En el balcón tengo cinco canteros. Todos los preparé yo. Uno tiene clima de playa, con pequeñas elevaciones que parecen dunas. Están salpicadas por arbustos de hoja dura y finita. El mar debe estar cerca. Puedo olerlo. Me imagino barrenando bien adentro, en un océano agitadísimo. De Claromecó, Las Grutas o Mar azul. Otro cantero tiene arbolitos. Son orgullosos y bastante clásicos. Los tronquitos sin hojas, las copas enramadas hacia el cielo. Parecen árboles frutales. Deben ser de Río Negro o Neuquén. En Zapala conocí a un cacique mapuche. En Aluminé, lleno de colores, los gitanos quisieron leerme la mano. No, gracias. Llegué justo el día de la fiesta del pueblo. Había gauchos por todos lados. Aluminé significa "pozo reluciente". Las empanadas valían cincuenta centavos y eran gigantes. Otro cantero, el del medio, es lejos el más frondoso. Tiene una planta selvática inmensa, llena de flores durante todo el año. Chupa más agua que una esponja. Si no le pongo, se arruga toda. Pero revive enseguida. Es muy fuerte. Siempre le encuentro cositas muy raras entre las hojas y sobre la tierra que la rodea. Son pedacitos muy chiquitos de metal, color rojo y negro. Capaz que vienen volando de algún lado. Aunque no entiendo por qué sólo van a parar a ese cantero. Para mí que adentro hay una guerra. Por el clima tropical, puede ser Vietnam. Tiran bombas de napalm. Los vietnamitas están escondidos abajo de la tierra. El cuarto cantero es un desierto. Tiene nada más que un cactus, que me regaló mi viejo. Si ahí se pelea, lo hacen mis soldaditos: tropas del África Korps, con Rommel a la cabeza, luchando palmo a palmo por el control del cactus, contra las fuerzas aliadas comandadas por Montgomery. El quinto cantero se está convirtiendo en uno de mis favoritos. Sufrió muchas modificaciones desde que apareció por primera vez en el balcón, bien en la punta, al lado del convento y enfrente del supermercado de los chinos. La tierra se le fue ennegreciendo con el tiempo. Hoy sus plantas son casi todas silvestres. Semillas que vinieron volando y crecieron allí. Hay una buena variedad de especies: campanitas que habrán llegado de la vía del Sarmiento, acá a dos cuadras, plantas de hojas redondas muy verdes, arbustitos exóticos con flores que parecen plumas, enredaderas que trepan la reja del balcón, plantas de hojas anaranjadas y algunos yuyos más que interesantes. Este cantero es el más lindo. Un edén. A Eva ya la conocí, hace tiempo, en un baile de la 137. Era una versión alta, de labios carnosos. La manzana que me dio a probar estaba roja, bien roja, roja la terrible, roja como la boca de aquella noche, roja en la pared la planta carnívora tiraba cabezazos y me tragó la boca, la cara, me masticó el cuello, me incrustó los maxilares vegetales para envenarme, me puso rabioso y con la piel de gallina, malvón colorado, cada vez más enrojecida su imagen el semen parece sangre.
lunes, enero 23, 2006
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3 comentarios:
Empanadas por 50 centavos. Muy bueno, ya me imagino unas vaciones por esos pagos.
Buen post.
Qué preciosura, Rex, tu ir y venir entre el consciente y el inconsciente todo el tiempo. Nunca se sabe qué es real y qué es imaginado, qué es de ahora y qué es de antes.
Y la memoria de cuando eras más chico,como en Ofelia, qué bueno que la guardes tan presente.
Gracias a los tres.
saludos
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