Totó el oxidado sigue con nosotros, todavía no pudimos ubicarlo. Parece que va a ser un perro grande. Ya pesa 12 kilos. Está muy lindo. Es atigrado -como algunos Boxer o Pitbull. Tiene orejas gigantes. Acostumbra tener una levantada y la otra caída. Es muy pero muy quilombero. A Ayax lo vuelve loco, pero igual se re quieren. Son amigos, juegan todo el día.
Ayer, dejé el lavarropas andando (estoy obsesionado en bajar la pila de ropa sucia del tacho, y lo estoy logrando!) y me fui a mi pequeño cuartito blanco a diseñar. Puse música bastante alta. Cuando escribo o diseño, entro al éxtasis del cuartito blanco con música y me olvido del mundo.
Habrán pasado cuarenta minutos. ¡La ropa! Fui a ver qué onda la ropa. Entré a la cocina, ¿pero qué es esto?: Totó flotaba en medio de una laguna descomunal en un disco de plástico que le regalé. ¿Pero qué pasó? Totó me miraba con su clásica caripela de yo no fui. Pero fue. Se ve que agarró la manguera de la descarga (hace días que la muerde) y la sacó de la rejilla. La apuntó exactamente hacia la cocina. Para colmo, el lavarropas -que ya no quiere más- se traba a cada rato. Y esta vez se trabó en la descarga. Es decir, estuvo saliendo agua a chorros durante mínimo, no sé, 25, 30 minutos.
Pero la cosa no termina en la indundación de mi casa (cocina, patio y un poco de Living).
Tocaron el timbre. Era una vecina alarmada. Estaba con un balde y un secador: se había inundado todo el pasillo. Nooooo! -me quería matar. No sólo el pasillo. El agua hizo cataratas por la escalera (yo vivo en el primer piso) y llegó hasta abajo, inundando el hall de Planta Baja. Llegaron más vecinos, con miradas acusadoras. Les dije que hubo un accidente con el lavarropas, que se había roto la manguera y que yo estaba en el fondo. De Totó no les dije nada.
Limpiamos y limpiamos y después de limpiar el edificio durante un buen rato, volví a mi casa para secarla. Antes de entrar, me llamó una mina que había bajado del segundo. Tená un celular en la mano. El administrador estaba en línea!. Me preguntaba si ya estaba todo resuelto, si tenían que mandar gente para ayudar. La mina me miraba tan acusadora como el resto de los vecinos, que, poco a poco, volvían a sus casas, trapos en mano.
Entré. La laguna de la cocina tenía olitas. A Totó lo quería matar, aunque al mismo tiempo me daba mucha risa pensar que un ser tan pequeño fuera capaz de armar tanto quilombo. ¿Pero dónde estaba el muñeco? Antes de salir a limpiar en el pasillo, lo había encerrado en el balcón. Pero ahora no estaba. ¿Se quiso suicidar y se tiró a la calle? Pobre, capaz que se sentía culpable, ¿no? No. El guachito había levantado la persiana (cerrada!) de mi pieza (mirá la fuerza que tiene!) y estaba tirado muy pancho en mi cama.
Rexistencia 22 --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
6 comentarios:
jaja, veo que andás ocupado.A mí la semana pasada me siguió un colega puneño de Totó desde su pueblito natal en medio de la cordillera, en una travesía de 6 hs por la montaña, bajo una tormenta de aquellas, y se anunció cdo habíamos llegado a destino...obviamente, ahora la movida es encontrarle casa en este pueblo...nada fácil
amiga, veo que estamos en la misma. ojalá le encuentres casa.
dónde estás?
un beso
¡dejad de juntar perros!
besojuan
Me parece que el Oxidado es un grozzo...
Ja! Totó no es tan acuático como su amigo, prefiere la cama...
-debería, paula.
-de una, diego.
-gran verdad, enmasc.
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