viernes, junio 23, 2006

Puerta

En la puerta del cuarto hay un hombre de pie y yo no sé cuáles son sus intenciones ni qué pretende de mí ahora que duermo, tijera lánguida, ojo cerrado por el cuerpo, no sé y posiblemente nunca me entere cuál es el motivo de su existencia junto al marco, allá cuatro pasos, a la izquierda tres metros, arriba de la montaña de zapatos que nunca guardo, y no dice nada ni se mueve y parece que ningún asunto podría interesarle más que estar allí, observando el ambiente con la misma curiosidad que demuestra el gato en mi terraza cuando ve la calle, un duende maldito y omnipotente, estático que desprecia el movimiento y cavila desgracias y acontecimientos interiores, que se fue a mirar mientras yo he sido descomprometido por el sueño, y mutuamente nos atraemos, yo desnudo entre las sábanas y él vestido entre pesadillas nocturnas, de saco gris-negro, chispa mágica, de pantalones azul-negro, trenza endurecida, que siempre tiene semblante disperso y en la frente una palabra escrita con marcador verde-negro, incluso ahora, un garabato largo que va de una sien a la otra, ¿y qué es lo que querés?, me animaría a preguntarle si recuperara la boca y la lengua, pero estoy seguro que él no contestaría ni me invitaría a seguirlo, y aunque lo hiciera yo no podría hacer nada porque estoy impedido, siempre metido en la región salvaje donde soy una promesa al viento, memoria doblada, un cuchillo que se derrite en el fuego rojo-negro de este colchón recurrente.

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