sábado, julio 21, 2007

El libre albedrío

“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos”
Dickens


del hígado repercute la fuerza
sobre el comportamiento de mis células
que chupan descontroladas
el reflujo de oxígeno
después de cada eructo.

Orgía,
células liberan más energía,
alimentos digeridos chupan más oxígeno,
la masa de aire aumenta por hiperventilación
y el manómetro alcanza lecturas originales,
un aleteo de insecto zumbando en las entrañas,
una inyección de pascales abriendo el fuelle
que marca el ritmo de la calle en el sistema
interior circulatorio del pequeño sensible.

Palomitay,
me voy con la zamba al Cementerio Marino.
Ahí puedo ver un rato a la chica que me gusta;
tiene los ojos rojos como el hombre gato
y una lengua larga de camaleón
que desenrosca con mucha frecuencia.

El otro día, ¡zas!,
se comió una mosca
que tenía en el cuello;
las cosquillas me sacaron de quicio
y empecé a reír.

Ella saca la lengua
larga y escamosa
y me chupa los ojos;
primero el izquierdo,
porque a ella le excita más
por los lunares.
Yo se lo permito,
por más que a mí
me da lo mismo
cualquier ojo.

Mastica mis paisajes anteriores
y las viejas interpretaciones
que tuve que construir en la infancia,
esa inquietud a mis espaldas
que me persigue con gérmenes patógenos.

Nódulo sinoauricular
en efecto dominó,
avalancha de sangre
sobre el fascículo de His
por las fibras de Purkinje
llega a los músculos papilares
y las paredes ventriculares
el miedo y la mancha
y el estímulo contráctil
es imposible,
por eso me transformo
en sujeto dilatado.

Explosión del tórax y de mi cuerpo en general,
ensoñación antifísica, partido en mil pedazos,
incrustado un poco acá, un poco
allá, en un ciudadano, en un adolescente que sube,
en la señora que llega para ver el evento.

Todos bailan alrededor
de mi piñata perforada,
se enchastran y juegan
con mis partes.

Yo puedo verlo todo,
por más que los ojos
ruedan en el pasillo
hacia el fondo
con su colita blanca
de espermatozoide
en su carrera por la vida
hasta el óvulo
del paisaje conurbano.

Labios en el bolsillo,
dientes en el rincón,
lengua en aquella mano,
jamás volverán a unirse las partes
ni a articular sonido alguno,
por lo menos no en mi boca.

Me dan por perdido
en el campo minado de la venta ambulante,
estos lo dicen, aquellos lo piensan,
yo mismo podría creerlo.

Pero la verdad es que sigo pensando
atento a la nueva ola
que llega con la creciente social
de la literatura.

Objeto maravilloso,
todavía existo caminando entre mesas
y puedo ver aunque me saquen la vista
estos cuervos que vamos criando

todavía existo en la esquina del vagón
y puedo ver cada movimiento y saqueo
que los pasajeros del tren de la época
hacen de mi vieja propiedad.

2 comentarios:

luks dijo...

muypero muuuuy
bueno.

Anónimo dijo...

que grande sos juanegriego