miércoles, junio 04, 2008

Crónica de una operación en el Fernández

Ayer martes a las 11 de la mañana, después de tres horas de espera, yo pensaba que el Dr. L me diría lo de siempre, "no hay cama", pero con tono seco, como la voz del relator que sorteaba la colimba, se dirigió a mí diciendo "HAY CAMA". Después ordenó: "seguime".

No sabía bien si en esta metáfora era "Marina" o "Ejército", pero pronto circulé por administraciones y admisiones, todos lugares kafkianos colmados de secretarios y oficinistas, donde llené formularios y me autorizaron repetidas veces hasta que llegué a mi destino, un triste panorama en la habitación 5508. Mi cama: un colchón que todavía no tenía puestas las sábanas y que me había sido "prestada" de otra especialidad, no sé cuál, pero podría definirla como "viejos que están de última".

De uno me hice amigo enseguida. Tenía una hernia gigante, que le operarían en partes. Su camiseta estaba toda manchada y el pijama obscenamente abierto. Me saludó y empezó a contarme su vida. Hablaba hasta por los codos. Tenía 84 años. Dijo que era arquitecto aunque, por gusto, había estudiado casi diez carreras. Hizo una lista y me dio detalles. Era un chamuyero, un viejo tanguero lleno de chistes de café, algunos prejuicios y valoraciones traídas de los pelos. Hablaba con dificultad y repitiendo todo mil veces.

Otro, que estaba al lado, era super flaco, piel y hueso, no pesaría más de 40 kilos. Tenía risa cadavérica pegada a la cara, quizás la alegría de alguna anécdota que lo marcó o sólo un tic de locura. A las dos horas de mi arribo, este viejito se cayó de la cama por querer alcanzar el papagayo. Su caída fue una explosión de ruido, raro tratándose de alguien que pesaba tan poco. Se lastimó la cabeza y empezó a sangrar. Tirado boca abajo, gritaba contra la cerámica: "por Dios!, por Dios!" con fuerte volumen y eco. Era una escena dantesca que me paralizaba, pero llegué a tocar el timbre a los enfermeros y me dispuse a ayudarlo. Pronto, llegó la cuadrilla, liderada por un patovica gangoso, y enseguida lo devolvieron a su cama y le hicieron curaciones.

A eso de las 4 de la tarde, un grupo de enfermeros llegó pronunciando mal mi apellido: ¡Inacardone, Incardone! ¡Al quirófano!

Me ordenaron desnudarme. “¿Todo?” “Sí, todo”. Después, me subí a una camilla. El muñeco líder me envolvió con una bolsa de nylon y a las corridas me llevó por el medio de los pasillos, con movimientos bruscos, gritando a cada rato “peeeermiiiissoo!!”, coleando en las curvas y haciéndome rebotar contra las puertas. La gente miraba mi desfile. Una persona me preguntó al pasar "¿de qué te operan?". "De una gamba!" llegué a contestarle. "Ahhh, eso no es nada", escuché que decía, como decepcionado.

Al llegar al quirófano, un lugar muy parecido a una sala de ensayo musical, el cirujano y una decena de chicos y chicas con onda universitaria, asistieron a mi desnudez en círculo, revisándome y acosándome a preguntas, me afeitaron el muslo y me inyectaron líquidos por todos lados.

De fondo sonaba la Aspen y ellos se quejaban por no haber traído buena música. Yo tenía un poco de vergüenza por estar en bolas y en otro momento hubiese querido levantarme a cada una de esas doctorcitas, pero ahí la ansiedad me aceleraba tanto el ritmo cardíaco que me cerraba en la boca las palabras y las muletillas del vendedor ambulante.

Lentamente, la sedación causó su efecto. Una mina me preguntó si tenía sueño. Yo dije sueño y risa. Ja, se divirtieron, a cada uno le pega de un modo distinto.

Entonces, caí nockeado y creo que viajaba en un tren o en un colectivo, no me acuerdo bien, hasta que, de golpe, la voz del doctor L me despertó, cuando le decía a alguien ¡ya está! ¡llevalo!

21 comentarios:

Juan Dé dijo...

ilustración: James Jean

sinonimo dijo...

ja ja ja!
ya esta?

era una papa.
bien loco, ahora a caminarla!

Luciana Rezzónico dijo...

¡Por fin, Juan! Me alegra que ya haya pasado (al menos la parte del quirófano)
Beso!

Au drey dijo...

Pronta mejoría, compañero! Besos.

(Algún día te contaré mi historia en la guardia del Fernández la noche que sobreviví a un incendio...)

Diego dijo...

Juan, si volviste a bloggear es porque salió todo bien. ¡Cuánto me alegro!

Hasta pronto.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

gracias amigos!

saludos a todos.

Julieta dijo...

yo te leo bien asique por lo que leo su pata debe andar queriendo decir! Siga pateando y yo seguiré leyendo!

Saludos!

paula p dijo...

que diver juan!! te imagino tentandote de risa con los viejitos y con las bolas alairre

abrazo p juancho+
y aguaante la salud publica

p
V

Anónimo dijo...

gracias julieta!

hola paulita, te hiciste peronista o pusiste Viva Paula!?, je, besos.

Cassandra Cross dijo...

Wow.
Un gusto leer este texto y encontrar el blog por recomendación de Funes.

Salud y buena vida, don Juan. Habrá pasado ya lo peor?

Anónimo dijo...

"A cada uno le pega distinto..." Qué médicos faloperos.

Sunshine dijo...

Graciosa crónica... Aunque me imagino que no debía ser tan gracioso estar en bolas en frente de un montón de médicos que lo único que querían era buena música.

Lo bueno de esas intervenciones es que uno nunca se acuerda qué pasó!
Espero que estés bien luego de la operación...

Mis parientes que viven en Villa Celina son de apellido Rojas (demasiado común quizás!) y Cancela. Capaz los conoces de rebote, como suele suceder por esos pagos.
Besos!

Anónimo dijo...

gracias casandra, yo creo que sí, que ya pasó.

cómo va, jara, esto me hace acordar a una anécdota del general, que estando en Puerta de Hierro se hacía llevar mortadelas y salames de Argentina. Un día, extasiado mientras cortaba las fetas, le dijo a un amigo: "Y pensar que hay gente que le gusta la falopa!.

hola sun.
me acuerdo de haber tenido una compañera de apellido rojas en primer año de la 10, en celina.
Por los apellidos me cuesta, pero de vista conozco a mucha gente de allá-
Le voy a preguntar a mis viejos, seguro saben.
besos

Anónimo dijo...

Excelente crónica.
Gracias por sobrevivir para escribir.
saludos,
andrea

Anónimo dijo...

queda clarisimo que la mejor opcion son las prepagas.

Anónimo dijo...

quirófano:salade ensayo

Para todos vosotros,
los que me gustaban o me gustan,
guardados por las imágenes santas en la cueva,
levanto el cráneo lleno de versos,
como una copa de vino en un brindis de sobremesa.
Pienso más y más a menudo:
sería mejor poner el fin
con la punta de una bala:
Hoy mismo,
por si acaso,
doy un concierto de despedida.
¡Memoria!
Recoge en la sala del cerebro
las filas inagotables de los amados.
Vierte la risa de los ojos en los ojos.
Adorna la noche de las bodas pasadas.
Verted la alegría de la carne en la carne.
Que la noche no se olvide de nadie.
Hoy tocaré la flauta
En mi propia espina dorsal.

Anónimo dijo...

gracias andrea!

no creas, anónimo, más allá de lo complicado que es conseguir cama y d ela superpoblación que hay, yo quedé muy contento con el fernández, buenos médicos, buena gente. la verdad que se nota la diferencia con otros htales públicos. de chico a veces iba al santojanni o al piñeiro, que estaban bastante hechos mierda.

gracias rodrigo, alto poema de maiakovsky que viene como anillo al dedo. tocar la flauta en la propia espina dorsal, qué bueno.

lowfirocker dijo...

Una persona me preguntó al pasar "¿de qué te operan?". "De una gamba!" llegué a contestarle. "Ahhh, eso no es nada", escuché que decía, como decepcionado.

Jajaja, genial esa parte.

Espero que estés bien.

Abrazo grande, compañero

Juan Dé dijo...

gracias loco!
gran abrazo

Julia dijo...

bien! por fin! al menos te divertiste!

(pobres los viejos, compañeros ésos de cuarto. hace un par de noches vi una peli en donde anestesian a uno para hacer un trasplante de corazon y no se duerme del todo, es decir, q escuchaba todo y sentia la sierrita cortandole las costillas. pochoclo más hollywood. en fin). besos juan dé, espero pronta recuperación!

Anónimo dijo...

hola juli.

ah, sí, me había llamado la atención esa película, Bajo anestesia creo que se llama, pero no quise verla hasta no pasar la operación, lo mismo con dr. house, que recién ahora volví a ver.
besos