
De la noticia se enteró todo el mundo. El diario de Ushuaia publicó una nota, que fue leída en voz alta en el comedor. Hablaba científicamente de la relación entre el cuerpo y la mente del criminal. Decía que, si los médicos tenían éxito, era posible que les hicieran lo mismo a otros presos.
En la cárcel, nos pusimos todos paranoicos. Nos mirábamos en el espejo a cada rato, o nos comparábamos entre nosotros. Especulábamos sobre la forma que tenía la nariz de cada uno, nos revisábamos las extensiones de las orejas, el tamaño de la cabeza y de las manos, y tomábamos medidas de los penes.
Todo quería decir algo. Si la nariz era chata o aguileña, si la oreja era pegada o despegada, si las palmas tenían rayas suaves o profundas, eran rasgos que había que tener en cuenta. Estábamos tan sugestionados, que nos parecía comprobar el mismo tipo de personalidad en los presos que se parecían físicamente.Algunos tenían miedo de que experimentasen con ellos, pero unos cuantos estaban contentos, y decidieron armar una lista de voluntarios para entregar al Alcalde. Creían que, si les corregían el aspecto físico, podrían pedir el indulto, o, al menos, la libertad condicional.
"El Oreja", fragmento.
(Muy pronto! la versión completa de este cuento, en la próxima Lectura de Los Mudos)