domingo, junio 22, 2008

"Me iba a las siete de la mañana y no volvía a casa hasta las seis o siete de la tarde, porque mi colegio era Industrial, doble turno. En esa época, estaba en el anteúltimo año, en quinto. En el taller, había tornos, fresas y limadoras. Generalmente, el metal que usábamos era acero SAE 1045, aunque si el trabajo era muy complicado, nos pedían que lleváramos SAE 1010 o directamente un acero dulce, porque eran más blanditos y por eso más fáciles de tratar a la hora de devastarlos o frentearlos. Es que nosotros éramos principiantes y no teníamos oficio para trabajar materiales muy duros o con mucho carbono. Además, los viejos tornos a polea que había en la escuela no querían más, así que mejor no exigirlos mucho.

A Santos, mi profesor de “Máquinas y Herramientas”, le consulté sobre la Galvanoplastia. Él me dijo que eso era otra especialidad, que no podía decirme mucho al respecto. Yo insistí y le pregunté si era posible revestir flores con baños metálicos, tal como me había contado Carlitos, y él me dijo que creía que sí, que teóricamente todo podía ser cromado o cobreado, con electroquímica. Estaba satisfecho y lo tomé como una confirmación, y hasta el viernes pasé las horas escolares volando con mi fantasía, compenetrado, mirando en las chispas que salían de la amoladora el mapa de estrellas que usaba Carlitos para orientarse, pisando en las virutas caídas de la fresa el césped de los campos galvanoplásticos, encendiendo en la fragua de “Fundición” el Río de Fuego que desembocaba en el Riachuelo. "

El campito, Fragmento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanto leer tu blog. me tengo que pasar más veces por aquí. Buen gusto. :)