jueves, octubre 25, 2007

Entramos a la escuela. En la puerta custodiaban dos gendarmes y un viejo perro en estado lamentable.

El edificio estaba mejor de lo que esperaba. Al patio lo habían pintado; los pisos fueron emparchados. Antes de entrar, pensé que el lugar iba a ser más chico de lo que recordaba. Sin embargo, me resultaba muchísimo más grande.

Había bastante silencio, aunque parecía escucharse de fondo, rompiendo la veda con sus inconfundibles acordes, la marcha peronista en su versión tradicional (cantada por Hugo del Carril). “Vení, allá está mi mamá.”

Mi vieja es un personaje. A los fiscales los tiene cagando. Es una obsesiva. Me enteré que tuvo que ir al baño y que se llevó la urna con ella, porque no confiaba en nadie. Nos morimos de la risa.

Estaba feliz por vernos. Me presentó a todo el mundo: "Este es mi hijo mayor".

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