado al olvido, a volver a sus calles oscuras, a la oscuridad de sus vidas. De ese silencio, de esa imposibilidad, de esa rabia como la de un perro abandonado, doméstico y al mismo tiempo sin refugio, de esa intemperie en la que nada parece poder ser recuperado, Juan Diego arrancó estos relatos, les puso un foco y les devolvió una luz como quien le devuelve una objetividad que parecía perdida para siempre.

Videos de la Presentación

via Funes

1ra Parte



2da Parte


jueves, agosto 07, 2008

Gracias!

Fue una noche mágica, tanta gente y tan buena energía.
El baile interminable del final fue increíble.

Les agradezco mucho a todos, de corazón, especialmente a los amigos que se vinieron desde Villa Celina y Ciudad Evita, gente que no veía desde hacía años, un flash.

Los ojos de Celina

Un viaje poético y alucinado al duro corazón de La Matanza

por Claudio Zeiger (Radar Libros)

En la literatura hay comarcas imaginarias y otras que aunque presenten en mano la dura credencial de lo real, son reinventadas hasta desdibujar los bordes entre lo real y lo imaginario. A esta última estirpe, sospechamos, va a pertenecer de aquí en más la Villa Celina de Villa Celina, de Juan Diego Incardona. Y por, al menos, dos motivos: primero porque se trata de una versión personal y hasta íntima del barrio, tachonada de amigos, vecinos y referencias autobiográficas; y segundo porque la zona, tan claramente delimitada en el prólogo, irá adquiriendo tintes míticos en la medida que avanzan los relatos, cuentos y crónicas de la saga bonaerense. Un hombre gato por aquí, una curandera por allá, un episodio de violencia silenciado por los diarios, perros rabiosos, entre otros prodigios tan mágicos como verosímiles desdibujan el territorio, lo enturbian y lo vuelven grisáceo. Quizás, el territorio geográfico se desplaza hacia un espacio mental que ya no conoce de fronteras tan precisas, un espacio mental que no encalla en el cruce de la General Paz y la Riccheri. Se trata, segunda sospecha, del territorio de la infancia.

Puntillosos en cuanto a fechas y circunstancias, los relatos siguen el crecimiento del narrador, sus amigos y conocidos, pero el imaginario de Villa Celina parece estar fijado para siempre en el final de la infancia, en la adolescencia y la primera juventud, cuando el novato mira siempre las cosas como si sucedieran por primera vez, aprendiendo (o mal aprendiendo) de padres y hermanos mayores.

Los cuentos de Incardona tienen una fortísima voz propia, y eso que el tono no resulta nada enfático, salvo en algunos textos en los que privilegia cierta jerga rockero-alucinada, barrial y refinada a un tiempo (símil Los Redondos, básicamente), que complementan el entramado narrativo. De entrada, el chico de “La culebrilla” impone ese tono sin énfasis, y también la mirada que rezuma inocencia y curiosidad pero sin aniñarse. Este cuento, junto con “Víctor San La Muerte” y “Tino”, quizá sean los puntos más altos, pero las crónicas breves, bien sheppardianas, sostienen la mística del conjunto.

Aires de Hebe Huart (Camilo asciende, sobre todo) y de Hubert Selby Jr. Corren libres por las metaleros calles de esta comarca. A diferencia de Lanús, de Sergio Olguín, no se confronta un antes y un después del barrio en Villa Celina. Todo parece transcurrir en ese tiempo legendario y plano de la infancia, que se estira en años y décadas, va y vuelve, y donde la violencia (dato generalmente asociado con el presente candente) también es legendaria, como si en cierta forma transcurriera en una pantalla de cine gigante. El clima es hostil y amenazante, pero jamás exento de una áspera ternura. Más allá de referencias geográficas, podría pensarse que este libro pertenece a una tradición de literatura de frontera, de pasaje. Desde ya, esa tradición arranca en la gauchesca, y a decir verdad no sabemos aún dónde termina. Como no sabemos dónde seguirá la literatura de Incardona, de qué lado de la frontera, porque si más allá de la General Paz lo pudiera estar esperando, agazapada, la trampa de la nostalgia, no ha sido en vano la creación de esta zona literaria tan rica y tan fuerte.

miércoles, agosto 06, 2008

lunes, agosto 04, 2008

Volvieron Los Trabajos Prácticos


Un salto sin red, casi al vacío

por Hernán Brienza
(Diario Crítica)

Acaso Villa Celina sea una apuesta mayor a esa nueva literatura barrial, social, lumpen o como quiera llamarse -que anda rondando entre algunos autores nacidos entre fines de los sesenta y principios de los setenta– y, por lo tanto, un salto sin red, casi al vacío. La inclusión de la política –no como intriga (recurso comercial válido) sino como presencia contenedora– y de una identificación del autor con el peronismo podrían anegar su escritura si no fuese por el tratamiento literario que Juan Diego Incardona le da a esa construcción, a esa melange de mitologías, leyendas, anécdotas y realidades que anidan en ese cuadrado de calles pegado a la General Paz.

En el libro los discursos y las voces se yuxtaponen y es posible reconocer la mirada inocente del adolescente narrador –la ternura de Los reyes magos peronistas es encantadora– con el coloquialismo clásico La culebrilla, El hombre gato, Los rabiosos o El Pity (que es un recuerdo de secundario del líder de Intoxicados) el argot o lunfardo de fin de siglo –Bichitos colorados, La guerra, El 80– hasta alcanzar un lenguaje propio, “el celinense”, como lo define el propio Incardona, en el punto más alto del libro: El túnel de los nazis, donde se entremezclan el latín, la biología, la física, la alquimia de palabras, el argot y la jerga ricotera.

Resulta interesante el uso que hace el autor de la violencia y de la pobreza: nunca lleva al texto a la balaustrada del exhibicionismo. Esos elementos recorren el libro no como una obscenidad ante el lector sino como una forma de reconstruir un pasado que Incardona añora y que seguramente no fue tan mitológico como el autor propone. Y la plasticidad para retratar personajes se hace evidente en otro de los relatos fuertes del libro, el del “flaco” Víctor San La Muerte. Por último, un párrafo aparte merecen las ilustraciones del artista plástico Daniel Santoro que encabezan cada uno de los capítulos de esta “novela a relatos” –así definida por el autor– que podría inscribirse dentro lo que Marechal llamaba las aventuras “criolli-malevi-fúnebri-putani-arrabaleras”.