jueves, agosto 25, 2005

Vueltitas mentales en La Giralda

Hoy estuve con Seba Hernaiz y Santiago Llach en La Giralda. Hablamos de literatura, campo cultural y esas cosas. SL reparó, en un momento, en extrañas mujeres que llegaban vestidas de un solo color. Entró una, por ejemplo, toda vestida de rosa, un rosa furioso. Después vino otra, toda turquesa.
Mientras las monocromáticas desfilaban por el pasillo, nosotros continuábamos nuestro diálogo. Pero a veces me pasa que me voy de las conversaciones. A las nubes. Siempre me pasó eso. No lo hago a propósito ni se trata de desinterés por lo que me dice el otro. Me pasa inevitablemente, por más que esté copadísimo con lo que sucede a mi alrededor. Me voy y desde allá pienso cosas. Es decir, siempre pienso cosas, pero no es lo mismo pensarlas acá que allá. Es como si allá hubiera más intimidad. En fin, la cuestión es que me rajo al infinito. En esta oportunidad no me fui tanto. La charla era agradable, no sé si los temas eran tan interesantes, pero la actitud de los participantes era afable, natural, y eso me hacía sentir cómodo, tranquilo. Pero recuerdo un momento de nube. Creo que el disparador fue un tipo que era el doble de Fabián Casas (la ocurrencia no fue mía, sino de Llach). Recordé que Casas practicaba boxeo, y por eso me acordé cuando, siendo chico, hice un poco de este deporte en el club del Banco Hipotecario, en Villa Celina. Una vez, en medio de una peleucha, me tocó trenzarme con Pototo. Se trataba de un niñito lumpen al que le tenía un poco de miedo, porque era bravo y algo patotero. Siempre cargaba a todos. Conmigo se la agarró un par de veces y yo no le dije nada.
Piña va, piña viene. En el medio de la pelea, el profesor tuvo que ir, creo, al baño. Entonces el combate se hizo más callejero. El guacho me puso un gancho en el mentón que me sacudió la croqueta, yo le devolví un crochet bien puesto. El pendejo me empezó a patear; después nos empezamos a empujar; después nos caímos al piso. Yo lo tenía ahorcado y bastante controlado con el brazo derecho, pero él me tiraba del pelo muy fuerte y parecía que me iba a arrancar el cuero cabelludo. El profesor no venía más y nuestros compañeros se mantenían expectantes, sin participación de ninguna clase.
Pototo me dijo:
-Si me soltás, te suelto.
-Bueno.
Fue empate. Para mí, con sabor a triunfo. Nunca más le tuve miedo a Pototo. Cuando me lo cruzaba, se dirijía a mí con respeto.
Volví a La Giralda. El comunicadicto de S. Hernaiz hablaba una y otra vez por su celular. Me dijo:
-Se suspendió el partido de hoy a la noche, no juntamos la gente.
-La puta...
Llach se mostró interesado en nuestros partidos.
-¿Dónde juegan?
Quedamos en que lo agregaríamos al grupo de mails de los participantes.
Nos saludamos y nos fuimos. Llach me cayó muy bien.
Me compré ciento diez gramos de bombones en la chocolatería de al lado (buenísimos!).
Con Seba quisimos tomar el subte pero había paro sorpresivo. Tomamos el 5, que venía hasta las manos.

6 comentarios:

Obelix dijo...

Rex,

A mí también me pasan esos viajes. Mi amiga Winnie, chasquea los dedos y me dice, volvé, volvé, vamos!

Linda crónica.

Atte.

marina k dijo...

Rex. Qué suerte tenerte por aquí.
Comunicadictos, linda categoría la que inventamos tus amigas eh (me adjudico con nessie el copyright si es posible).
Qué personajes, y cómo los quiero.
Muero por mirar, desde un lente, o desde la cerradura de la puerta (si llego, porque soy muuuuyyy chiquita cuando quiero espiar) todas esas reuniones de hombres de letras. (soy muuuyyy chiquita y creo que eso existe). besos. LM

Martín Turnes dijo...

A mi también se me cayó un lagrimón al saber que el partido se había suspendido. Una lástima. La única oportunidad en la semana de que las piernas superen la velocidad crucero, que la vida cotidiana las tiene acostumbradas.

Mis saludos.

Anónimo dijo...

Rex,
usted sí que es un luchador!

Saludos, C.

Satamarina dijo...

Rex, a mì me pasa que me voy, pero no en pensamientos, en fichar y en tratar de escuchar lo que dicen los de las otras mesas...mis novios me odiaban...no he logrado erradicar el hàbito.
los choclates tambien me gustan, 100gr. es medio poco.
saludos

Anónimo dijo...

Veo que son muchos los voladores. Y bue.
Marina: es cierto, me quedé corto con 100 gramos.