Este lo escribí hace muchos años.
******
El dios involuntario
I
Llovía microcuerpos negros como nunca sobre la Metrópolis Federal.
Me encontraba en el nivel 7 de la avenida Corrientes, entre Rodríguez Peña y Montevideo, y pensaba refugiarme del diffundo en el porche conditio del salón multiplayer "Quiero re truco" cuando un rana argutus vestido con traje de renio blando se acercó rápidamente por el circuito apertus de la plataforma. Me dijo:
—¿Puede decirme qué hora es?
Y la puta madre con este agnatus del demonio que retrasaba mi recalesco, pero sin emitir queja y apurándome para que no me agarrara otra vez el estado jacens, resignado perdía mi valioso tiempo comenzando a oprimir el pulsor del berilio, cuando nuevamente el persevero desconocido volvió a conversarme:
—¡Dios mío y Señor mío, te reconozco! ¿Qué haces aquí, debajo de las nubéculas sin salida de la tempestad y la nox?
—¿Perdón?
—Tú eres mi Señor, alabado seas.
—Disculpe, no entiendo a qué se refiere con tanta nugamenta, pero seguramente usted se equivoca. Adiós.
—¡Oh, mi nubígena, mi Dios quiere probarme, pero Manuel Lombardo está contento!
—¿Quién es ése?
—A su servicio, gran frater, y aleluya, ¡aleluya!, ¡aleluya!, porque mi Fe es dura como el diamante y yo no dudo de Ti, mi amado ditator, mi Mesías, Señor Salvador del mundo, Cristo vivo entre los muertos...
El hombre, intecutitus, se arrojó a la plataforma y hundió su cabeza sin casco en el agua oscura que ya había inundado toda la vereda inferior. Luego, se puso a besar mis caminantes ferromagnéticos.
—¡Levántese! —le grité con crudesco—. ¡¿Por qué hace eso?!
—Señor —me conversó desde el piso—, te ruego que me bautices con el agua bendita que corre por la orilla de tus pies.
Yo estaba muy confundido y como ya no sabía qué hacer con el dedecus de aquel feto infernal, le dije:
—No sé qué quiere; no puedo bautizarlo, mejor hágalo usted.
—Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes Tú a mí? Está bien, que se haga tu voluntad; soy tu humilde servidor, Jesús, Hijo de Dios, Luz que alumbra al universo...
Atemorizado por la jactatio de aquel hombre, escapé raudo, bajo el aguacero oscuro de microcuerpos, lanzándome al chupador que desemboca en Corrientes y Callao. De allí, rápidamente, me dirigí a Palermo, aferrándome al circuito viejo que, aunque es de alta frecuencia y te deja los oídos como testudos huecos, todavía es el más rápido.
II
Mi palabra identificatoria es Martín de Zárate, soy operador en la planta metropolitana de madera química; llevo una vida apacible: no me meto con nadie y generalmente nadie se mete conmigo. Tengo treinta y tres años y tres pasaron ya desde aquel incidente, que, por alguna razón, afectó demasiado a un multus de angstroms cerebrales de mi fronto-temporal (tuve que hacer un tratamiento fotoeléctrico durante un año para calmar mi ansiedad, que había ascendido al paroxismo de un estado ligado nivel 4). Por suerte, el trauma estaba superado y mis relaciones semánticas habían recobrado cierta cordura, pero ayer, lamentablemente, la historia volvió a embestir contra mí.
En la segunda edición del paquete de noticias "La novedad porteña" se publicó información acerca de una nueva secta que habría construido un ostentoso santuario en Lanús Oeste, a orillas del canal-manufacturas del Riachuelo, todo revestido con láminas comprimidas de aleaciones alcalinotérreas, con colores incentivados a la plata e incrustaciones auríferas conformando adornos ornamentales de estilo neokitsh. "Una extructio llamativa y espectacular", afirmaba el autor de la nota. Por otra parte, se especula que el culto sería profesado por un efluvio de cinco mil personas. Pero la centralidad del asunto informativo giraba en torno a un grave acontecimiento, pues, según se detallaba, el líder espiritual y portador de facundia del grupo, fue arrojado esta semana a las aguas del río por una patota crudelis que lo asaltó a pocas cuadras del templo. Luego, se informaba acerca de la palabra identificatoria de la víctima: "Manuel Lombardo". El corazón me mandó un insuflo que me hizo doler el pecho y el abdomen.
Algunos testigos del factus contaron que la víctima quiso predicar su Fe a los ladrones, invitándolos a que se dejen bautizar por él en las aguas del Riachuelo. El paquete de noticias transcribió la declaración de uno de los testigos:
"El homo tendría setenta años y estaba hablando con los cinco vir nobilis chorros que lo acababan de desvalijar junto a la barrera del paso a nivel del chupador. Yo estaba quietito, haciéndome el desentendido y sin tocar la bocina, medio escondido atrás de unas de las columnas de plástico que están al borde del Riachuelo. Escuché que el hombre les conversaba una oratio de Dios, pero los otros se burlaron de él, le pegaron, y escupiéndole, tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza, luego lo arrojaron al agua y escaparon en distintas direcciones. Me acuerdo que uno se lanzó al chupador semirápido que te lleva a Puente La Noria".
Luego, la persona informante contaba que aún no fue hallado el cuerpo miseranda conditio, pero que varios detectores de figuras de la Prefectura Nacional seguirían buscándolo en las próximas horas.
Lo que más me alarmó fue el pasaje de la nota que refería a las particularidades del culto:
"El homo Manuel Lombardo, líder y portador de facundia de la secta "Gotas de agua", ha establecido un extenso dogma basado en creencias sobre el clima, particularmente en la pluvia y demás derivados del evento pluvius, y ha predicado devotus durante los últimos tiempos la venida del Santísimo, a quien dijo conocer hace tres años en Buenos Aires, en el nivel 7 de la avenida Corrientes, entre Rodríguez Peña y Montevideo."
Aterrorizado, leí más adelante el reportaje a uno de los pietatis cultor de la secta:
"El frater Manuel nos aseguró en un sacra concio que hay un homo, encarnación de Dios vivo, que habita en la Metrópolis Federal y que permanece oculto en la configuración del nosotros, pero que llegará el día, o la noche, en que retorne vestido de gloria para bañar las cabezas sin casco de los fieles con el agua bendecida del cielo. Aún no puede hacerse el patefactio de su identidad, pero Manuel Lombardo le ha comunicado a algunos sacerdotes jerarquizados la verdad, para que estén preparados. Por mi parte, no conozco la palabra identificatoria del homo divino, pero, como le dije anteriormente, algunos de mis fraters sí la saben y auguran, persona informante, una nueva maravillosa que a través de usted quisiera comunicar a todos los mundos: el ocasus de Manuel, primer mártir de nuestra Iglesia, anuncia la pronta llegada del Salvador".
Estaba estremecido. No tenía ambiguitas: yo era el dios que estaban esperando. Y ya no se trataba de un insanus psicótico flotante en el sistema, no. Para mi querimonia, ahora era un ejército de fanáticos asimilados los que me buscaban obsesivamente.
Me había convertido en dios contra mi voluntad.
Tenía que alejarme cuanto antes de esa prole que me adoraba. Debía huir y exiliarme de la Metrópolis Federal y ocultarme, provisoriamente, en algún subter del Conurbano, hasta idear una alternativa más placentera que vivir en los barrios pobres. Tenía que mudarme, me repetía; pasar el resto de la vida encerrado y solo en una pocilga de granito era mucho mejor que caer en las manos de mis adoradores.
Angustiado pasé el resto del día y toda la noche sin dormir y me atormentaba una proceritas de pensamiento. Pero en un instante de tiempo busqué la calma y me dije que no había por qué padecer pavor ni substillo, puesto que era imposible que esos vir nobilis fervientes supieran dónde quedaba mi sector de retícula y, mucho más, el sitio específico de mi espacio viviente. Además, el único que me había visto, el homo Manuel Lombardo, progresaba en su ocasus. Por lo tanto, tomé una decisión audaz y desafiando mi querimonia para no caer nuevamente en la patología ansiosa de hace unos años, salí a la vía pública hoy muy temprano a la mañana para dar un pequeño paseo y lograr, de ese modo, calmarme definitivamente. Además, a esa hora la vía estaría casi desierta. Y yo, la verdad, no soportaba más mi cabeza sin casco: necesitaba atmósfera. Así pues, abrí el cerramiento térmico y la malla protectora de plástico, salí del espacio viviente y empecé a caminar lento sobre los circuitos peatonales.
III
Y fue una decisión equivocada: a escasa distancia de mi espacio viviente, no entiendo cómo, un grupo de aquellos vir nobilis me interceptó y me metió a la fuerza en este transporte particular.
Ahora, voy viajando junto a ellos.
Todos permanecemos en silencio; yo no me atrevo al colloquium. Estamos viajando por el sur de la ciudad y nuevamente llueve microcuerpos negros. Ya cruzamos el río por la terraza deslizante de Puente Alsina y ahora lo bordeamos del lado de provincia, por la colectora del circuito apertus "Gregorio Lamadrid".
Un homo, por fin, dice:
—Llegamos.
Detienen el transporte, destraban las puertas plásticas y me obligan a descender.
La tormenta parece encarnizada con nosotros.
Uno de los vir nobilis me conversa:
—Somos fraters de Manuel Lombardo. Él nos ha explicado sobre usted: "Y me mostró un río de agua de vida, clara como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero".
Los cinco vir nobilis fervientes me miran y detrás de la cortina de microcuerpos que cae incesante, veo sus ojos desorbitados y dementes.
Tengo miedo de que me tiren al Riachuelo.
Llovía microcuerpos negros como nunca sobre la Metrópolis Federal.
Me encontraba en el nivel 7 de la avenida Corrientes, entre Rodríguez Peña y Montevideo, y pensaba refugiarme del diffundo en el porche conditio del salón multiplayer "Quiero re truco" cuando un rana argutus vestido con traje de renio blando se acercó rápidamente por el circuito apertus de la plataforma. Me dijo:
—¿Puede decirme qué hora es?
Y la puta madre con este agnatus del demonio que retrasaba mi recalesco, pero sin emitir queja y apurándome para que no me agarrara otra vez el estado jacens, resignado perdía mi valioso tiempo comenzando a oprimir el pulsor del berilio, cuando nuevamente el persevero desconocido volvió a conversarme:
—¡Dios mío y Señor mío, te reconozco! ¿Qué haces aquí, debajo de las nubéculas sin salida de la tempestad y la nox?
—¿Perdón?
—Tú eres mi Señor, alabado seas.
—Disculpe, no entiendo a qué se refiere con tanta nugamenta, pero seguramente usted se equivoca. Adiós.
—¡Oh, mi nubígena, mi Dios quiere probarme, pero Manuel Lombardo está contento!
—¿Quién es ése?
—A su servicio, gran frater, y aleluya, ¡aleluya!, ¡aleluya!, porque mi Fe es dura como el diamante y yo no dudo de Ti, mi amado ditator, mi Mesías, Señor Salvador del mundo, Cristo vivo entre los muertos...
El hombre, intecutitus, se arrojó a la plataforma y hundió su cabeza sin casco en el agua oscura que ya había inundado toda la vereda inferior. Luego, se puso a besar mis caminantes ferromagnéticos.
—¡Levántese! —le grité con crudesco—. ¡¿Por qué hace eso?!
—Señor —me conversó desde el piso—, te ruego que me bautices con el agua bendita que corre por la orilla de tus pies.
Yo estaba muy confundido y como ya no sabía qué hacer con el dedecus de aquel feto infernal, le dije:
—No sé qué quiere; no puedo bautizarlo, mejor hágalo usted.
—Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes Tú a mí? Está bien, que se haga tu voluntad; soy tu humilde servidor, Jesús, Hijo de Dios, Luz que alumbra al universo...
Atemorizado por la jactatio de aquel hombre, escapé raudo, bajo el aguacero oscuro de microcuerpos, lanzándome al chupador que desemboca en Corrientes y Callao. De allí, rápidamente, me dirigí a Palermo, aferrándome al circuito viejo que, aunque es de alta frecuencia y te deja los oídos como testudos huecos, todavía es el más rápido.
II
Mi palabra identificatoria es Martín de Zárate, soy operador en la planta metropolitana de madera química; llevo una vida apacible: no me meto con nadie y generalmente nadie se mete conmigo. Tengo treinta y tres años y tres pasaron ya desde aquel incidente, que, por alguna razón, afectó demasiado a un multus de angstroms cerebrales de mi fronto-temporal (tuve que hacer un tratamiento fotoeléctrico durante un año para calmar mi ansiedad, que había ascendido al paroxismo de un estado ligado nivel 4). Por suerte, el trauma estaba superado y mis relaciones semánticas habían recobrado cierta cordura, pero ayer, lamentablemente, la historia volvió a embestir contra mí.
En la segunda edición del paquete de noticias "La novedad porteña" se publicó información acerca de una nueva secta que habría construido un ostentoso santuario en Lanús Oeste, a orillas del canal-manufacturas del Riachuelo, todo revestido con láminas comprimidas de aleaciones alcalinotérreas, con colores incentivados a la plata e incrustaciones auríferas conformando adornos ornamentales de estilo neokitsh. "Una extructio llamativa y espectacular", afirmaba el autor de la nota. Por otra parte, se especula que el culto sería profesado por un efluvio de cinco mil personas. Pero la centralidad del asunto informativo giraba en torno a un grave acontecimiento, pues, según se detallaba, el líder espiritual y portador de facundia del grupo, fue arrojado esta semana a las aguas del río por una patota crudelis que lo asaltó a pocas cuadras del templo. Luego, se informaba acerca de la palabra identificatoria de la víctima: "Manuel Lombardo". El corazón me mandó un insuflo que me hizo doler el pecho y el abdomen.
Algunos testigos del factus contaron que la víctima quiso predicar su Fe a los ladrones, invitándolos a que se dejen bautizar por él en las aguas del Riachuelo. El paquete de noticias transcribió la declaración de uno de los testigos:
"El homo tendría setenta años y estaba hablando con los cinco vir nobilis chorros que lo acababan de desvalijar junto a la barrera del paso a nivel del chupador. Yo estaba quietito, haciéndome el desentendido y sin tocar la bocina, medio escondido atrás de unas de las columnas de plástico que están al borde del Riachuelo. Escuché que el hombre les conversaba una oratio de Dios, pero los otros se burlaron de él, le pegaron, y escupiéndole, tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza, luego lo arrojaron al agua y escaparon en distintas direcciones. Me acuerdo que uno se lanzó al chupador semirápido que te lleva a Puente La Noria".
Luego, la persona informante contaba que aún no fue hallado el cuerpo miseranda conditio, pero que varios detectores de figuras de la Prefectura Nacional seguirían buscándolo en las próximas horas.
Lo que más me alarmó fue el pasaje de la nota que refería a las particularidades del culto:
"El homo Manuel Lombardo, líder y portador de facundia de la secta "Gotas de agua", ha establecido un extenso dogma basado en creencias sobre el clima, particularmente en la pluvia y demás derivados del evento pluvius, y ha predicado devotus durante los últimos tiempos la venida del Santísimo, a quien dijo conocer hace tres años en Buenos Aires, en el nivel 7 de la avenida Corrientes, entre Rodríguez Peña y Montevideo."
Aterrorizado, leí más adelante el reportaje a uno de los pietatis cultor de la secta:
"El frater Manuel nos aseguró en un sacra concio que hay un homo, encarnación de Dios vivo, que habita en la Metrópolis Federal y que permanece oculto en la configuración del nosotros, pero que llegará el día, o la noche, en que retorne vestido de gloria para bañar las cabezas sin casco de los fieles con el agua bendecida del cielo. Aún no puede hacerse el patefactio de su identidad, pero Manuel Lombardo le ha comunicado a algunos sacerdotes jerarquizados la verdad, para que estén preparados. Por mi parte, no conozco la palabra identificatoria del homo divino, pero, como le dije anteriormente, algunos de mis fraters sí la saben y auguran, persona informante, una nueva maravillosa que a través de usted quisiera comunicar a todos los mundos: el ocasus de Manuel, primer mártir de nuestra Iglesia, anuncia la pronta llegada del Salvador".
Estaba estremecido. No tenía ambiguitas: yo era el dios que estaban esperando. Y ya no se trataba de un insanus psicótico flotante en el sistema, no. Para mi querimonia, ahora era un ejército de fanáticos asimilados los que me buscaban obsesivamente.
Me había convertido en dios contra mi voluntad.
Tenía que alejarme cuanto antes de esa prole que me adoraba. Debía huir y exiliarme de la Metrópolis Federal y ocultarme, provisoriamente, en algún subter del Conurbano, hasta idear una alternativa más placentera que vivir en los barrios pobres. Tenía que mudarme, me repetía; pasar el resto de la vida encerrado y solo en una pocilga de granito era mucho mejor que caer en las manos de mis adoradores.
Angustiado pasé el resto del día y toda la noche sin dormir y me atormentaba una proceritas de pensamiento. Pero en un instante de tiempo busqué la calma y me dije que no había por qué padecer pavor ni substillo, puesto que era imposible que esos vir nobilis fervientes supieran dónde quedaba mi sector de retícula y, mucho más, el sitio específico de mi espacio viviente. Además, el único que me había visto, el homo Manuel Lombardo, progresaba en su ocasus. Por lo tanto, tomé una decisión audaz y desafiando mi querimonia para no caer nuevamente en la patología ansiosa de hace unos años, salí a la vía pública hoy muy temprano a la mañana para dar un pequeño paseo y lograr, de ese modo, calmarme definitivamente. Además, a esa hora la vía estaría casi desierta. Y yo, la verdad, no soportaba más mi cabeza sin casco: necesitaba atmósfera. Así pues, abrí el cerramiento térmico y la malla protectora de plástico, salí del espacio viviente y empecé a caminar lento sobre los circuitos peatonales.
III
Y fue una decisión equivocada: a escasa distancia de mi espacio viviente, no entiendo cómo, un grupo de aquellos vir nobilis me interceptó y me metió a la fuerza en este transporte particular.
Ahora, voy viajando junto a ellos.
Todos permanecemos en silencio; yo no me atrevo al colloquium. Estamos viajando por el sur de la ciudad y nuevamente llueve microcuerpos negros. Ya cruzamos el río por la terraza deslizante de Puente Alsina y ahora lo bordeamos del lado de provincia, por la colectora del circuito apertus "Gregorio Lamadrid".
Un homo, por fin, dice:
—Llegamos.
Detienen el transporte, destraban las puertas plásticas y me obligan a descender.
La tormenta parece encarnizada con nosotros.
Uno de los vir nobilis me conversa:
—Somos fraters de Manuel Lombardo. Él nos ha explicado sobre usted: "Y me mostró un río de agua de vida, clara como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero".
Los cinco vir nobilis fervientes me miran y detrás de la cortina de microcuerpos que cae incesante, veo sus ojos desorbitados y dementes.
Tengo miedo de que me tiren al Riachuelo.
2 comentarios:
Muy Interesante. Pero muy contradictorio a mis creecncias.
Sin embargo, respeto toda obra de arte excepcionalmente creada.
Chaox!
lòco
Publicar un comentario