jueves, noviembre 05, 2009

La lluvia de ácido sulfúrico

"Le hice caso. Los demás, que ya se habían puesto a cubierto, tampoco volvieron a salir. La arena estaba colmada por los personajes del circo y por los objetos que habían podido recuperarse. Los que habíamos quedado adelante, debajo del alero de la puerta principal, fuimos viendo cómo las primeras gotas se convirtieron en lluvia, cada vez más fuerte. Pronto, descargas eléctricas empezaron a cruzar el cielo, de norte a sur y de sur a norte. Sobre la Riccheri y los bosques de Ezeiza, otros relámpagos alumbraban el fondo de la tormenta, encima de nubes saturadas de dióxido de azufre. Por momentos, parecía que entre los chaparrones brillaban rayos de sol, formando arco iris petroquímicos. Pero la lluvia no mermaba; al contrario, el cielo estaba tan cargado de gases escapados de los depósitos sin mantenimiento, de los tanques abandonados por las empresas, de las fugas del cementerio de fábricas, que a los líquidos se sumaron las piedras. ¡Plum! ¡plum! ¡plum!, una a una sonaban las chapas de los barrios por el granizo de cristales y vitriolos azules, hechos de sulfatos cúpricos. En todas partes, se oían gritos y llantos de los vecinos que todavía poblaban las localidades del primer cordón industrial. Los personajes del circo, aterrados por el viento que movía la carpa, se tiraban cuerpo a tierra en la arena del espectáculo, encomendándose a Dios y toda clase de Santos, para que el polietileno del techo resistiera y nos protegiera del ácido sulfúrico, tal como nos había dicho Mano. Yo pensé en mi familia y me puse a llorar. Quizás, me tranquilizaba, mi padre se había dado cuenta a tiempo de la naturaleza del fenómeno y había cubierto con bolsas de consorcio a mis hermanas y a mi madre.Los truenos no me dejaban pensar demasiado. Las alturas, manchadas de aureolas de aceite, se quebraban en arranques de furia, al bombear los cilindros de un antiguo motor bonaerense. Ahora, corrompido por el desuso, explotaba hongos químicos sobre La Matanza, rompiendo bielas, pistones y cojinetes, desatándose de correas y engranajes para finalmente derrumbarse y caer, en bloques de hierro y fundición, sobre nuestras casas, nuestras escuelas, nuestras iglesias y nuestros clubes."


Las estrellas federales (fragmento), 2010.

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