Abre el cuero y mete la mano en el interior pegajoso y caliente,
corre las vísceras, corre el hígado, los pulmones en busca del
músculo repetitivo que hasta hacía un rato titilaba el cursor
pero que ahora se ha tildado en su propia memoria virtual;
uno, dos, tres, cuatro, masajes cardíacos lo reviven,
boca a boca le abren los ojos y él se levanta pese a la arritmia, vive,
muere, vive, muere, como un pájaro bobo que canta siempre lo mismo,
tanto a la mañana como a la tarde como a la noche, como.
¿Escuchás? Llueve. Truena. Relampaguea. La bombita explota
en mil vidriecitos y los vidrios en vez de caer parece que flotan,
caen un rato y después ascienden de nuevo, cristales en el living,
incluso en la cocina y el baño, erosionan el techo y las cosas quedan a
la intemperie, bajo las estrellas y la luna llena, el piso de madera,
la mesa de caño, la silla de madera, un dedo de carne, otro dedo de carne
y hueso, las teclas de plástico, los ojos de no sé qué y la saliva en la boca.
domingo, mayo 10, 2009
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2 comentarios:
Me da así, una cosa tibia y maravillosa que reconozco por haber pasado alguna vez por un lugar (mental? físico? irracional? inducido, sobretodo?) así.
Así de noche, obvio.
Beso, M.
gracias Morgana!
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