viernes, noviembre 03, 2006

Rexistencia 29 - La barrera

Ayer a la noche me tomé el 39 cartel rojo en Corrientes y Libertad. Iba a vender objetos maravillosos. El coche estaba bastante lleno, pero yo fui sentado, en un asiento de atrás. Una vez en Palermo, bordeamos Plaza Serrano y enfilamos por Honduras para el lado de Juan B Justo.

Media cuadra antes de llegar a la vía quedamos embotellados por el tráfico. Pasaron unos cuantos minutos. La gente empezaba a rezongar, pero todo seguía igual: nada se movía.

De repente, el chofer dijo:

—A ver un muchacho por favor si se puede bajar a levantar la barrera, que está trabada!

Pasó un rato; nadie respondía. El clima se puso tenso. Afuera, se oían bocinazos.

Me puse de pie y dije:

—Bueno, voy yo. Abrime la puerta de atrás!

Agarré la mochila, repleta de anillos, me la puse y bajé. Los pasajeros seguían mi excursión con expectativa, mirando a través de las ventanillas.

Caminé entre los autos y finalmente llegué a la barrera, que era un poco más pesada de lo habitual. Es que en esa parte la calle es más ancha y sólo hay barrera de un lado, por eso es más larga que la mayoría.

Miré para los dos lados y comprobé que el tren no venía. Levanté un poco la barrera y enseguida los autos empezaron a pasar, algunos acelerando frenéticos.

El colectivo se acercaba y entonces tuve que subirla más para que la madera no pegue contra el techo. Por suerte, cruzó sin problemas.

Atrás del 39 venían un montón de autos. Todos querían pasar, así que tuve que quedarme con la barrera levantada. Cada tanto, espiaba si venía el tren, ya que ahora me había convertido en el responsable de la vida de tantos automovilistas.

Después de un rato, como la fila era interminable, decidí hacer unas señas y empezar a bajar la barrera. Los autos se detuvieron inmediatamente. Supongo que habrán pensado que venía el tren.

Me acerqué a los primeros y les dije que la barrera estaba rota, pero que yo me tenía que ir, que alguno se bajara y tomara la posta.

Unos metros adelante, el colectivo había frenado y se mantenía junto al cordón, porque me estaban esperando. Eso me reconfortó. Corrí y subí por la puerta de atrás.

Al llegar, algunos me felicitaron y hasta hubo un par de aplausos, pero descubrí que la mayoría estaba discutiendo. Según me contaron los pibes del fondo, unos pasajeros se habían quejado por el tiempo perdido y le pidieron al chofer que siguiera, que este viaje era eterno y que cómo puede ser, pero éste, apoyado por otras personas, se negó rotundamente. Parece que les dijo:

—Me voy a quedar acá todo el tiempo que sea necesario, hasta que vuelva el muchacho, que gracias a él pudimos pasar la barrera.

Unas cuadras después me bajé. El chofer me repetía:

—Gracias, gracias muchacho.

Ese señor me habrá dado suerte, porque después, cuando fui a ofrecer objetos maravillosos a los bares, amasé grandes fortunas vendiendo anillos a diestra y siniestra.

Rexistencia 28 - El almacén de la Juanita -----------------------------------------------------------------------------------

24 comentarios:

Ling dijo...

Ud. es un ángel.

Anónimo dijo...

Excelente, amigo !

Buen fin de semana.

Atte.

Anónimo dijo...

buenas lecciones y excursiones, buenas recompensas
un beso juan

EmmaPeel dijo...

Se recibió de pequeño gran héroe, Super Rex!
Un beso con capa roja

marina k dijo...

un héroe, amigo. me encanta este relato. sos un sujeto maravilloso. ;)

Anónimo dijo...

Juan Diego Un Servidor!!
aplausos!!!!

a ver si este finde nos cruzamos en plaza francia ehh

beso

Martín H dijo...

grande, Superjuan!

Saludos
m

El señor de abajo dijo...

grande rex!
quiero ser meteoro para ser tu hermano!

Anónimo dijo...

A ud los colectiveros le aman y conmigo se putean semanalmente...Pffff
No comprendo.

Anónimo dijo...

Gran historia, Juan.
Vivo a cinco cuadras de la vìa, para el lado adonde se dirigía el 39. Espero cruzarte alguna noche vendiendo tus objetos maravillosos.

L. dijo...

Una maza ese chofer! Y usted Incardona, un hombre como los que ya no quedan!

myrna minkoff dijo...

Qué persona más dulce que sos.

Anónimo dijo...

Viste! Todo vuelve!

qué buena anécdota y también la escribiría si me hubiera pasado.

un saludo!

Jaramillion dijo...

Pedazo de historia.

En situaciones así, hay que poner lo que hay que poner: huevos y diplomacia.

Suerte con los objetos.

Anónimo dijo...

Muchas gracias a todos!

Luciana Rezzónico dijo...

Gracias, gracias por este relato, muchacho.

Un beso

Clara O. dijo...

Mirá mi versión de tu historia...
Qué suerte lo de los anillos. Qué siga así!

Anónimo dijo...

Lindo reencontrarte, amigo. Lindo lindo leerte así, heroico.

Anónimo dijo...

gracias luciana y clara (muy buena la version y el poema final)

muchas gracias nico, amiga!
besos!!

Cynthia dijo...

Te descubri te lei y me gusto.. besos!!!!!!!

ij dijo...

un heroe anónimo?

Anónimo dijo...

¿Sabés qué? Es la primera vez que te leo (y a lo mejor la última) pero así, por ésto, me sale decirte que te quiero.

Gracias, gracias, muchacho...

Anónimo dijo...

gracias amigos.
saludos!

gabriel dijo...

Genial, cerca de esa placita donde Laura Cerrato en su "Winston Churchill Mood" te dijo un par de cosas sabias (según se mire, eh), una noche ...?