"Te voy a contar un cuento de hadas para que te duermas y descanses en él. Tengo unos bárbaros (...) Son cuentos de hadas al revés"
Carlos Gamerro
Corto un pedazo de alambre de alpaca 1, 25. Agarro la pinza rosario, la chata y el alicate. Recuerdo las rejas de algunas casas. Hago pequeños firuletes, que denomino "minipartes". Acomodo los pequeños objetos en la mesa de madera hasta formar con ellos el dibujo que imagino. Una vez presentado el rompecabezas, agarro el pincel y lo mojo en el frasco con fundente. Pacientemente, abandono una gota en cada unión. Abro la garrafa, tomo los fósforos y enciendo el soplete de mi soldadora. En el cuarto hay música. Pienso cosas. En la mano izquierda, el alambre de plata; en la derecha, firme el soplete. Comienzo a soldar. La plata se deshace en las gotas de fundente (por eso es importante no mojar toda la pieza, sino la plata se desparramaría y el objeto quedaría muy desprolijo). La pieza queda perfectamente unida. Buen trabajo. Pero está toda negra, por el fuego de la soldadora. Abro el frasco con ácido nítrico. Tomo la pieza negra con la brusela (porque está caliente) y la meto en el frasco con ácido. Poco a poco, la pieza se va limpiando; se descascara la negrura. Saco la pieza. Está limpia, pero muy opaca, sin brillo, debido a la acción del ácido. Agarro la pomada de Brillametal y unto un poco en el trapo de una de las ruedas de la pulidora. Enciendo el motor. Acerco la pieza –la tengo con la pinza chata- y le doy vuelta y vuelta durante un rato. Pienso cosas. Listo, está brillante. Agarro el alambre de alpaca semiduro 0,6. Hago unos eslabones "gotita" y los engancho en los costados de la pieza brillante 1, 25. Le agrego algunas piedras de escaya. Amatista y granate, mis favoritas. Agrego más eslabones: "gotitas", "S" y "resortes", hasta formar una cadenita. Hago un gancho "macho" y uno "hembra". La gargantilla está terminada. La llamaré "Infierno afrodisíaco". Pasan algunas horas. Voy a Plaza Francia. Le digo a un grupo de chicas: ¿Quieren ver objetos maravillosos?. Sí, me contestan. Una chica se prueba una gargantilla. Se mira en el espejito. Se llama "Infierno afrodisíaco", le digo. Jaja, ¿cuánto cuesta? Cinco pesos. Bueno, me la llevo. Bienvenida al éxito. Pasan años. Voy caminando por Callao. Me cruzo con una chica. No la conozco, pero su cuello me llama la atención. Miro bien. Ante mis ojos pasa, fugaz, la imagen de una de mis gargantillas. Ha perdido brillo. Miro, miro la gargantilla. Lo que queda de ella. El instante se alarga infinitamente, pero es muy breve. La chica pasa. Me doy vuelta. La chica se aleja. Estoy parado en plena calle. Sigo mirando. El semáforo está en verde. Los coches me tocan bocina. Subo a la vereda. Miro a la vieja clienta. Se aleja. Desde allí no puedo ver la gargantilla. Cuando la hice, yo vivía en otra casa, tenía otra novia, estaba escuchando música, tenía el pelo más largo, estaba pensando cosas que no recuerdo. Allá va todo eso, apretado al cuello de la figura, ahora diminuta, que se achica progresivamente en el horizonte de Callao, hacia Santa Fé.
Objetos maravillosos - 1 ----------------------------------------------------------------
4 comentarios:
Tu armazón de alambre, tu pulido, tu engarce puestos en ese objeto escapado y hoy menos brillante... todo se parece a una teoría del hacer y el uso, ¿o será que ando con eso en la cabeza?
y hace cinco días que penden de mis orejas dos de tus objetos maravillosos ¿estoy a punto de entrar en el mundo nuevo? ¿cuándo olvidaré qué pensabas cuando los hiciste-vendiste?
demasiado sol para no estar melancólica con tu chica que se va a la pasar con gargantilla, recuerdo, vaivén, pasado, ilusión...
Rex, lindo relato de tu trabajo, que por lo que veo es más bastante más que artesanal.
Conmovedor, Rex. Buena historia. Viste eso de Atahualpa que decía que el mayor logro de un artista es convertirse en anónimo? Bueno, creo que tu relato muestra algo así. Pudiste ver esa trascendencia de algo tuyo, usado, disfrutado, apropiado por otro. Para mí en los oficios manuales hay como una santidad. En los objetos queda el silencio y el amor del artesano. Hablemos de esto cuando nos veamos. Te mando un abrazo.
je je, yo también quiero un infierno afrodisíaco!
Publicar un comentario