lunes, abril 09, 2007

Rexistencia 35 - Lo que pasa en la realidad

La infancia es una idea antisocial. Cuando me iba –sí, empecemos por el final, por el casifinal-, Mínimo me llamó:
—Juan Diego, el dibujo!
—¿Me lo hiciste para mí?
—Sí, es una casa.
—Qué lindo, Maxi, gracias!
—Esperá, no te vayas, le falta la puerta.
—Ah, bueno, hacésela, que sino cómo va a entrar la gente.

Mínimo agarró la fibra y garabateó algo, pero no adentro del dibujo, sino en una parte externa de la hoja en blanco, flotante en el aire por encima del techo.

—Pero, ¿cómo? –pregunté. ¿La puerta está despegada de la casa?
—Sí —me dijo, poniendo unos ojos.

Agarré el dibujo, lo saludé otra vez y salí a la calle. ¿Quiénes eran esas personas despidiéndome en el porche? Sus caras avejentadas hacían composé con la fachada descascarándose. Era una imagen tan triste que casi me pongo a llorar.

Mi madre me contó que hay personas interesadas en la casa.

—…pero hijo, ¿qué nos vamos a quedar haciendo acá? Ustedes ya se fueron y la casa es grande. Además, en la cuadra ya no queda casi nadie, salvo Juanita, Aurora y la familia de Laurita.

Yo sabía que iba a hacer frío. Por suerte tengo la manía de ver la temperatura en la tele antes de salir, así que me abrigué.

Los sobrinos. Cuando llegaba, a la primera que saludé fue a Valentina, que se puso a llorar. Es caprichosa y rebelde como la madre, mi hermana María Laura. El pelo ya le creció en toda la cabeza. Ostenta un flequillo rollinga. Está aprendiendo a caminar, pero todavía va de la mano. Mínimo me vio entrar y se puso a tocar un silbato insoportable que ensordecía a todos.

Dar de comer. Mínimo no quiere comer, nadie logra darle de comer. Me pidieron que lo intente, a ver si yo lo conseguía, porque era su ídolo.
Lo senté arriba mío y arrimé el plato –arroz con un poco de salsa de tomate con pedacitos de carne-.
Empezamos el juego.
—Uno, dos, uno, dos –subía y bajaba el tenedor en el viaje del avión-; uno, dos, uno, dos, a ver Maxi, que se va a comer toda la comida, porque es un campeón -lo comprometía con los brazos abiertos al pie del tobogán-; uno, dos, uno, dos –Mínimo masticaba mientras yo lo alentaba con cantitos de cancha.
—Quiero agua —pedía a cada rato.
—Este chico se llena de agua y no come –dijeron nuestros familiares.
—Bueno, hagamos una cosa –organicé-, un trago de agua cada cuatro bocados.
—Agua –insistió Mínimo.
—El agua es el premio del trabajo –le contesté y todos se rieron-. Uno, dos, uno, dos –subía y bajaba el tenedor en el viaje del avión-.

Hola Valentina. Vivís en un país que se llama Argentina. Queda en América del Sur y está en vías de desarrollo. La parte de abajo parece un zapato. Está pisando un piso de hielo y el pie no tiene puestas las medias. Tenés que prepararte anímicamente.

El hijo de la maestra. La semana pasada publicaron un cuento mío en el diario Perfil dedicado a mi vieja. Mi mamá estaba muy emocionada. Le avisó a todos mis tíos, a sus amigas maestras, a los vecinos viejos. Me dijo que cuando leía mis cuentos, ella se sorprendía de que yo me hubiera fijado en todas esas cosas. Ayer, hizo unos canelones espectaculares. Mientras servía, me llamó para que vaya a la cocina. Me mostró la fuente de los dioses y me dijo:

—Elegite el canelón que vos quieras.

En estas Pascuas, el hijo mayor tuvo coronita.

La poética del tornero. Mi papá es un personaje. Ermitaño como pocos, pasa sus horas en el patio, tomando mate y pensando vaya a saber qué cosa. Es un tano que laburó toda la vida como matricero. Le decían El rey de las roscas. Ahora le está creciendo la buzarda y se parece cada vez más a mi abuelo José, de quien guardo los mejores recuerdos. Mi viejo siempre opina cosas insólitas, hace reír. Es una persona muy sencilla y le cae bien a todos. Ayer se puso a leer mi cuento en el diario y me dijo:

—Esto es valioso porque no es extremista. Hay muchos que son extremistas pero en el extremo no hay nada, está la muerte. Esto es valioso porque cuenta lo que pasa en la realidad.

Gracias viejo.

La pelota. Después jugamos a la pelota en el patio, hasta mi viejo se enganchó. Mi hermana María Laura contaba que un técnico de no sé dónde quiere llevar a Mínimo a que empiece en infantiles, porque dice que le pega muy bien, y que es mejor si arrancan desde bien chiquitos. Mientras jugábamos, Mínimo me pedía que se la patee más fuerte y yo, para complacerlo, le tiraba bombazos que lo hacían rebotar contra la pared. Él se moría de la risa y nada le dolía, porque es de goma.

Los chistes boludos. Pocas cosas unen tanto a la familia como los chistes boludos. ¿Será que la vida misma es un chiste boludo? La cosa es que, siguiendo la tradición de mi tío Jorge, un experto en el tema, a veces empiezo con mis ocurrencias, que por una cosa o por otra siempre hacen reír. Los de ayer estaban relacionados con los huevos de pascua. A Maxi le pedí que le llevara unos huevos a mi hermana y que le dijera que no rompa los huevos. Jaja, se reían. A Maxi le tocó adentro de su huevito una silla mínima igual que él. Yo hacía que me sentaba arriba y Mínimo se descostillaba. Son necesarios, los chistes boludos, en cualquier fiesta familiar, así que alguien tiene que hacerlos. Algunos dan ternura y si los hacés bien, con boludez dulce, hasta alguna chica puede enamorarse de vos. Los caminos del Señor son misteriosos.

Conurbano. Modos de representación de la periferia. Sentimientos no perecederos permanecen guardados en un depósito, arriba, en neuronas con candados. Esa altura es un lugar impenetrable. Ahora estoy solo en mi departamento de Capital. El océano gotea en la canilla falseada de la cocina. Relojito del fondo del mar, tu tic tac pone triste al más contento de mis ambientes. Es tarde, el día se está dando vuelta. Yo sigo hablando desde lejos, debe ser por instinto de conservación. Mi nombre es Juan Diego, soy el hermano de mis hermanas, soy el hijo de mis padres.


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Rexistencia 34 - Una calle arriba --------------------------------------------------------------------------------------------------------

16 comentarios:

Pedro Mairal dijo...

muy lindo, juan.
gran retrato familiar.
abrazo

Anónimo dijo...

qué lindo juan. esa presentación al final preciosa.
te dejo un abrazo.

Anónimo dijo...

sos la ternura encarnada en Georgia 12

Anónimo dijo...

muchas gracias, amigos-

qué lindo piropo, una...

saludos!

Griselda García dijo...

hermooooso, siiii!

EmmaPeel dijo...

una instantánea de domingo en el campito

muy lindo Juan

principio de incertidumbre dijo...

sí, muy lindo.


Ya lo dije antes (creo y no importa) vos sos alguien del que una sería amiga.

¡Saludos!

Anónimo dijo...

Uff... increíble loco... me puso la piel de gallina

Anónimo dijo...

muchas gracias a todos!

Juan Manuel Mascali dijo...

Buena loco, escribir y escribir, hay que largar el rollo, buenísima, rico lenguaje, hay que exprimir más, va sola la prosa. Buena!!

Nurit dijo...

Me gustó mucho el texto Juan. Uno traza su propia genealogía, y en la escritura no siempre se habla de la familiar, por eso me gusta el final "hijo de mis padres y hermano de mis hermanas"
No todos tenemos la suerte de decir eso.....

Anónimo dijo...

El texto es bellísimo y coincido con lo que todos te dijeron. Mas allá de una potente habilidad para retratar el universo familiar y sus alcances cotidianos, traés esa realidad tan cerca del lector que se vuelve casi presente/ palpable. Alta combinación de sensibilidad y simpleza que me sirve al tiempo que también estoy explorando retratar momentos y escenas del universo familiar. Gracias.

Anónimo dijo...

Finalmente, después de esos raros tachones negros en tu cuento, pude leer algo tuyo. Tu encuentro familiar, me gusta cómo lo vas dividiendo... Me gusta el foco que usás... Sigo leyendo.

Anónimo dijo...

qué bueno todos estos últimos comentarios.
gracias por la buena onda.

saludos!!

Loyds dijo...

gran final juan
abrazzzo

Anónimo dijo...

querido Loyds, cómo andas? cuándo volvés?
un abrazo