miércoles, junio 13, 2007

A los gauchos

Raza valerosa y dura

que con pujanza silvestre

dio a la patria en garbo ecuestre

su primitiva escultura.

Una terrible ventura

va su sacrificio unida

como despliega la herida

que al toro desfonda el cuello,

en el raudal del degüello

la bandera de la vida.

Es que la fiel voluntad

que al torvo destino alegra,

funde en vino la uva negra

de la dura adversidad.

Y en punto de libertad

no hay satisfacción más neta,

que medírsela completa

entre riesgo y corazón

con tres cuartas de facón

y cuatro pies de cuarteta.

En la hora del gran dolor

que a la historia nos paría,

así como el bien del día

trova el pájaro cantor,

la copla del payador

anunció al amanecer,

y el fresco rosicler

que pintaba el primer rayo,

el lindo gaucho de Mayo

partió para no volver.

Así salió a rodar tierra

contra el viejo vilipendio,

enarbolando el incendio

como estandarte de guerra.

Mar y cielo, pampa y sierra

su galope al sueño arranca,

y bien sentada en el anca

que por las cuestas se empina,

le sonríe su Argentina

linda y fresca, azul y blanca.

Desde Suipacha a Ayacucho

se agotó en el gran trabajo,

como el agua cuesta abajo

por haber corrido mucho;

mas siempre garboso y ducho

aligeró todo mal,

con la gracia natural

que en la más negra injusticia

salpicaba su malicia

clara y fácil como un real.

Luego el amor del caudillo

siguió, muriendo admirable,

con el patriótico sable

ya rebajado a cuchillo;

pensando alegre y sencillo,

que en cualquiera ocasión

desde que cae al montón

hasta el día en que se acaba,

pinta el culo de la taba

la existencia del varón.

Su poesía es la temprana

gloria del verdor campero

donde un relincho ligero

regocija la mañana.

Y la morocha lozana

de sediciosa cadera,

en cuya humilde pollera,

primicias de juventud

nos insinuó la inquietud

de la loca primavera.

Su recuerdo, vago lloro

de guitarra sorda y vieja,

a la patria no apareja

preocupación ni desdoro.

De lo bien que guarda el oro,

el guijarro es argumento;

y dede que el pavimento

con su nivel sobrepasa,

va sepultando la casa

las piedras de su cimiento.


Leopoldo Lugones, De Odas Seculares.






















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Feliz día, escritores!

2 comentarios:

paula p dijo...

volvio la alegria, vieja!

Anónimo dijo...

esa!