viernes, marzo 09, 2007

Rexistencia 33 - Rex y la camarera

Hay una camarera que me gusta desde hace tiempo. Cuando voy a vender objetos maravillosos a su bar, ella siempre me devuelve la mirada. Pero he decidido no hablarle. "He". Lo digo así, en pretérito perfecto, esa conjugación de sonoridad peculiar y libresca que cultivó con maestría el hombre que puso un punto y coma en la historia de la narrativa moderna. Es que quiero darle un tono bien trascendente a este asunto, de idea de alta literatura, anacrónica por supuesto, acorde a las fantasías románticas que se me ocurren mientras pienso tantas cosas entre las mesas de Palermo, por las noches, cuando camino, o espero.

En esta zona, vislumbro un posible mito de autor, y con él la visión de un universo completo que podría darme cuentos, poemas y post.

Querida camarera que no conozco tu nombre, somos los campeones más selectos entre la realeza de los sencillos. Hoy se me antoja invocar a un Melville arltiano, en aras de este romance secreto, para que, en lo sucesivo, cualidades elevadas, aunque oscuras, brillen en torno a nosotros, bajos marineros, renegados y proscritos de Palermo Hollywood.

En el tiempo de la venta hay una rebarba temporal, un tiempo secundario, repetido o sobrante, proclive a la imaginación. Sucede casi siempre en la mitad de las operaciones, mientras las chicas se prueban todos los anillos. Entonces, me nace una especie de William Wilson, un horla cargando la mochila, mi propio curandero del amor, Ramón Paz para la guerra y por La causa de la guerra, cocinado salvajemente en el horno de mi barro hipotalámico, hijo sensible del capitalismo pero rebelde a éste por ser ambulante, de nombre Rex y de apellido Miles, memorioso, superhéroe, bonaerense, peronista, decembrista, gran hermano.

Rex Miles significa Rey soldado, en latín. Acuñé el nick jugando al Age of Empires, donde me cansé de flushear y rushear rooks con arqueros y piqueros chinos. Ahora, el Rey soldado lucha sus batallas afuera de la computadora, por dinero, besos y teléfonos; es un rey ornamentado de piedras de colores, soldado con varillas de plata al 20 por ciento, industria nacional.

En esa rebarba temporal, de analogías mencionadas, interpretadas y linkeadas, no puede faltar la figura de una doncella clásica, una enamoradora a diestra y siniestra, una musa de Petrarca, de Shakespeare o de Dante: mi camarera.

Por suerte, hasta ahora no recurrí a los bastoncitos pop neobarrocos de mi discurso vendedor para conquistarla. Mejor –pensé- dejemos que el silencio la aturda. Es que las muletillas de la venta son efectos potentes pero de corto alcance. El silencio, en cambio, es un verdadero poder afrodisíaco. ¿Quién está por encima del silencio?

La otra noche, estaba vendiendo en una mesa y entonces se acercó ella. Preguntó si podía retirar los platos. Yo corrí un poco las cajas, para no obstaculizar sus movimientos, mientras le miraba las manos, los dedos largos sin anillos. Capaz estaba nerviosa, porque en un momento empujó sin querer una botella de vino vacía, que empezó a caer, irremediablemente. Pero en un acto reflejo, digno del Loco Tesorieri, de Vaca o de Musimesi el arquero cantor, atrapé la pelota de vidrio en pleno vuelo.
Enseguida le devolví la botella de vino, mientras le ponía los ojos a toda potencia.

Entonces, la camarera, mi inspiradora camarera, me dirigió la palabra por primera vez:

—Gracias Juan.

Ah, bueno, casi me caigo al piso, como la botella de vidrio. ¿Qué mano, en un acto reflejo, me hubiera salvado? ¿Desde cuándo ella sabía mi nombre? ¿Quién está por encima del silencio?


****************************************************************************************************
anterior:
Rexistencia 32 - El patio y las estrellas --------------------------------------------------------------------------------------------------------

14 comentarios:

charly dijo...

Juan, sos el autor indicado para darle a Palermo Hollywood, voto por eso, y que sea trilogía

Tatiana dijo...

Muy buen post. Che, pero no hay un Rex Miles musico, o yo estoy en la penumbra?

Tatiana dijo...

no, no hay, estoy en la penumbra

Anónimo dijo...

lindo post

que suerte esa camarera

son las cosas que hacen soportable esa rutina de acarrear platos y sonreír sonreír sonreír

Anónimo dijo...

Hola amigo.

Anónimo dijo...

Che, leiste preguntale al polvo, de John Fante?

Anónimo dijo...

Rex,

si querés te presto el de Fante. es una masa.

un abrazo

Anónimo dijo...

muy lindo post, saludos amigo

Juan Dé dijo...

charly, tatiana, anónimo, obelix, casla, bb, gracias amigos!

No Casla, no leí la novela de Fante.
Estuve buscando qué decían en internet. Parece que está muy buena.
Buenísmo, Obelix, prestámela, te la cuido y prometo devolverla. Gracias!

abrazos

Luciana Rezzónico dijo...

Muy bueno, Juan.

Anónimo dijo...

Gracias luciana!
besos

Nurit dijo...

Muy buen post Juan!!!

Loyds dijo...

me estoy poniendo al día
q buen post amigo !!
un abrazo grande del amigo superhéroe venido a madrid

Anónimo dijo...

-gracias nucífora!

-Loyds, amigo, un gran abrazo! Las canchas argentinas extrañan los goles de nuestra dupla ofensiva, esa combinación letal del señor kioskero en el área.