domingo, mayo 16, 2010

Viaje al fin del Conurbano

"Corre mayo de 2110 (...) A lo lejos, me parece ver una cara dibujada sobre la tierra, al fondo de un valle artificial, formado por las paredes residuales que acumula la lluvia. Debo estar en el Partido de Esteban Echeverría y aquel deber ser un barrio busto, una localidad construida a semejanza de un prócer. Avanzo cien metros, haciendo equilibrio sobre las murallas de chatarra. Las suelas de las zapatillas se derriten poco a poco, no por acción del ácido, ya que mis calzados son de goma y resisten la corrosión, sino por la temperatura del metal. Tengo que apurarme. Bajo a los saltos, pisando techos y capós de camionetas y autos antiguos, Peugeot, Renault, Ford y Chevrolet de los años 2040, 2050, 2060. Ahora voy por una llanura de basura petrificada. Los residuos se cierran en pequeños montículos hasta que la erosión los parte al medio, quedando el piso salpicado por geodas de basura abiertas, donde brillan, como cuarzos y amatistas, latas oxidadas, vidrios de botellas, miembros descuartizados de muñecas, juguetes en general y, sobre todo, muchísimos papeles y cartones petrificados. Por curiosidad, me pongo a leer un libro abierto, pero sólo un fragmento, porque es imposible dar vuelta las páginas, así que no puedo saber de qué año es ni quién es el autor. Por lo poco que leo, se trata de una historia de amor entre dos niños, uno argentino y la otra boliviana, durante el siglo XX. Levanto la vista. Alrededor, cientos de libros, petrificados azarosamente, cuentan partes de sus historias. Entre ellos, camino, picoteando un poco de amor, un poco de guerra, una historia policial, una historia de aventuras. Este, me cuenta el final; ese, me cuenta el principio; aquel, no me cuenta nada, porque quedó abierto entre páginas en blanco, ¿o fue la lluvia que en vez de petrificarlo le borró la tinta? Pensarlo no tiene sentido, así que sigo adelante, hasta que por fin llego al Barrio Busto. En la entrada, un cartel me da la bienvenida. Debajo, yacen cuerpos, cuerpos, cuerpos. El fondo del paisaje me sopla nubes de humo negro y los muertos desaparecen de la escena igual que yo. No queda otra alternativa más que caminar sobre los cadáveres invisibles, pisar las piernas, espaldas y cabezas que imagino, llorar por ellos o por mí, pedir el sol o la luna, mientras tanteo con las manos la negrura, el aire espeso casi como el agua, que me obliga a dejar de caminar y a empezar a nadar, brazada tras brazada, en la atmósfera líquida que reina en el Conurbano Bonaerense, cuando yo, regenerándome, muero y resucito, muero y resucito, en el ultimo de los barrios y en el último de los años."


Viaje al fin del Conurbano (fragmento), CONABIP, 2010.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No me permite otra identidad que la anónima...solo quiero mandarte un beso, juan. qué bueno que ese cuento se dejó escribir...me gustaría leerlo completo. Te mando todas las teclas de las computadoras del mundo para que sigas escribiendo...Adios.