martes, enero 02, 2007

Rexistencia 32 - El patio y las estrellas

Ayer 1 de enero a la noche nos reunimos los Incardona en el patio que hace cincuenta años construyeron José y Lucía.
En las baldosas rojas y amarillas cocinábamos huevos fritos con el aire del infierno; los pajaritos se desmayaban de los árboles.
Martín, el eterno novio de María Cecilia, mi hermana más chica, hablaba con mi viejo del calentamiento global.
Mi mamá trajo la radio, un viejo armatoste, y la apoyó sobre la silla de mimbre.
"Dicen que no tengo duelo, llorona, porque no me ven llorar, dicen que no tengo duelo, llorona, porque no me ven llorar, hay muertos que no hacen ruido, llorona, y es más grande su penar..."
Sentado en la escalera, miraba la terraza, el tanque de agua, los postes que sostienen la soga para colgar la ropa, todos juguetes de la imaginación que en mi infancia funcionaron como cañones contra la flota enemiga, los monoblocks que están allá en el horizonte de la General Paz.
De pronto, volvieron las voces de los niños, pero no era ningún tipo de alucinación, eran Mínimo y Valentina, que llegaban de la mano de Franco y mi hermana María Laura.
-¿Dónde está Juan Diego? -preguntaba una voz de pito.
-Acá, en la escalera!
-Maxi, no subas a la terraza -se adelantó mi hermana-, esperá que baje.
-Juan Diego, bajá! -Era gracioso pensar esta frase.
Mínimo, además de sobrino, es mi ahijado. Tengo por él una gran debilidad. Siempre jugamos. Lo que más me gusta, igual, es charlar y escuchar las cosas que se le ocurren, contestarle las preguntas que hace y todo eso. Es genial.
Cuando oscureció, armamos la gran mesa en el patio y nos sentamos a comer. Para empezar: Matambre casero, que prepara mi viejo desde que tengo memoria, con ensalada rusa.
Estábamos en plena cena cuando de golpe escuchamos un estruendo terrible.
-Uhhhhh!!! Y eso?
Acto seguido: se cortó la luz.
Me acordé de aquella vez cuando explotaron los calefones.
Nadie atinaba a nada. El calor había agotado nuestros cuerpos, y ahora ninguno mostraba intención de levantarse de la mesa para buscar una vela, o salir a la calle para ver.
-¿Qué habrá pasado? -preguntó María Cecilia.
No había respuesta.
En la negrura miré para arriba y vi algunas estrellas.
-Che, reaccionen -insistía María Cecilia-, ¿qué habrá pasado?
Otra vez el silencio segundo a segundo, hasta que al fin, la voz de pito de Mínimo contestó, muy serio:
-Un chasquibum explotó todo.
Jaja, nos morimos de risa.
La risotada general era una nueva explosión. Ésta echaba humo por nuestra terraza, rebotaba en los cañones donde se cuelga la ropa y se iba a las estrellas que se ven desde el patio.
Yo no sé si fue para tanto la gracia, pero seguro que todos encontramos ahí la catarsis de nuestros años viejos. En lo que a mí respecta, lloré casi hasta ahogarme por las carcajadas.
Después de un rato, pudimos recuperar la capacidad de movimiento, y uno a uno, nos pusimos de pie para besar la cara de Mínimo en la oscuridad, hasta que quedó todo pegoteado de la familia.


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Rexistencia 31 - Tomando el pelo --------------------------------------------------------------------------------------------------------

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Un abrazo grande, Rex !!!

Muy lindo texto.

Anónimo dijo...

gracias mushasho!
un abrazo

Anónimo dijo...

amo a mínimo. lindo texto, saludos

Anónimo dijo...

mínimo y patitas de tero harían una buena pareja de flaquitoss

Anónimo dijo...

que explote y vivir para contarlo y una vida menos para el minino oh rex resguarda a tu hermano de corazón salvaje dale el poder del viento y alas para llegar

Anónimo dijo...

Lindísima historia. Digna de un maestro de la serendipia, cualquier otro desalmado la hubiera contado como el bajón de navidad.
¿Pero...no tenías anillos para los cortes de luz?
aa.

Anónimo dijo...

-gracias Lázaro. Lo cuidaré de corazón salvaje, ni hablar.

-aa, vos sos una de las chicas que estaba con ememe en acabar?
qué linda la serendipia, y qué bien suena! De este modo, nació una de mis máximas creaciones: el hombre riñón. el descubrimiento está contado en un post viejo, del folletín objetos maravillosos.
No, no tenía anillos. en una época hacía unos con lamparitas de un volt y medio. pero igual hubieran sido un incordio entre las estrellas del patio.

saludos!

Anónimo dijo...

Sí. Soy una de esas personas. Y eso que firmé con iniciales distintas a las que uso en el blog de ememe.
Voy a buscar la historia del riñón.
Saludos,
as.

Anónimo dijo...

bueno, creo que sos la que nunca había comentado, la lectora en el silencio. bienvenida al bajo mundo de los comments-
podés poner hombre riñón en la barra de arriba y hacer click en search this blog, y te aparece. ojo, no esperes una gran historia, es simplemente la anécdota de un accidente, que resultó en uno de los objetos más pintorescos de otra época de mi empresa.
saludos!

Anónimo dijo...

Ya descubrí el misterio. En un momento pensé que eras vidente. Pero en su blog, ememe dice que se juntó con aa. No me di cuenta. Me quise cambiar el nombre y le robé la identidad a otra persona.
Una lástima que no tengas la foto del hombre riñón.
as.

Anónimo dijo...

sí, fue por el blog de ememe que me di cuenta.
igual estoy medio confundido. vos sos la chica alta, que estudia letras, y que estaba enfrente de mónica, no?
che, por qué no me escribís un mail a rexmiles@fibertel.com.ar y seguimos charlando por ahí. besos

Anónimo dijo...

muy lindo txt Juan Diego!

Anónimo dijo...

gracias emmma-