El abrazo con ojos directos de la otra noche se quedó pegado, qué suerte, y la alegría me batió la mente con regocijo. Yo estaba contento. Era un ir y venir del sentimiento en las cosas, rebotando aún en las actividades domésticas y laborales. La cara de la nueva chica era un sol que me perseguía entre techos, de colectivos, de casas, de bares, y el teléfono, que siempre está atento a estos imprevistos de la existencia, transmitía besos por aire a distancia.
Pero lo que se viene pasa siempre de un día para el otro, y acaba de pasar. Así que pensé que lo único posible, ahora que todo se echa a perder inevitablemente, es escribir, cualquier cosa.
Antes de despedirla, voy a dejarle las uñas clavadas en la imagen.
En siempre, en estuvo, espectro eferre con cara de barro me pondré de pie para la nueva caminata en el ilusorio, hasta llegar al punto del mirador donde se apaga la luz, se prende la luz, se apaga la luz, se prende la luz, para el desamor por favor adelante, no detenerse antes de la indiferencia muy lejos.
Hacia el continuo paso voy conversando con la nada y ya la extraño, primero tímidamente, después con disserto pluvial, aunque sea una completa desconocida.
Chorrea baba por mi ojo, inexpresivo sobre el rostro expresivo, la romería y el río de mí en el obbrutesco de las facciones, campo inevitable, campo irreparable, la cara se ha transformado en una postura de ademanes paralizados, marino del olvido por fin he llegado, caminante negro-blanco como esta meseta deslizante, muerto, ausente como un hombre de fotografía, intermori, demori, decedere, obire, eppetere, perire, interire polimorfo y narrador de las relaciones nonatas de amor.
Noctámbulo, noctívago en la piecita frente a la computadora me duele el estómago, me duele el pecho en la respiración abovedada, me duele el brazo, pienso cómo era esa chica en el parque centenario, no me acuerdo cómo era esa chica, me concentro pero cómo era esa chica, endocrina la hipófisis pero cómo era esa chica, secreta la antidiurética pero cómo era, cómo me miraba, era una tarde de primavera, esa chica dónde está ahora que el silencio me aplasta, y cómo es posible que no me acuerde, me duele el estómago, la gente estará rezando, la gente llorando, cómo era, la cadena de mensajes se quiebra, a los besitos se los traga la multitud, y el hipotálamo me quiere devolver los besos que le regalé a esa chica, que sangra, que chorrea en el cefalorraquídeo de la hemorragia interna de mi memoria, pero cómo era, tan joven, tan linda, cómo era esa chica, noctámbulo me duele el brazo en flores, noctívago me acosa el invisible, pero cómo está, hombre parque, hombre calle, ¿está bien?, ¿podrá verme?, ¿podrá recordarme al menos?.
La gravedad se desmenuza.
Pero lo que se viene pasa siempre de un día para el otro, y acaba de pasar. Así que pensé que lo único posible, ahora que todo se echa a perder inevitablemente, es escribir, cualquier cosa.
Antes de despedirla, voy a dejarle las uñas clavadas en la imagen.
En siempre, en estuvo, espectro eferre con cara de barro me pondré de pie para la nueva caminata en el ilusorio, hasta llegar al punto del mirador donde se apaga la luz, se prende la luz, se apaga la luz, se prende la luz, para el desamor por favor adelante, no detenerse antes de la indiferencia muy lejos.
Hacia el continuo paso voy conversando con la nada y ya la extraño, primero tímidamente, después con disserto pluvial, aunque sea una completa desconocida.
Chorrea baba por mi ojo, inexpresivo sobre el rostro expresivo, la romería y el río de mí en el obbrutesco de las facciones, campo inevitable, campo irreparable, la cara se ha transformado en una postura de ademanes paralizados, marino del olvido por fin he llegado, caminante negro-blanco como esta meseta deslizante, muerto, ausente como un hombre de fotografía, intermori, demori, decedere, obire, eppetere, perire, interire polimorfo y narrador de las relaciones nonatas de amor.
Noctámbulo, noctívago en la piecita frente a la computadora me duele el estómago, me duele el pecho en la respiración abovedada, me duele el brazo, pienso cómo era esa chica en el parque centenario, no me acuerdo cómo era esa chica, me concentro pero cómo era esa chica, endocrina la hipófisis pero cómo era esa chica, secreta la antidiurética pero cómo era, cómo me miraba, era una tarde de primavera, esa chica dónde está ahora que el silencio me aplasta, y cómo es posible que no me acuerde, me duele el estómago, la gente estará rezando, la gente llorando, cómo era, la cadena de mensajes se quiebra, a los besitos se los traga la multitud, y el hipotálamo me quiere devolver los besos que le regalé a esa chica, que sangra, que chorrea en el cefalorraquídeo de la hemorragia interna de mi memoria, pero cómo era, tan joven, tan linda, cómo era esa chica, noctámbulo me duele el brazo en flores, noctívago me acosa el invisible, pero cómo está, hombre parque, hombre calle, ¿está bien?, ¿podrá verme?, ¿podrá recordarme al menos?.
La gravedad se desmenuza.
4 comentarios:
cómo me gusta tu nombre juan diego
:)
que lindo texto
g
muchas gracias Gladys.
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