Hay señales queriendo entrar por las ventanas de las casas,
las puertas de las casas, cualquier agujero de las casas
donde tejer en sus vacíos mensajes increíbles de las bocas
del espectáculo,
gramáticas devoradoras de la percepción que ondulan voces emitidas ya no se sabe bien por quiénes;
hay señales corriendo por los nervios ciáticos de la columna
social de hombres vivos o ectoplasmas
—pues incluso los fantasmas han sido alcanzados por las
ondas dominantes—
que producen fantasías con altos niveles de efectividad en
las conductas;
y crujen, crujen las señales incluso en las oscuras piernas
tatuadas apoyadas en las mías,
señales de radio y de tv en nuestros sexos,
señales vomitadas por una ballena más que blanca;
captadas por esas mismas almas que renacen en la primavera para
perfumar con su olor a tumba los boliches,
resentidos por la invasión del mosquerío,
van y vienen doloridos, tocan la bocina en la avenida, tocan
la puerta de su jefe, tocan sus bombos de teflón si las señales
transmiten el mandato;
pequeños caníbales golpeando con los huesos de sus casas
propias o alquiladas
una aparente superioridad sobre el resto de las verdades
programadas;
hay señales eléctricas que, así como mueven zombies, mueven
árboles;
estos no habían muerto, sólo se mantuvieron quietos durante
un tiempo,
agazapados en nuestras veredas esperando la oportunidad
como ahora que sus troncos acorazados han sigo inyectados
por la droga de los poderes
y sin más rompen baldosas sus raíces enterradas hace un
siglo en las napas de sangre de las guerras fratricidas,
árboles antiguos, conservadores, respetuosos de sus mitos,
creencias y banderas,
viajaron lentamente a una velocidad peligrosa hasta nuestros
hogares con familias tipo,
abrieron terribles sus copas como antenas de cuchillos,
recibieron las señales y las retransmitieron,
penetraron ojos de cerradura con flores que, afuera, dan
alergias a los neuróticos; adentro, dan brotes a los psicóticos;
hoy sus ramas estiran hasta el último ambiente brazos
vegetales que han derribado muchos muebles y empalado muchos culos;
hay señales que todo vuelven planta,
todo el pueblo vuelve estado vegetativo en sus frecuencias
tentadoras,
repetidamente buscan tierra y buscan sol,
buscan agua día y noche para saciar su sed interminable de
lenguas quemadas en alcohol y sales finas,
y los que no se entregan, desean quemarlo todo con sus espíritus
rebeldes, pero el fuego les ha sido negado desde sus infancias educadas en
historias convenientes;
yo no sé si entregarme o prenderlo fuego todo con el fuego
que no tengo;
hay señales que no puedo interpretar y sin embargo me
dominan;
que sea lo que Dios quiera;
me quedo en la cama aplicándome inyecciones de
corticoides y diclofenac,
dando vueltas en la calesita rectangular con las sortijas
caídas en el sueño,
montado a caballito o metido en un autito,
ya no quedan posiciones para el dolor de la columna;
hay señales en el piso, en las paredes y en el techo,
y de tanto mirar el techo la lamparita se ha quemado,
así que he descubierto que todavía le queda algún poder a mi
personalidad;
cierro los ojos e intento concentrarme en la liberación,
pero no pasa nada ni nadie,
bien o mal sigo aplastado contra el féretro de goma espuma y
avanzo temas en el reproductor;
hay energías que me llevan a la muerte,
igual que a todos me trasladan en sus vagones invisibles por
las vías que no se tocan ni siquiera en el infinito,
vías siempre paralelas para un viaje que nunca llega,
la muerte no llega porque las señales abren más paréntesis
(explicaciones, didácticas, calificaciones, atributos)
y entonces parece más tarde de lo que es;
hoy, como ayer, el día no concuerda con el reloj,
como tampoco concuerdo yo con lo que pienso.
Hay música, sin embargo, filtrada en las señales.
¿Hay un médico a bordo?
Un hombre está a punto de parir,
sí, un hombre.
Los pájaros han encendido fuegos sobre las puntas de los
postes y en la calle brilla la espera;
mi memoria se renueva dentro mientras caen pedazos de
paredes,
lecciones de la escuela primaria y citas bíblicas de la
catequesis parroquial,
éstas últimas de mis personajes favoritos cuyos nombres empezaban
con la jota igual que el mío, Juan: Jonás y Job.
Hay señales musicales que no sé si son propias o ajenas
pero en definitiva qué se puede hacer salvo escuchar
canciones,
si en la cama un pararrayos –mi cuerpo- toma de la noche
la luz de las estrellas, la luz de
Dios o la luz de las ideas,
ya no importa qué utopía ha sido consumida en señales y
comunicaciones
cuando es el dolor la antena que recibe las noticias.
1 comentario:
que la antena, que las señales que toma, que la entrada por el dolor...
mejor los árboles frondosos del comienzo, deste texto que estalla la poesía y la narrativa en un género nuevo, transfundiendo en forma de sabia, a tus lectores, la sabiduría de tu literatura.
Publicar un comentario