lunes, julio 30, 2007

Contra la escuela
Manual del pequeño guerrillero


por Juan Diego Incardona
sobre una idea del Grupo La Paszkowski

1


El llanto de la guardería

¿A dónde se fue tu mamá? ¿A dónde se fue tu papá? Ellos no van a venir. Te dejaron acá y se fueron con los grandes hoy a la mañana y no van a venir. Vos estás muy triste. Pero no te preocupes. Mirá alrededor. Está lleno de caras que se parecen a vos. Jugá con ese bebé. Jugá con ese color. Un perrito y un gatito caminan por el techo. ¡Cuidado! Te pueden morder. Una señora camina entre las camas. No es buena. Ella se encarga de cuidar a los chicos. ¿Ves a ese gordito al lado tuyo? No confíes en nadie. No estás en un lugar bueno. Cuando pase el tiempo podrás entenderlo mejor. Yo te lo puedo explicar, si querés. Cuando pase el tiempo te van a mandar a la escuela. No es un lugar bueno. Te encierran para enseñarte cosas. Es importante que no te convenzan. ¡Cuidado! Ahí viene la señora. Es una vieja horrible. Te voy a enseñar una mala palabra para que la puedas practicar. Vieja chota. No se la digas a nadie, por ahora. Es un secreto entre vos y yo. Vieja chota, vieja de mierda. Ahí viene. Tenés que hacer algo. Llorá. Gritá. Así, muy bien, más fuerte. Decile a los otros que lloren y que griten también. Imaginate si todos los bebés lloraran a la vez, gritaran con todas sus fuerzas al mismo tiempo, todos los bebés del mundo. ¿No sería divertido?

Las palabras

Las palabras son sonidos que significan cosas. También se pueden hacer dibujando. Eso se llama escribir. Cuando vayas a la escuela te van a enseñar. Vos tenés que aprender a usarlas, pero no para decir lo que la señorita quiere, sino lo que vos querés. La señorita es una persona que trabaja en la escuela. Le pagan para que le enseñe a los chicos. Le dicen maestra. Tu mamá te va a decir que le hagas caso en todo, pero vos no lo hagas. Cerca tuyo, se van a sentar otros chicos. Van a ser tus compañeros. Deciles que no le hagan caso a los maestros. A medida que pase el tiempo, te voy a explicar más cosas. Lo voy a hacer con palabras comunes, no con palabras tontas. Si no entendés lo que te digo, podés buscarlo en el diccionario, que es un libro que sirve para entender las palabras. Pero hacelo con cuidado, porque ese libro hace trampa, a veces miente, dice que algunas palabras significan cosas que en realidad no. Por suerte, hay gente que escribe en las paredes, en los baños. A esas palabras tenés que prestarles atención, porque casi siempre dicen la verdad.

Instrucciones contra los padres

¡Crac, cric, crac, estás muy nervioso! ¡Pum, pam, pum, tu corazoncito late con fuerza! ¡Es la bronca! ¡Es el odio! Es un sentimiento común a los seres humanos. Cuando tus papás te obligan a hacer cosas que no querés, cuando te dejan solo en la guardería muchísimas horas, rodeado de monstruos con caras de viejas, crac, cric, crac, pum, pam, pum, te dan ganas de volar y querés morder, que nada lo impida. Durante el día, tenés que dormir un rato la siesta, para no ver las cosas feas y poder tener fuerzas de noche para sacudirte en la cama, llenar de saliva la ropa, vomitarla, hacerte pis y cagarte encima, gritando siempre muy fuerte, que es algo importante, porque eso molesta mucho a los padres, no los deja dormir, los agota. La voz es un arma. Podés usarla para defenderte y para cambiar las cosas que pasan cerca tuyo.

El miedo

Estás en el fondo de un pozo, esperando que se acabe tanto miedo. Escuchás una voz que dice “quiero salir”, “quiero salir”. Darías cualquier cosa por escapar de acá pero todavía no sabés caminar y parecés tan imbécil moviendo las piernitas como una cucaracha al revés. Sentís que te duele la panza, que te arde la cola, que está paspada. Alguien prende la luz. ¿Qué es eso que pasa por ahí? Te sentís enfermo. Una cara se acerca para mirarte. ¡Gritá! ¡Gritá ahora!

Los muñequitos

La ropa está bordada de muñequitos. Respiran el aliento de cola de nuestra charla. Están encerrados en una cárcel de trapo. Van caminando, pero su andar no los va a llevar a ningún lado. Tenés que impedir que a vos te pase lo mismo. Las escenas se repiten en cada pliegue. Es un camino de locos. Ellos miran el cielo, pero no pueden verte. La mirada se les muere en el vacío. Están solos, como vos en la guardería. La vida es así. El sufrimiento es una cadena infinita.

El país

Vivís en un país que se llama Argentina. Queda en América del Sur y está en vías de desarrollo. La parte de abajo parece un zapato. Está pisando un piso de hielo y el pie no tiene puestas las medias. Tenés que prepararte anímicamente. El tiempo pasa y pronto te van a mandar a la escuela. Allí comenzará tu vida cívica. Te van a decir que es importante porque se aprenden cosas buenas, pero no lo creas, lo más importante lo aprende uno mismo, escuchando su propia conciencia. Allí querrán convertirte en un esclavo, pero vos tenés que luchar por mantenerte libre. Hay una cosa que se llama pedagogía. Lo usan las señoritas para enseñarle a los alumnos. Juntos vamos a planear la defensa. Después se la vas a decir a tus compañeros, para que ellos te ayuden a destruir la escuela.

La sociedad

El país es una casa gigantesca. Adentro vive mucha gente. La llaman la sociedad.
Si te cruzás con algunas personas en el baño, si te cruzás con algunas personas en la cocina, tené mucho cuidado, porque van a querer convencerte de que te bañes con ellos, de que comas con ellos, pero no los escuches y mantenete apartado, para que no te laven el cerebro, juntate sólo con los chicos que piensen igual que vos. La sociedad existe porque existe la escuela. Allí se pierde la libertad y se forman sirvientes. ¿Qué silencio se hizo de repente en la guardería, no? La sociedad debe estar escuchando, cuidado. Dobla del pasillo y se mete en la pieza, vigila. Una señora está limpiando los pisos y las paredes. Todos los días es así. Tenés que luchar. Tu cuerpo es una botella de tinta: de a poco le vamos a destapar la boca para que escribas tus palabras.

La infancia

Ahora estás viviendo abajo. Vas por una cueva. Los grandes te persiguen y quieren atraparte. Pero seguís libre. La infancia es una idea antisocial, que ni siquiera los monstruos pueden matar. Estás escondido en un ambiente oscuro, cargado de tinta. Ojo con el tiempo, porque descolora y destiñe. El tiempo es un arma de la sociedad, pero se puede usar en su contra. Yo te voy a enseñar algunos trucos. Ahora sos el hijo de tus padres. Pero no por mucho tiempo.

(...)

viernes, julio 27, 2007

—¿Cómo era que te llamabas vos?
—Juan Diego.
—¡Ah, sí, ya me acuerdo! Igual que el indiecito de la Virgen de Guadalupe. ¿Dónde estaba? Acá, acá está, mirá, ¿ves?, ésta es —y señaló una estampita.
—¿Qué día naciste vos?
—No sé.
—¿Cómo que no sabés? —me dijo Celina—. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
—Ahhh. El 27 de Julio.
—¿El 27 de julio? ¡Pero qué bien! Entonces tenés suerte, porque ese es el día de San Pantaleón, el patrono de los enfermos. No tenés de qué preocuparte. A ver, ahora mostrame la panza.

Me levanté la ropa. Porota se agachó un poco para ver mejor. Después de un rato se levantó y se agarró la cabeza.

—¡Por Dios! ¿Cómo se te metió una cosa así?

Yo no sabía qué contestar.

—¿Lo puede curar? —Le preguntó Celina.
—No, no puedo. ¡Flor de culebrilla se agarró!

jueves, julio 26, 2007

Evita






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audio
Canto de un payador a la señora Eva Perón
Milonga. Letra de Homero Manzi. Canta Hugo del Carril, acompañado por guitarras. Año 1949.


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Modos de representación de Eva Perón en la literatura argentina
http://www.elinterpretador.net/28Dossier-Evita.html

audio: Tus niños te cantan
Música de César Miranda. Letra del compositor y Sara R. de Leaplaza. Por el coro de la Escuela Nro. 19 General San Martín, de La Plata, y profesores de la Orquesta Sinfónica del Teatro Argentino de La Plata, bajo la dirección de Mariano Diego.

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Rodolfo Walsh, Esa mujer -texto y audio-
http://www.elinterpretador.net/28RodolfoWalsh-EsaMujer.html

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Leónidas Lamborghini, Eva Perón en la hoguera -texto y audio: voz de Cristina Banegas-
http://www.elinterpretador.net/28LeonidasLamborghini-EvaPeronEnLaHoguera.html

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Copi, Eva Perón. Traducción: Gabriela Simón
http://www.elinterpretador.net/28Copi-EvaPeron.html

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Néstor Perlongher, Evita vive
http://www.elinterpretador.net/28NestorPerlongher-EvitaVive.html

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David Viñas, La señora muerta
http://www.elinterpretador.net/28DavidVinas-LaSenoraMuerta.html

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Jorge Luis Borges, El simulacro
http://www.elinterpretador.net/28JorgeLuisBorges-ElSimulacro.html

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Juan Carlos Onetti, Ella
http://www.elinterpretador.net/28JuanCarlosOnetti-Ella.html

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Carlos Gamerro, La aventura de los bustos de Eva -cap.8
http://www.elinterpretador.net/28CarlosGamerro-LaAventuraDeLosBustosDeEva-Cap8.html

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InesDeMendonca - JuanPabloLafosse, Evita sobrevive
http://www.elinterpretador.net/28InesDeMendonca-JuanPabloLafosse-EvitaSobrevive.html

Elsa Kalish, Quién es esa chica
http://www.elinterpretador.net/28ElsaKalish-QuienEsEsaChica.htm

Juan Leotta, Si Evita viviera
http://www.elinterpretador.net/28JuanLeotta-SiEvitaViviera.html


sábado, julio 21, 2007

El libre albedrío

“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos”
Dickens


del hígado repercute la fuerza
sobre el comportamiento de mis células
que chupan descontroladas
el reflujo de oxígeno
después de cada eructo.

Orgía,
células liberan más energía,
alimentos digeridos chupan más oxígeno,
la masa de aire aumenta por hiperventilación
y el manómetro alcanza lecturas originales,
un aleteo de insecto zumbando en las entrañas,
una inyección de pascales abriendo el fuelle
que marca el ritmo de la calle en el sistema
interior circulatorio del pequeño sensible.

Palomitay,
me voy con la zamba al Cementerio Marino.
Ahí puedo ver un rato a la chica que me gusta;
tiene los ojos rojos como el hombre gato
y una lengua larga de camaleón
que desenrosca con mucha frecuencia.

El otro día, ¡zas!,
se comió una mosca
que tenía en el cuello;
las cosquillas me sacaron de quicio
y empecé a reír.

Ella saca la lengua
larga y escamosa
y me chupa los ojos;
primero el izquierdo,
porque a ella le excita más
por los lunares.
Yo se lo permito,
por más que a mí
me da lo mismo
cualquier ojo.

Mastica mis paisajes anteriores
y las viejas interpretaciones
que tuve que construir en la infancia,
esa inquietud a mis espaldas
que me persigue con gérmenes patógenos.

Nódulo sinoauricular
en efecto dominó,
avalancha de sangre
sobre el fascículo de His
por las fibras de Purkinje
llega a los músculos papilares
y las paredes ventriculares
el miedo y la mancha
y el estímulo contráctil
es imposible,
por eso me transformo
en sujeto dilatado.

Explosión del tórax y de mi cuerpo en general,
ensoñación antifísica, partido en mil pedazos,
incrustado un poco acá, un poco
allá, en un ciudadano, en un adolescente que sube,
en la señora que llega para ver el evento.

Todos bailan alrededor
de mi piñata perforada,
se enchastran y juegan
con mis partes.

Yo puedo verlo todo,
por más que los ojos
ruedan en el pasillo
hacia el fondo
con su colita blanca
de espermatozoide
en su carrera por la vida
hasta el óvulo
del paisaje conurbano.

Labios en el bolsillo,
dientes en el rincón,
lengua en aquella mano,
jamás volverán a unirse las partes
ni a articular sonido alguno,
por lo menos no en mi boca.

Me dan por perdido
en el campo minado de la venta ambulante,
estos lo dicen, aquellos lo piensan,
yo mismo podría creerlo.

Pero la verdad es que sigo pensando
atento a la nueva ola
que llega con la creciente social
de la literatura.

Objeto maravilloso,
todavía existo caminando entre mesas
y puedo ver aunque me saquen la vista
estos cuervos que vamos criando

todavía existo en la esquina del vagón
y puedo ver cada movimiento y saqueo
que los pasajeros del tren de la época
hacen de mi vieja propiedad.

viernes, julio 20, 2007

miércoles, julio 18, 2007

Como el hambre y la sed

Es una sensación antigua e intensa, que viene de golpe, en cualquier circunstancia, a cualquier edad; es como un dolor, o como una fiebre que hay que bajar. A mí, como a la mayoría, me tomó por sorpresa.

Estaba sentado en un cordón de la vereda, en mi barrio, ese pueblo tan rodeado de autopistas que parece una fortaleza, haciendo nada, o algo quizás, mirando algo en particular sobre la zanja de Ugarte, una imagen hecha al azar por el agua podrida y los líquidos residuales que escupía el desagüe de la Fábrica Química, cuando el sol, bien alto, la tornasoló milagrosamente hasta elevarla varios centímetros, por encima de mis zapatillas topper de rollinga, en forma de mínimo arco iris.

Quedé fascinado, como los niños de Fátima, o los arrieros que no pudieron cruzar el río Luján. El aceite que flotaba en el charco de agua se reflejaba en el aire, revelándome el futuro con lentísima dinámica. Pronto un hormigueo me tomó el cuerpo, clavando aguijones acá y allá, desde la cervicales hasta la parte lumbar. Era el deseo, que me quemaba vivo. Me puse de pie y enfilé rápido hacia mi casa, para hacer los preparativos. Había llegado la hora de hacerme a la mar, cuanto antes, por las rutas argentinas.

Era paradójico. Por más que vivía a pocas cuadras de la General Paz, casi no conocía la Capital, y ahora, antes de hacerlo, me iría a descubrir el interior del País. Creí conveniente viajar con uno o más compañeros, así que convoqué a varios amigos del barrio, con quienes, en más de una ocasión, habíamos soñado aventuras mientras los veranos se encarnizaban con nosotros en las calles muertas de La Matanza, lejos del bosque, del mar y de cualquier idea de vacaciones. Lamentablemente, todos me dieron la espalda con diferentes excusas.

A último momento, pensé en uno de mis amigos del Colegio Secundario: Daniel, al que le cantábamos está muerto, está muerto, porque era un tipo callado y reflexivo. Su apodo era Mumra, o La Momia. Lo llamé por teléfono y se lo propuse sin vueltas. Él, fiel a su estilo, guardó un rato de silencio, que me pareció eterno. Del otro lado del tubo, su respiración era lenta. Pero esto fue sólo al principio, porque después se fue acelerando cada vez más, hasta agitarse, como si estuviese tomado envión para contestarme, gratamente, que sí, que vendría conmigo al sur.

Una mañana de enero salimos en tren de Constitución, rumbo a Bariloche. El plan era bajarnos un poco antes, en la ya mítica estación de Ingeniero Jacobacci. Allí haríamos trasbordo con la trochita que iba hacia Esquel.

Lentamente, dejamos la ciudad. A medida que avanzamos, los barrios de Zona Sur eran cada vez menos urbanizados. En un par de horas, las vías nos metieron en el campo. Miré a mi alrededor: el vagón estaba repleto de mochileros. Todavía nadie se movía de su asiento ni socializaba, hasta que, de pronto, se hizo la música, cuando yo desenfundé a Malena, mi guitarra callejera llena de cicatrices y cinta de embalar, y con la poca vergüenza que me caracteriza (mis amigos y mis clientas pueden dar Fe), empecé a tocar, con alma y corazón, las más viejas canciones de Rock Nacional.

Inmediatamente, la gente se acercó a nuestro asiento, y sin regatear se sumaron otras guitarras, todas chicas ansiosas por decir lo suyo, y también armónicas, y hasta una flauta traversa. Era el comienzo soñado.

Para Daniel se trataba del primer y último viaje de este tipo; para mí, en cambio, era apenas el primero de una larga serie de recorridos memorables, que me llevarían, en los años siguientes, a conocer el territorio casi de punta a rabo, a vivir todo tipo de aventuras y anécdotas bizarras, emocionantes, inclusive peligrosas.

Pasamos toda la noche cantando. Las chicas eran una más linda que la otra, la mayoría con pelo largo cayendo sobre los costados de la cara, flequillos rectos y pañuelitos atados al cuello. Entre canción y canción, tuve la suerte de transar con una en el fuelle. Cuando dejamos de besarnos, descubrimos que se había hecho de día. Alguien avisó que estábamos cruzando el Río Negro. Enseguida volvimos a nuestros lugares para mirar por las ventanillas:

Puntos en el paisaje violentado, pobres tierras ganadas al río, bóvedas negras ganadas al hueso donde los ojos parecían flotar como estrellas secas, en cielo podrido, como ojos de pescado muerto, espíritu de aventura, raspaba la cabeza con los dientes, despellejaba el cuero hasta pelarnos el cráneo, drogaba la marcha de la vida a la vida patética de uno, partía el silencio con lo humano, apuraba con expresiones rápidas, decía que viajando se fortalece el corazón, por la inercia, del enamoramiento y la juventud, que movía montañas y las corrientes de los ríos, hasta que perdíamos la fuerza, envejecidos, en comunión, en el mar adentro.




Continuará, tal vez.
Cómo como: Como como.
Cómo veo: Como veo.

martes, julio 17, 2007

jueves, julio 12, 2007

de Villa Celina para el mundo

Hombre Gato

From Wikipedia, the free encyclopedia

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The Hombre Gato, or Catman, is a legendary creature that possesses both feline and human features. This South American folk tale is particularly popular in Argentina, especially in rural and less populated areas.

Much like the werewolf, the catman is thought to come out at night, roaming neighborhoods and preying on both people and animals. There are those who believe in his existence, claiming to have heard or even encountered him[1], but the majority of people who relate this story describe it as fictional.

The Hombre Gato has also made his way into Hispanic literature, becoming the subject of many short stories and science fiction tales. [2]

Cited References

La nevada mortal

terrones de azúcar
se derriten sobre los capó de los autos,
eternautas empapados pierden el sentido
de la orientación,
las viejas prenden velas a la muerte del Zorzal,
hormigas en ladrillos huecos lo escuchan por radio,
o lo miran por TV,
comiendo facturas más caras que el oro;
de la bandeja de Dios chorrea más prisé
la inspiración de los tangueros con la voz de Magaldi,
que canta lejano 9 de julio,
casi doscientos años olvidado.

bajo el pensamiento llorado por la nieve,
levanta polvareda el Ejército del Norte,
cabalga nubes con formas de caballos,
levanta otras nubes como banderas del Brigadier Manuel Belgrano,
pero las ha paralizado el frío que sopla el fin del territorio
las plagas sobre el Río de la Plata,
granizo y tormentas de hielo.

M y M tu Argentina,
país de harina y cocaína,
aspira tu pampa por un dólar enrollado
el gran país del Norte,
masturba el planeta,
eyacula cambio climático
el nuevo siglo capitalista,
cuando el sur es cosido al polvo del olvido,
fusilado por un pelotón de cielos,
muerto de balas blancas
en jardines de infancia
de mil ochocientos dieciséis

Tucumán,
una tarde de julio a la luz de la vela
escribimos frente a Dios y el Diablo,
lectores habituales de nuestra obra,
la Declaración de la Independencia,
una oda para la humanidad
narrada sobre el borrado artificial
de viejas palabras como cantaban
los hombres de las luces,
un libro de aventuras que ya no puede leerse,
porque lo blanquea la ceranieve,
tapa la tinta y es una página blanca
que se cierne tan real contra el lector
como la montonera con el rojo y la religión
o la muerte
a la ciudad;
es un libro de oscuridad pálida,
abierto brillante,
que gotea la memoria colectiva
en percusión copo a copo
de mi teclado legüero
sobre los capó de los autos
de los eternautas que se han perdido
porque han perdido
el sentido
de la orientación.

viernes, julio 06, 2007

Arlt y Marechal versión Villa Celina

(...)

—¿Quiénes serán? —pregunté.

—Ni idea, pero no parecen de acá.

—¿Serán espías? ¿Gente de la oligarquía?

—No sé, pero no me gustan nada. ¿Salimos corriendo?

—Ya es muy tarde —dije—, están muy cerca. Esperemos a ver qué pasa. Por las dudas, vos no les cuentes nada de los barrios bustos.

—Mire cómo están vestidos. Estos tipos deben venir del otro lado de la General Paz.

—Seguro.

—Buenas —nos dijo uno de ellos, bastante petiso, aunque no tanto como el enano Gorja.

—Buenas —contestamos nosotros.

—Disculpe —me encaró otro—, ¿usted es el taita Flores?

—No, señor, mi nombre es Carlos Moreno, pero me dicen Carlitos, y él es Gorja Mercante.

—Encantado, señores, yo me llamo Luis Pereda, y ellos —los fue señalando uno por uno— son Bernini, del Solar, Amundsen, Tesler, Schultze y Buenosayres.

—¿Pero conoce al taita Flores? —me preguntó del Solar.

—No, señor, no lo conozco. ¿Vos, Gorja?

—Tampoco.

—Qué raro —comentó Pereda.

—Vieron que les dije —les hablaba Tesler a Pereda y del Solar—, a ese Flores no lo conoce ni el loro, debe ser un triste ladrón de gallinas.

—¿Y qué los trae por acá? —los interrumpí.

—Salimos de Saavedra ayer a la noche —me explicó Buenosayres—. Estuvimos recorriendo la pampa hasta meternos en los campos del Noreste, cerca del Río de la Plata. Caminamos tanto que se hizo de día.

—Se deben haber perdido, señor, porque éste no es el Noreste, sino el Sudoeste, y el río que pasa acá cerca no es el Plata, es el Riachuelo. (...)


**********************************************************************************


(...)

Las parcelas eran de distintos colores, muy fuertes: azules, rojas, violetas, amarillas, y varias más. Cuando me acerqué al borde de una, me di cuenta que estaba repleta de flores, pero no eran comunes ni silvestres, eran flores de metal. En esa parte, crecían rosas de cobre.

—¿Cómo es posible semejante cosa?

—Estos son los campos galvanoplásticos, señor Carlitos, por abajo corren aguas residuales, de las fábricas del cordón sur. Son arroyos subterráneos que van a parar al Riachuelo. Hace unos años vino un hombre, muy estudioso del tema, que empezó a hacer canales de riego con estos líquidos. Durante varios meses, se la pasó electrificando la tierra. Hacía pozos por todos lados y metía cables adentro, que se bajaba de las torres de alta tensión. Día y noche estuvo trabajando, hasta que un día empezaron a crecer estas maravillas. Parece que adentro son flores naturales, pero están revestidas de metal, como si fuera una piel.

—Qué bárbaro. ¿Y qué fue de la vida de ese hombre?

—Tuvo problemas con la Justicia. Lo persiguieron por todas partes, hasta que un día dijeron que se había suicidado, arriba de un tren. Pero no se sabe realmente, porque tiempo después, algunos vecinos creyeron haberlo visto. Su casa es aquella, la que está entre los pinos. El hombre se llama Erdosain.

(...)



http://www.elinterpretador.net/31JuanDiegoIncardona-ElCampito-2-Riachuelito.htm

Riachuelito

-(...) ¿Para dónde hay que ir?

—Nos tenemos que meter más en el sudoeste. Allá adelante hay un puentecito que construimos nosotros, hay que cruzarlo. Usted va a tener que pasar con precaución, porque es más pesado que la gente de mi barrio.

—Pero yo no soy gordo.

—Ya sé, pero es alto, y mi gente es toda como yo.

—¿Tan bajitos?

—Sí, señor, esto es por lo que le decía antes, de la contaminación.

—¿Y de qué viven ustedes?

—Principalmente, del río.

—¿Pero hay peces acá?

—¡Por supuesto! ¿Acaso no le conté de Riachuelito? Se ve que usted no me cree.

—Sí, sí, te creo, es que no conocía todo esto.

—Mire, el río está lleno de peces, de algas, de todo hay. Lo que pasa es que esto no lo puede comer cualquiera. La gente de la Capital, la clase media, no tiene defensas, si prueba algo se muere enseguida, pero nosotros tenemos anticuerpos, así que podemos comer plantas y animales contaminados. A los peces les debe pasar lo mismo, por eso sobreviven.

—Hay una cosa que no entiendo. ¿Ustedes vinieron acá y empezaron a achicarse?

—En realidad, yo nací en esta zona. Los que vinieron fueron nuestros padres, y ellos no eran adultos en esa época, eran chicos, la mayoría huérfanos, o abandonados, que habían jugado en los Torneos Infantiles “Evita”. Cuando vino la Revolución Libertadora, todos los refugiados del peronismo fueron divididos por grupos y por ramas, para que poblaran los barrios secretos. La CGT se encargó de todo. Se lo habían prometido a la señora antes de que se muriera. A los chicos de los Torneos Infantiles les tocó nuestro barrio. Una vez ahí, con el paso de los años, se dieron cuenta que ninguno aumentaba de estatura.

—¿Y los hijos heredaron la misma contextura física?

—Exactamente.

—Una pregunta. A mí me han dicho que los barrios secretos tienen formas de cabezas humanas, igual que Ciudad Evita. ¿El de ustedes también?

—Por supuesto, señor, el nuestro tiene la forma del Coronel Mercante. De ahí su nombre: Barrio Domingo Mercante.

—Ah, lo conozco, fue Gobernador de Buenos Aires durante el gobierno de Perón.

—Sí, es uno de nuestros próceres más importantes. Por eso, cada 20 de febrero tenemos feriado, porque es el aniversario de su muerte.

—Hablando de nombres, todavía no sé el tuyo.

—Gorja Mercante, para servirle.

—Un gusto, Gorja. Mi nombre es Carlos Moreno, pero me dicen Carlitos. ¿Tenés vos algún parentesco con Mercante, el Gobernador?

—No creo, señor. Lo que pasa es que en nuestro barrio todos nos apellidamos igual. Adoptamos el nombre de la localidad, por ser huérfanos.

—Claro, entiendo.

—Dígame, señor Carlitos, ¿de dónde es usted?

—Yo soy de La Sudoeste, que es un barrio que está por atrás del Mercado Central.

—Sí, conozco, ahí vive la Chola, la famosa curandera.

—Así es. Bueno, en realidad hace tiempo que no ando por allá, me gusta más estar en el campito. Cuando necesito algo, voy a Villa Celina, a Bonzi o a Ciudad Evita.

—Mire, si le gusta el campito, tiene que ver nuestros potreros al borde del Riachuelo. ¿Quiere que lo lleve nomás? De paso, lo puedo invitar a mi barrio, así le presento a mis vecinos. Sería usted muy bienvenido.

—Sí, vamos —y empezamos a caminar.

Atravesamos las cañas. Lo hicimos hacia adentro del campo, porque el enano no quería ir por la orilla, decía que le tenía miedo a Riachuelito. A pocos metros, encontramos una especie de camino en el pasto.


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La versión completa, acá.

jueves, julio 05, 2007

31


ensayos/artículos/entrevistas. PROBLEMAS CULTURALES Y ECONOMÍA POLÍTICA: de las condiciones de la crítica a la necesidad de las purgas, por Claudio Iglesias y Damián Selci. SLOTERDIJK: Arenas de la filosofía, por Margarita Martínez. CARRERA: Experiencia y escritura: Sobre la poesía de Arturo Carrera, por Nancy Fernández. LONDRES: Londres y la velocidad, por Jorge Omar Viera. DOSSIER: Infrarrealismo. Manifiestos: Déjenlo todo, nuevamente, por Roberto Bolaño. Manifiesto Infrarrealista, por Mario Santiago Papasquiaro. Por un arte de vitalidad sin límites, por José Vicente Anaya. Sobre el infrarrealismo: Como veo doy, una mirada interna del Movimiento Infrarrealista, por Ramón Méndez Estrada. Entre el escepticismo lúdico o la ironía creativa, por Rubén Medina. El Movimiento Infrarrealista y los agujeros negros de la vida, por Cuauhtémoc Méndez. Sobre el Infrarrealismo, por Juan Esteban Harrington. Los infrarrealistas. primera oleada -selección-: La nueva poesía latinoamericana (ensayo - 1976), por Roberto Bolaño. Diez poemas y once poetas infrarrealistas. Compilador: Cuauhtémoc Méndez Estrada. Tres poemas, por José Peguero. Una muchacha... (poema), por Guadalupe Ochoa. Todas las mañanas podíamos besarnos y por eso tener en fe en la tierra (poemas), por Mara Larrosa. Poemas, por Vera Larrosa. Segunda oleada -selección-: Ilhuicac Mamalhuazocan y otros tres (poemas), por Pedro Damián. Poemas, por Josefina Mejia. Poemas, por Eduardo Guzmán. Poemas, por Oscar Altamirano. Libros: (Esta sección se actualizará en forma continua, independientemente de la periodicidad que tenga la revista). ÍNDICE (acumulativo)Antología del decadentismo. Perversión, neurastenia y anarquía en Francia (1880-1900). Selección, traducción y estudio preliminar: Claudio Iglesias. Poesía. Douglas Diegues - Rocío (selección). Rodolfo Edwards - Oda sacada (fragmento). Inés de Mendonça - La canción de Ana. Sol Prieto - Poemas. Adrián Lauría - Poemas. Carlos Gradin - Cae la tarde. Narrativa: Leonardo Oyola - Frentokis. Juan Leotta - Tu nombre al cielo. Jorge Omar Viera - Proyecto Paraíso. Violeta Gorodischer - Sí, soy. Martín Llambí - Uno a Uno (Capítulo 2). Yamila Bêgné - Ikebana Chacarita. Claudia Feld - El asado de Mabel. Fernanda García Lao - La perfecta otra cosa. Emilio Bertero - Garrido. Aguafuertes. Jimena Repetto - Un irreverente bazar. Celia Dosio - Esperando a Pipi. Marina Kogan - Camamú. Inés de Mendonça - Praia do Sono. Segunda serie de relatos de la serie Villa Celina. El campito - 2. "Riachuelito", por Juan Diego Incardona.


el interpretador

lunes, julio 02, 2007

Saavedra

Verborrágico amateur,
calla mi lirismo incongruente,
ha llegado la hora del lobo que sopla feroz
contra la casita -y sopló!
y sopló! y la puerta derrumbó!-,
ese conventillo de goteras tibias
al borde de la Capital.
Ay –le digo; ay –me hace el eco,
amorosa, arriba, gigantesca-;
ay, un chamamé por cada estrella,
mi chico peronista
agarra las caderas a la hora del himno
en la noventa y ocho punto siete;
ya está servida la mesa en la cama
y mi boca es pasto de la yuyera,
de la cocinera, dueña de perros callejeros;
-de qué partido político soy?
-peronista –me dice al oído.
-de qué cuadro soy?
-de Boca –me dice en la boca.

Nuestras horas pasan más rápido que los segundos,
ya me pican los ojos tantas imágenes en caída;
es la alergia de la despedida.
Parado en la cresta del basural de mi carne
donde humean los deshechos imperialistas
el alma de la ciudad,
el remise toca bocina a los pobres diablos;
hiela tanto la sangre su falta de amor
que ni el oro podría consolar a los amantes;
ella me acompaña a la puerta casi desnuda,
me besa y me putea,
yo subo al auto porque no queda otra que salir
y matarme
vendiendo el estúpido glamour.
Ay Dios!,
que se haga de noche mañana igual que siempre,
que me tome el ciento cincuenta y uno por crámer,
que camine bordeando el parque Saavedra,
que aplauda en la reja,
que me abra la reja,
que me haga un té de ambay,
que me meta en su cama,
que vuelva Perón,
que Boca salga campeón.