miércoles, octubre 11, 2006

Jeremías pies de plomo


















Pegamos onda con un grupo copado, unas diez personas, y paramos en la casita de Adriana, señora hippie con ojos grandes que era amiga de uno de los chicos. Allí estuvimos diez días en la sombra del Piltriquitrón, acampando en su jardín de cesped grueso, protegidos del viento, aunque a merced del rocío matinal de cada día.

Una noche colgado de las nubes fue la Fiesta del Lúpulo. Las callecitas estaban atestadas de gente, de rockeros y gendarmes. Empanadas deliciosas y baratas, vino, muchísima cerveza, el festival lo cierra Vox Dei. Corrían los primeros años de la década del `90, pero la instalación bolsoniana de verano hippie y rockero nos hacía pensar, quizás, que eran los comienzos del `70.

Tanto alcohol y tanto faso en la zapada previa a uno le distorsiona el hipotálamo. Distabesco progresivo experimenté la nocturnidad del concierto con la horda agitante, chicos malos de pelo largo, salto y grito, usurpando la verdadera historia, por encontrarla, de Sam el Montañez.

El último tema nos puso en la cumbre nevada de azúcar amargo, y eres muy dulce, amarga a veces, ¿qué haré?. Fue una noche inolvidable. Gracias Willy, Ricardo, Rubén.

Para la sibilancia, para el extranjero, me enredé con una indígena en plena calle: chica voluptuosa, suavemente oscura, como la arcilla, boca grande, infernal. Por suerte, la calle de tierra estaba escondida y la iluminación era baja. El recoveco fue suficiente para protegernos de la interrupción, sobre todo de la Gendarmería, que daba vueltas por todos lados.

A la mañana siguiente me encontraron hablando pavadas, en el alba psicodélica junto al arroyo. Mumra y otro pibe, el Gordo de Ituzaingó, me obligaron a ir con ellos a la carpa, en el jardín de Adriana. Me contaron que yo no quería, que me revolcaba por el piso, que me lamentaba, que repetía el nombre de una chica.

El viaje se cerró durante dos días en un tren descontrolado. Como no podíamos parar de tocar, nos subimos al techo del vagón, donde cantamos nuestro rock a la mañana campestre, pasando Bahía Blanca.















Un año después, conocí a Willy Quiroga en un asado en la casa de la Pitu, en Villa Celina. Comimos y bebimos como Dios manda. Jugamos a las cartas y hablamos de muchas cosas. El lucía una remera negra con la inscripción de Marshall; yo una nevada donde decía Rock and Roll.






















Cuando la tarde moría y las botellas juntaban aire sobre la mesa, invitamos a Willy a un recital en la casa del Tuta, a tres cuadras.

Fuimos todos para allá. El lugar estaba hasta las manos. Tocarían Viejo Smoking, Río Verde (hoy Callejeros), Minnesota y después mi banda, La Guirnalda de Afrodita.

La música se lleva bien con la oscuridad, así que el principio de la noche, desde el Mercado Central, fue alargando la cola encima de las autopistas, en dirección a la Capital, hasta que tapó por completo la poca luz que quedaba en el cielo.

Entonces, llegó nuestro turno. Willy seguía chupando vino, mientras miraba todo desde un costado, rodeado de stoncitas con jardineros. Se lo veía contento. Estaba en su salsa, igual que nosotros.

Entusiasmados por su presencia, le pegamos a las cuerdas como si fuéramos animales. El último tema se lo dedicamos a él. Nuestros acordes brutales, amplificados por los parlantes, eran, quiero creer, el verdadero sonido de los pasos de Jeremías, el que nunca vuelve atrás, que ahora caminaba su paso de plomo en nuestro mentado barrio, entre la General Paz y la Richieri.

"Quiero ser de los que están de su lado
y vivir en libertad."












6 comentarios:

Anónimo dijo...

aguante el rockand roll!!!

Maria dijo...

ME ENCANTA ÉSTE DISCO !!!!
(Se nota que soy viejita ???)

Maria dijo...

Otra vez yo...
No tengo idea por qué tenía guardado tu blog en favoritos... pero, por algo habrá sido, no???
Está muy bueno !!!

Un beso

Anónimo dijo...

gracias majulina.

gracias rata moreneta... qué edad tenés? porque a mí también me encanta y tengo 35. creo que no soy tan viejito, che!, ¿no?

Nessie dijo...

pibe
sos un poeta corazón de oro
te quiero

Maria dijo...

Tengo 45 (soy la rata), y sos un pende !!! 35... volver a tenerlos... como me gustaría !!! Aunque los mejores, para mi, fueron los 36...
Y lo de viejita fue por lo de "disco" en lugar de decir cd...
no me siento para nada viejita... aunque lo sea !!! sigo yendo a los recitales (a veces, con mis sobrinos)donde la cana ya no revisa mis cosas... soy una persona "mayor"... "pase señora"
Todo tiene su lado bueno, no???

Un beso