jueves, noviembre 30, 2006

Viene el rápido. Estoy despierto. La pieza se llena. Asoma lo desconocido. La estructura tiembla. Antes estaba con vos. Ahora sigo solo. Vivo. Presenciando el deterioro del cuerpo. La luz agarra el martillo. Los ojos no se cierran nunca. Las cosas están enfermas. Las mastica el claroscuro. Una boca habla con dificultad. Repite los deseos. Las cuerdas saltan por el aire. Viene el mudo. Te encuentra dormida. Boca abajo. Asoma lo desconocido. El silencio es el espejo. Refleja la miseria. Vieja como el hombre. La madera cruje. Son los pasos del invitado. Va y viene. Mira hacia atrás. Démosle la palabra. La soledad es una reunión pública. Vos dormís en tu hermosura. Dividida en franjas. La materia se cae. La tristeza existe. En la cama blanca. Estoy despierto. Ahora sigo solo. Camino por la calle. Las cosas están enfermas. Tomo un taxi. Una boca habla con dificultad. Antes estaba con vos. Llego a mi casa. La estructura tiembla. Son los pasos del invitado. Va y viene. La luz agarra el martillo. Asoma lo desconocido. La pantalla me quema. Viene el rápido. Démosle la palabra. Repite los deseos. Los ojos no se cierran nunca. Se hizo de día. Ventana cruda. Pie de la letra. Espero tu mensaje.


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ilustración: David Scheirer

lunes, noviembre 27, 2006

Escorpión se metió en la zapatilla. El veneno me está durmiendo todos los proyectos. Muerte, muerte, mi vida. Pasó un colectivo pero siguió de largo. Pasó otro pero perdí las monedas. Voy a comerme las cuadras hasta llegar al centro de mi pieza. Me vas a llamar por teléfono y vas a decirme te amo. Los pájaros se vuelan de los agujeritos. La mesa soporta una montaña de platos sucios. Surge la chispa. Voy a dormir la siesta. Después vuelvo. Tengo que reconciliarme con los muñecos. Las ideas necesitan regarse. Siempre tengo el celular prendido. Pero no espero nada, porque la nada es mi mejor amiga. Cuando me doy cuenta de eso, tomo conciencia de mi poder y soy el hombre más valiente del mundo. Pronto, una multitud se va a rendir ante mí, en las mesas de los bares nocturnos. Creo que algo tremendo me está por pasar. La carne está abierta, pero recuperé el ojo enfermo. Apenas queda un poco de astigmatismo. Esa guitarra que escucho es una canilla goteando. Mirame los sonidos. Soy puro corazón.

Corazón se metió en la guitarra. Los sonidos se miran en la pureza. La canilla gotea lo poco que queda. El ojo está enfermo y la carne está cruda. La multitud viene a buscarme a las mesas. Me levantan en andas porque quieren tocarme. La venta es espera, es la nada pensando. La conciencia es del mundo y la espera es del hombre. Mi amiga necesita regarse. Los mensajes del celular le resucitan las flores. Las ideas le queman la cabeza a los muñecos. Soy una chispa. Me duermo en cenizas grises, pero tarde o temprano vuelvo. Los agujeritos rompen la montaña. La mesa está al revés. La siesta nos pide a gritos. Vos me vas a llamar por teléfono y vas a decirme te amo. Vas a comer la calle hasta llegar a mi cama. Las pájaros están cantando. Muerte, muerte, mi vida. Pasó un colectivo, pero vos te quedaste con la puerta abierta. Pasó otro, pero vos tocabas bocina. El veneno tiene forma de moneda. Los proyectos gastan zapatillas. El escorpión lleva la cola levantada, busca corazón para su estómago.


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ilustración: arghavan

Cumpleaños de Funes

Devuelvan el matafuego del pasillo!!

(yo no fui)

domingo, noviembre 26, 2006

Alvy genial



Hoy los vi en el Dorrego. Estuvieron maravillosos.

Página oficial de la banda:

http://www.alvysinger.com.ar/


jueves, noviembre 23, 2006

Este viernes

20hs: Escritura y academia
Cruces y confluencias de la escritura académica y la escritura ficcional.

Coordinan: Marcelo Szundryk, Sebastián Hernaiz
Participan: Daniel Link, Carlos Gamerro, Miguel Vitagliano, Marcelo López,
Juan Diego Incardona.

En el marco del 2° Encuentro de Estudiantes de Letras
Universidad de Buenos Aires
Facultad de Filosofía y Letras
Puán 480 – 3° piso – CABA

martes, noviembre 21, 2006

Rexistencia 30 - Las nochecitas

La noche del martes, tarde, fui con una chica a comprar un McSwing con oreo al McDonalds que está por Córdoba y no me acuerdo qué, a la altura de Almagro. Nos sentamos en unos canteros en la esquina de Medrano.

De pronto aparecen dos y nos encaran. El más grande empezó decirme su balbuceo. Yo lo miraba a los ojos y tomaba mi helado, para ponerle los puntos desde el principio, porque sabía que el chabón me estaba tanteando.

Lo habrá dudado un poco pero finalmente nos dijo:

—Bueno, esto es un apriete.
—¿Apriete? ¿De dónde sacaste esa palabra? —le dije, y me paré empujándolo, para después retroceder un par de metros. Enseguida le grité a mi compañera:

—Corré, corré!

Ella tardó un poco en reaccionar, pero después me hizo caso.

El grande me dijo “pará, loco, no bardeés”, y se fueron. Seguro no querían armar un escándalo.

La noche del miércoles, después del nuevo viejo en el Malba inaccesible y del Quinteto de la muerte en Villa Crespo, con las zapatillas todavía húmedas por la lluvia reciente, fuimos a comer un superpancho con Guada, mientras hablábamos de amores y desamores respectivos.

Encontramos un kiosko abierto por Corrientes.

—Hola, dos superpanchos por favor.
—¿Qué le quieren poner?
—Mayonesa, ketchup y papas fritas —dije.
—Yo igual, pero sin ketchup —pidió Guada.
—Para tomar queremos...
—Después lo conversamos —nos cortó el viejo, que parecía muy capo.

Un rato después, nos sentamos en la entrada de un edificio vecino. Seguíamos con la charla y los panchos estaban re buenos!, cuando de golpe, pá, pá, pá, se empiezan a cagar a tiros en la esquina. Enseguida llegó la policía, en contramano por la avenida.

Tirados cuerpo a tierra, yo tenía miedo que una bala me volara las papas fritas de mi hot dog.

La noche del jueves fui a vender objetos maravillosos. En un momento, encaré a dos chicas extranjeras, una alemana, la otra norteamericana.

—Hi! –me mandé-, do you want to see wonderful objects?
—What?
—Anxious rings to embrace your fingers...
—No, no, kraciassss.
—Wait!!
—No, no, kraciassss.

La noche del viernes amasé grandes fortunas y me fui a dormir temprano.

La noche del sábado también trabajé. Cuando me iba de Palermo, alguien me llamó:

—Juan!

Era William Wilson.

—Juan —contesté.
—Qué hacés Juan, todo bien?
—Sí, Juan, y vos?
—Bien, querés pasar? (al restaurant de donde había salido)
—Y daaaleeee.

Una hora después salimos y nos fuimos a la Sursystem, por la calle Humahuaca. Cerveza, marihuana, anarkopunks, bailamos hip hop hasta que el cielo se puso blanquito, blanquito.


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ilustración: May Ann Licudine
anterior:
Rexistencia 29 - La barrera --------------------------------------------------------------------------------------------------------

El miércoles cenamos fideos

sábado, noviembre 18, 2006

Mi pieza























Esta parte del departamento, más oscura,
está enferma de fiebre, una fiebre baja que aparece primero
metida en la respiración y la humedad, y que después aumenta con el dolor
que abre la mordedura hasta la profundidad del ambiente.
Acá es difícil comer, pero sobre todo beber,
porque el encierro produce espasmos en la laringe.
Cuando el tiempo pasa y las cucarachas estropeadas se corren,
la inquietud crece hasta la excitación,
que agota los restos de aire con su bombeo.
Muebles de madera perforada por chinches y gusanos
reducen todavía más el espacio ya carcomido por los temblores
que la casa sufre debido a la edad y la nostalgia por otros dueños.
Si le hablo, las contracciones musculares le marcan las arrugas
y los horribles injertos de cemento de las capas superpuestas.
La computadora ilumina el cuello de mi nido con su pantalla cenicienta,
como un faro que se montó sobre la mesa para guiar a los desorientados
que se me ocurren en los poemas interrumpiendo la luz.
Tu apariencia, piecita, es la consecuencia de una enfermedad incurable,
seudoflora y seudofauna de mi mundo paralelo, estructura viral.
Cuando llego por la calle Bogotá doblando Caracas en Flores dormida,
la puerta peligrosa abre las piernas al vendedor ambulante
que vuelve hecho un Juan Diego listo para probar los gustos
del horror o la belleza.
Entonces una parte del cuerpo pierde sensibilidad,
la boca babea, el estrés aumenta,
la tensión se hace más fuerte,
explotan las arterias
y llegan las convulsiones.


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ilustración: Rain Polsky

jueves, noviembre 16, 2006

La contraposición























Va por los ambientes buscando la otra parte
pero con ese ojo no se puede hacer nada,
es una cosa decorada para eventos sociales.

Cuando se tapa la cara se abre una cueva
en las paredes que atardecen blanquísimas
hasta que la oscuridad del núcleo las carcome.

Si se interna en el pasillo por la contracara,
una sensación le adormece de arriba
la verborragia, el hambre y los síntomas.

A esta altura del año las lámparas cuelgan secas
de un techo que se está desmoronando
como una risa íntima y solitaria, una risa de loco.

De la ropa no quedan más que harapos,
al doméstico se lo traga la tierra
y la desnudez se cose a cielo abierto.

La casa se derrumba sobre el tesoro miserable;
la sacudida violenta cambia la carne
y de a poco crece una cola de golondrina.

Levanta descascarado encima de los monólogos
y el tedio, sobre el museo, los artistas y el arte,
para perderse en una nube oscura y espesa.

La respiración le quita el vocabulario
pero no el habla, que se asoma de su garganta
con el niño trepado al árbol.

Un pájaro recién nacido recién ahora canta;
es un pájaro hermoso que ignora lo que debe ser
y vuela, como quizás lo veremos.

Reinaba una calma completa, pero hoy
llueve torrencialmente; brillan los relámpagos
y los truenos abren la cueva en el departamento.

Abajo quedan los muebles y los huesos
del viejo propietario; el resto desaparece
en la boca de la tormenta eléctrica.


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ilustración: Pete Revonkorpi

martes, noviembre 14, 2006

El lado del pájaro













En los labios babea una especie de suspicacia;
tonada del domingo hecha a propósito el lunes.
La saliva inventa cosas que a la rabia se parecen,
pero escucharlas me da nuevas ideas.

El gran insolente enojó a la señorita,
que miraba con placer las hojas en blanco.
Deseé con violencia sus ratos libres,
y dije fue una mala yerba esto que conseguí.

Los pájaros taparon mi cielo azul en su viaje a la nada;
las melodías son hermosas pero la oscuridad se cierra;
los objetos parecen fantasmas, la ropa cobra vida.
Cuando eso sucede, todo puede pasar.

Dos personas aparecieron en la puerta hoy a la mañana,
cuando el día se puso ruidoso por los autos.
Mueren casas, mueren parientes, también muere
uno mismo. No sabe tampoco el que nada sabe.

Suele colorearse de rojo mi pecho, o mis mejillas,
si toco la guitarra, si hablo fuerte o simplemente
cuando me ponen la vista encima.
Los ojos del día son cada vez más.

Casi tengo ganas de creer en este cuadro
seductor que revuelve la sangre,
que te vende un mejor hombre por ser triste
y perderlo todo cuanto antes, por grandeza.

Donde piso se agrieta el suelo y puede verse
el infierno, pero yo nunca caigo, al menos no por ahora,
porque la fuerza física, o la casualidad, siempre deja
una baldosa para que apoye mi pierna flotante.

Los sentimientos pueden cambiar
aunque el lugar parezca quieto.
¿Quién soy yo con esta cara?
¿Te pasaste la noche entre muertos?

No son para vos estas novias;
decile, enano de la suerte,
dónde va a parar la rueda rápida,
que el hombre espera el resultado.

Chico se hacía, mal se lograba,
tenía los ojos en puntos
colorados de alergia,
fijos en un instante soñador.

Arriba en el alto se meten las aves
y dan vueltas alrededor del árbol
que creció pese a todo en mi baldío
raspado por la edad.

Esos pájaros te llevan a lugares.
Se arreglan la barba, se cortan el flequillo
y salen enseguida, en viajes a dedo por el aire,
persiguiendo el brillo en el buen pasar.

Tirado en la silla con la cabeza pesada
y un dolor negro a lo largo de la nuca y la espalda,
les pedí que me sacaran por lento que fuera
de mi estática altura, donde no cabe nadie más.

Las ilusiones son formidables.
Aterrizan contra la mente del hombre rígido
y después la despedazan, para sacarle los gusanos
que alimentarán a sus hijos.

Hay un pájaro que resistió la vida doméstica;
él les avisó a los que ahora vuelan alrededor
de mi cuerpo, a los que toman el agua de mi saliva,
a los están trepados a las cuerdas de mis vocales.

Tengo que decidir qué hago con mis cosas,
si las tiro, si las presto o las regalo.
No se debe andar muy cargado
cuando la distancia es tan larga.

Ella me visita porque quiere despedirse,
pero yo sigo en otro mundo.
No son las ganas de hablar lo que me falta,
es que cualquier asunto parece ridículo.

Mañana va a caer una lluvia de polvo
para ahogar por completo a los vecinos,
al supermercado de enfrente,
a la calle y la propia casa.

Yo voy a estar afuera,
en una extraña juventud.
Va a ser tan simple en el fondo
que ni me voy a dar cuenta.

Un hermoso bailarín me dirige la palabra,
dice que tenga cuidado con los picos voladores
porque pueden arrancarme los ojos.
Yo no sé si creerle.

Quiero probar mis extremidades
ahora, por encima de estos techos.
No sé para qué espero tanto,
si nada me impide el movimiento.

Son insultantes los minutos en el asiento
frente a la computadora y la repisa,
mientras otro Juan Diego resucita en la cresta
de las corrientes, con menos conciencia.

No digo aventuras para llenar el tiempo
ni distracciones sensoriales;
presiento que esta vez no alcanza
con disfrazar el vacío.

Algo flota en el sufrimiento,
se remonta muy lejos para encontrar
un malestar semejante y anularse
mutuamente, en un presente desnudo.

Esos pájaros te llevan a lugares.
Van por la cresta de las corrientes.
Es tan simple que ni te das cuenta.
Cuando eso sucede, todo puede pasar.


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ilustración: Trixis

lunes, noviembre 13, 2006

viernes, noviembre 10, 2006

La separación























A veces sigo el brillo en el buen pasar
por el corredor hacia el ojo caliente
que descascara toda piedra anterior en el tajo.

Pero cuando salgo del hondo vivo
de mi amiga, pobrecita nos muero precipitados
y somos sólo con vistas a la persecución.

No es que vaya a proa
parado en un vértice de impulso,
es que me arrastra delante de ella
la angustia de la vida rápida.

Con riesgo me llevé el altavoz a la boca
y a punto pronuncié el voto
que decidió dónde volcar
lo poco que quedaba en el vaso.

Ella me dio dos metros de tierra
para los huesos de mi Juan pretendiente;
lo hizo hace poco, con cara de teatro,
acompañada por las amigas.

Parado en el pecho,
el corazón golpeó como loco
para avisarle a la gente que pasaba
minutos antes de que el aire se acabe.

Sentimientos no perecederos
permanecen guardados en un depósito,
arriba, en neuronas con candados.
Esa altura es un lugar impenetrable.

Ahora estoy solo pero rodeado
en el medio de una reunión
donde cuento la historia
que se encarga de mí.

A la medianoche gotea el océano
en un desmayo del cuerpo
carcomido por la niebla y las figuras
que se quedan calladas.

Sombrita del fondo del mar,
¿quiénes tienen miedo, sino los viejos
que no se atreven a invitarnos
a nuestro futuro?

Por la cerradura del eco
se oye una conversación.
Hablan de la fiesta de Lucía,
la hija más grande.

El día se está dando vuelta.
La negrura fabulosa
Muestra pinturas insólitas
en la pantalla del techo.

Ella desapareció por abajo,
en la generación más reciente
de raíces y de muertos,
que trajo la última primavera.

Yo sigo hablando,
no sé para qué;
Debe ser por instinto
de conservación.

Mi nombre es Juan Diego,
soy un agujero de ceniza
en el pasto,
que se acuerda de todo.

Paso el tiempo pensando,
a veces viendo en el brillo
a los pájaros que se demoran
en su viaje a la nada.

Mis piernas quedaron apartadas
en una capa de sal.
Allí las quema el desaliento
de la siesta, entre bichos y pobres diablos.

El movimiento terrenal
me va moviendo hacia el sur.
Esto me refresca en verano,
pero me da frío en invierno.

Una mano sobrenatural me mantiene
completamente despierto,
para que siga hablando
mis desventuras a la naturaleza.

Aquel árbol me recuerda a uno parecido
que quería trepar cuando era chico.
En esa época yo era muy bajito
para alcanzar las ramas.

Los restos ya están muy entrados
en el suelo de esta casa,
por eso me pasa que confundo
las ideas con recuerdos.

Voy a ganarme la vida
picando piedras y cosechando flores.
Es bueno tener un pasatiempo
Cuando estás solo.


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ilustración: cockroach

lunes, noviembre 06, 2006

Este miércoles























Gracias Funes por la invitación!

Prometo regalar un par de objetos maravillosos para los clásicos sorteos.

viernes, noviembre 03, 2006

Rexistencia 29 - La barrera

Ayer a la noche me tomé el 39 cartel rojo en Corrientes y Libertad. Iba a vender objetos maravillosos. El coche estaba bastante lleno, pero yo fui sentado, en un asiento de atrás. Una vez en Palermo, bordeamos Plaza Serrano y enfilamos por Honduras para el lado de Juan B Justo.

Media cuadra antes de llegar a la vía quedamos embotellados por el tráfico. Pasaron unos cuantos minutos. La gente empezaba a rezongar, pero todo seguía igual: nada se movía.

De repente, el chofer dijo:

—A ver un muchacho por favor si se puede bajar a levantar la barrera, que está trabada!

Pasó un rato; nadie respondía. El clima se puso tenso. Afuera, se oían bocinazos.

Me puse de pie y dije:

—Bueno, voy yo. Abrime la puerta de atrás!

Agarré la mochila, repleta de anillos, me la puse y bajé. Los pasajeros seguían mi excursión con expectativa, mirando a través de las ventanillas.

Caminé entre los autos y finalmente llegué a la barrera, que era un poco más pesada de lo habitual. Es que en esa parte la calle es más ancha y sólo hay barrera de un lado, por eso es más larga que la mayoría.

Miré para los dos lados y comprobé que el tren no venía. Levanté un poco la barrera y enseguida los autos empezaron a pasar, algunos acelerando frenéticos.

El colectivo se acercaba y entonces tuve que subirla más para que la madera no pegue contra el techo. Por suerte, cruzó sin problemas.

Atrás del 39 venían un montón de autos. Todos querían pasar, así que tuve que quedarme con la barrera levantada. Cada tanto, espiaba si venía el tren, ya que ahora me había convertido en el responsable de la vida de tantos automovilistas.

Después de un rato, como la fila era interminable, decidí hacer unas señas y empezar a bajar la barrera. Los autos se detuvieron inmediatamente. Supongo que habrán pensado que venía el tren.

Me acerqué a los primeros y les dije que la barrera estaba rota, pero que yo me tenía que ir, que alguno se bajara y tomara la posta.

Unos metros adelante, el colectivo había frenado y se mantenía junto al cordón, porque me estaban esperando. Eso me reconfortó. Corrí y subí por la puerta de atrás.

Al llegar, algunos me felicitaron y hasta hubo un par de aplausos, pero descubrí que la mayoría estaba discutiendo. Según me contaron los pibes del fondo, unos pasajeros se habían quejado por el tiempo perdido y le pidieron al chofer que siguiera, que este viaje era eterno y que cómo puede ser, pero éste, apoyado por otras personas, se negó rotundamente. Parece que les dijo:

—Me voy a quedar acá todo el tiempo que sea necesario, hasta que vuelva el muchacho, que gracias a él pudimos pasar la barrera.

Unas cuadras después me bajé. El chofer me repetía:

—Gracias, gracias muchacho.

Ese señor me habrá dado suerte, porque después, cuando fui a ofrecer objetos maravillosos a los bares, amasé grandes fortunas vendiendo anillos a diestra y siniestra.

Rexistencia 28 - El almacén de la Juanita -----------------------------------------------------------------------------------

jueves, noviembre 02, 2006

Cobrar todo el viaje























El tipo se da vuelta me mira desconfiado enamorado me dice
qué pasa ratón le digo qué mierda te importa
me dice cuál es mi interés escondo la causa le digo tomá
él me dice pará yo le digo tomá él me dice pará por favor pará
no le digo nada más le hago cobrar todo el viaje
le arruino la parte escamosa con una patada
le hago un pungo en la pulpa y empieza a caer
con gesto patético músculo blando y melancolía
lo acompaño con la pinza bien metida en el fondo
que saca leche y una especie de uva
le hago rosca tres vueltas y su cuerpo toca la estática
canto el idiota ya nada puedo hacer por él
crece la polimorfa me tiro al piso y empiezo a sobarle
la sustancia que gotea el dolor progresivo
que palpita desde los días de infancia que empujan
me pongo de pie canto al morir los hombres son blancos
con la energía cinética corro a la perspectiva
arqueada en las veredas sobre la lengua de la ciudad
que me traga como a las casas los árboles y la calle.

miércoles, noviembre 01, 2006

La preocupación

A sexy sadie

El abrazo con ojos directos de la otra noche se quedó pegado, qué suerte, y la alegría me batió la mente con regocijo. Yo estaba contento. Era un ir y venir del sentimiento en las cosas, rebotando aún en las actividades domésticas y laborales. La cara de la nueva chica era un sol que me perseguía entre techos, de colectivos, de casas, de bares, y el teléfono, que siempre está atento a estos imprevistos de la existencia, transmitía besos por aire a distancia.

Pero lo que se viene pasa siempre de un día para el otro, y acaba de pasar. Así que pensé que lo único posible, ahora que todo se echa a perder inevitablemente, es escribir, cualquier cosa.

Antes de despedirla, voy a dejarle las uñas clavadas en la imagen.

En siempre, en estuvo, espectro eferre con cara de barro me pondré de pie para la nueva caminata en el ilusorio, hasta llegar al punto del mirador donde se apaga la luz, se prende la luz, se apaga la luz, se prende la luz, para el desamor por favor adelante, no detenerse antes de la indiferencia muy lejos.

Hacia el continuo paso voy conversando con la nada y ya la extraño, primero tímidamente, después con disserto pluvial, aunque sea una completa desconocida.

Chorrea baba por mi ojo, inexpresivo sobre el rostro expresivo, la romería y el río de mí en el obbrutesco de las facciones, campo inevitable, campo irreparable, la cara se ha transformado en una postura de ademanes paralizados, marino del olvido por fin he llegado, caminante negro-blanco como esta meseta deslizante, muerto, ausente como un hombre de fotografía, intermori, demori, decedere, obire, eppetere, perire, interire polimorfo y narrador de las relaciones nonatas de amor.

Noctámbulo, noctívago en la piecita frente a la computadora me duele el estómago, me duele el pecho en la respiración abovedada, me duele el brazo, pienso cómo era esa chica en el parque centenario, no me acuerdo cómo era esa chica, me concentro pero cómo era esa chica, endocrina la hipófisis pero cómo era esa chica, secreta la antidiurética pero cómo era, cómo me miraba, era una tarde de primavera, esa chica dónde está ahora que el silencio me aplasta, y cómo es posible que no me acuerde, me duele el estómago, la gente estará rezando, la gente llorando, cómo era, la cadena de mensajes se quiebra, a los besitos se los traga la multitud, y el hipotálamo me quiere devolver los besos que le regalé a esa chica, que sangra, que chorrea en el cefalorraquídeo de la hemorragia interna de mi memoria, pero cómo era, tan joven, tan linda, cómo era esa chica, noctámbulo me duele el brazo en flores, noctívago me acosa el invisible, pero cómo está, hombre parque, hombre calle, ¿está bien?, ¿podrá verme?, ¿podrá recordarme al menos?.

La gravedad se desmenuza.