viernes, enero 20, 2006

Ofelia de metales

En la famosa pintura de Millais, se puede ver a Ofelia muerta flotando en el agua con flores en la mano. Yo conocí una Ofelia, pero en la mano siempre llevaba metales. Me parecía un nombre raro, Offffeliia, como de vieja. Capaz me parecía eso porque justamente ésta era muy vieja. Tenía un galpón donde compraban y vendían cobre, bronce, plomo, aluminio, etc. Era la mamá de Tucho, un amigo nuestro al que todos tenían de punto. Cuando íbamos a la calle muerta, Tucho decía que le daba miedo, que sus hermanos le habían contado que en ese lugar había lobizones. Qué pescado que sos, Tucho, le decíamos, los lobizones no existen, gilún, gil de goma, gil de lechería. Una vez lo atamos a un poste de luz y lo dejamos solo. Gritaba como loco. Parecía que aullaba. Ahora los lobizones existían. Mis metales favoritos son el cobre y la alpaca. El cobre porque siempre me gustó la electricidad. Una vez hice una instalación trifásica, en el secundario. Fuerza motriz. Yo estudié en un colegio industrial. Industrial, colegio de varones, industrial, colegio sin igual, industrial, no entran mariquitas ni nenitos de mamita como en el comercial. Apenas entré, algunos cantaban eso. A mí me intimidaba, me metía presión. Hasta segundo año anduve tímido y por eso me comí un par de inusticias y hasta alguna paliza. No sé qué me pasaba. No reaccionaba. Pero cuando empezó tercer año fui decidido a hacerme valer. El primer día un pibe me bardeó delante de todos. Sin preámbulo de ninguna clase le pegué una piña en la cara. Calladito salame, le dije. El chabón se cagó todo y a partir de ese día mis compañeros me respetaron. La alpaca me gusta porque mucho tiempo después decidí hacer objetos maravillosos, artesanales, de alambre 1,25 blando, o 0,6 semiduro, para ganarme la vida. Por otra parte, mi viejo trabajó con metales durante años. Es tornero y la tiene muy clara. Cuando cumplí diez me regaló un ancla de bronce. La hizo él. Todavía la tengo. En aquella época la mayor parte de los medidores de gas que se robaban iban a parar al galpón de la Ofelia, una doña que, a diferencia de su hijo Tucho y de la mina que flota en el cuadro, era muy viva. Me parece que después terminó en la cárcel de Ezeiza. Bueno, tan viva no era entonces. No sé. La carcasa del medidor de gas era de aluminio. A la mamá de Laurita ya se lo habían robado, igual que al gallego de la esquina. En la tele también hablaban de eso. Me llamaba la atención una de las palabras que usaban: "ola". Decían "ola de robos". Algún diario habrá publicado esta noticia: "Los árboles están tan frondosos que tapan las luminarias y provocan que esto se convierta en una boca de lobo propicia para todo tipo de ilícitos, como la ola de robos de medidores de gas, tendidos telefónicos, rejillas de bocas de tormenta, porteros, picaportes, etc., que últimamente padece la población". Los vecinos estaban paranoicos. Los herreros consiguieron buenos laburos haciendo rejitas sobre los medidores. En mi casa la hicimos nosotros. Un tarde mi papá cayó con una soldadora que le prestaron en la fábrica. Me dejó soldar un par de barrotes. Al otro día me agarró arena en los ojos. Me dijeron que no me asuste, que a veces pasaba, pero que no me refriegue. Una semana después de que soldamos la rejita, subí a la terraza a descolgar la ropa. Fue una mañana. Había pasado algo: estaba todo inundado. Llamé a mis viejos y subieron a ver. Mi abuelo también subió. Habían serruchado el caño de plomo que iba al tanque de agua. Yo hice muchas preguntas. Estaba como fascinado: era la primera vez que nos robaban. Va, no sé si era la primera vez que "nos", pero era la primera que "me". Por suerte no me afanaron muchas veces más. Toco madera. Cuando era más grande, en la cancha de Velez, unos guachos trataron de manotearme el gorrito de Boca. Tironearon y tironearon, pero me aferré tanto que no lo consiguieron. Una vez fui a tomar la leche a lo de Tucho. Ofelia nos dio unos scones que hacía ella. Estaban buenísimos.

6 comentarios:

Diego dijo...

Me gusta, narra sin perder la calma la violencia cotidiana. Hilvana muy bien la violencia al interior de la infancia -entre infantes -con la que sigue en la sociedad, a la vista de todos, la que está penada por ley y sale en los diarios y en la televisión. El Tuncho atado a ese poste de luz. Y el mito del lobizón dando vueltas por ahí, sin encajar definitivamente en ningún lado; podría no estar el mito, pero está y acompaña todo. Algo está mal, no cierra, lo cerramos con un mito, para seguir, sin saber si hacemos bien; bien algo, todo o nada.

Saludos

Anónimo dijo...

Buenísimo el comentario, Diego.
Muchas gracias.

Diego dijo...

¿Estás escribiendo a lo loco en éste enero 2006 o estás sacando textos del arcón para publicarlos en el blog?

Feliz domingo.

Anónimo dijo...

Son todos escritos ahora, Diego, salvo Fabio Leguizamón, que era un cuento viejo que reescribí.

Un abrazo

Pablo dijo...

El realto está barbaro...me hizo acordar a cuando me afanaron el picaporte...ra de bronce y reeee pezado...buena guita hicieron con él...ahora, esos i, para fundirlo tuvieron que conseguir alto horno.

todavía no lo pude reponer y no se si lo voy a hacer.

Juan Dé dijo...

Gracias Pablo.

Lástima lo del picaporte. Qué buena palabra esa. Picaporte, pica-porte. Porte debe venir de puerta. Ese pica no sé qué significa.
un abrazo