Fui con Marina Kogan a la presentación del libro
La escuela del dolor humano de Sechuán del escritor mexicano Mario Bellatin. No tenía muchas ganas de ir porque estuve todo el día padeciendo una conjuntivitis maldita en mi ojo derecho, pero al final fui. Me tomé el 166 en J.B.Justo y me bajé en Libertador. Crucé, cayendo la noche, los bosques de Palermo –linda caminata- hasta llegar al Malba. Me senté afuera. Adentro ya podía verse parte de la fauna letrada pastando en las baldosas del hall. Cuando llegó Marina, entramos. Después de algunos saludos, tomamos posición, en el fondo. Primero cantaron dos personas no videntes. Luego, presentaron a Bellatin, en este orden: Ariel Schettini, Alan Pauls y Jorge Panesi. Todos estuvieron muy bien; Pauls, un poco menos académico, fue, quizás, más agradable de escuchar, aunque Panesi y Schettini presentaron ideas interesantes. Luego, Bellatin, leyó un "agradecimiento" genial, muy gracioso.
Una vez terminado el evento, salimos al hall. Primero me crucé con Cucurto. Hablamos de una futura reunión de la
remisería. Mientras tanto, por todos lados se armaban y desarmaban grupitos de, como diría Elsa Kalish, chicas de letras. Deambulaban por ahí Panesi, Link, Freire, Pauls, Fogwill, Speranza, Cohen, Bejerman, Schettini, Manzoni, Ríos, Pavón, Coelho, etc., etc.
Estábamos charlando y de pronto se sumó Gabriela Bejerman, con vestimenta colorida y sacando fotos para su fotolog. Surgió como tema
La joven guardia, la antología de jóvenes escritores que acaba de sacar Norma. Bejerman le dijo a Cucurto que por qué había publicado en el interpretador el cuento que salió en el libro, que se podía comer un juicio. Cucurto le respondió que nos lo había dado primero a nosotros, que me había prometido a mí un texto, y que cuando eso pasó, aún no había firmado el contrato con la editorial. Es cierto: el interpretador lo publicó antes. Cucurto le dijo: "Basta con eso de que los editores se apoderen de las obras de los autores". Después dijo que el original era el que estaba en internet, que en la antología le habían pegado dos textos diferentes sin su consentimiento. Un poco más de diálogo y ese grupito se disolvió.
Después me lo crucé a Rojas, un pibe que trabajó un tiempo en Cuenco. Me contó que conocía a Bellatin, que por qué no le hacíamos una entrevista. Me dijo que él había leído todo de Bellatin. Me interesó y le contesté que quería publicar el
Agradecimiento que acababa de leer. Justo pasó Bellatin. Diego lo paró y nos presentó. Le dije que quería publicar su agradecimiento y hacerle una entrevista. Aceptó y me dio su mail.
Salimos todos a la parte de afuera, a la explanada. Los grupos de charla continuaban sus actividades. Con Marina bajamos las escaleras hasta la vereda, donde estaban los pibes de la cartonera vendiendo libros y remeras de Bellatin. Marina, compró un libro y una remera, creo que fue la única clienta que tuvieron allí. Empezaron a sacarse fotos. "Vengan", nos invitaron. Desde arriba, Fogwill y Link gritaban, jodiendo: "¡vayan a laburar!"
Las fotos seguían. Los de arriba, que estaban en la explanada, empezaron a bajar y quisieron sumarse a las fotos. Después, Marina, le pidió a Bellatin que le firmara el libro, cosa que hizo, y empezaron a sacarse fotos juntos. Cada vez que la cámara disparaba, Link, desde el costadito, se metía en la foto haciendo piruetas circenses.
La gente se empezaba a ir. Fogwill y Link se metieron en un taxi. Antes, Marina lo encaró a Fogwill y le dijo algo así:
-Hola, soy Marina de el interpretador. Elsa Kalish te manda saludos.
-Decile a esa puta que me escriba que no tengo tema para la paja. Cómo me dijiste que te llamabas vos?
-Marina Kogan, soy otra judía.
-Ah, abundan, aunque muchas son falsas, como Kalish.
El taxista arrancó y se fueron.
Marina me dice que Schettini nos invitaba a cenar. La verdad mucho no quería, me sentía un poco incómodo, además no tenía un peso. Me insistió y al final acepté.
Nos tomamos un taxi hasta un restaurant árabe, en Palermo. Entramos. En la mesa estaban sentados Fogwill, Bellatin, Link, Freire, Schettini, D. Ríos, O. Cohelo, C. Pavón, Malena, una chica muy linda, y dos o tres personas más de las que no me acuerdo el nombre.
Nos sentamos. Me sentía perdido. La comida no me gustaba nada, demasiado exótica para mí, más acostumbrado a los platos criollos o italianos que se sirven en mi casa de Villa Celina. En un momento, conversé con Link y le recordé una pelea que tuvimos. Cómo fue, me preguntó. Le dije que en un teórico de Siglo XX, él me había dicho buzito azul y yo le contesté "pelito ondulado". Se acordó y me pidió disculpas, amablemente. Está todo bien, le dije, es una anécdota graciosa. Cuando supo que era de el interpretador, me dijo que la revista le gustaba más al principio, que le parecía más combativa, que ahora ya no le gustaba tanto, que nosotros teníamos que ser más combativos porque éramos gente que no tenía nada que perder. Algo así. Fogwil nos escucha que hablamos de el interpretador y pregunta. Yo le respondo "el interpretador, esa revista de mierda." Me dice sí, es una mierda, salvo Elsa Kalish. Es verdad, le digo. Seguimos un rato tirándole mierda a el interpretador. Él no sabía que yo era de ahí. Es una reverenda mierda, le repito. Sí, coincide conmigo. Ja. Después de un buen rato de anécdotas que van y vienen, de sacadas de cuero y esas cosas, Fogwill pregunta, refiriéndose a mí:
-Quién es ese chico que está sentado al lado de Ariel?
-Cómo? -Le dicen.
Fogwill insiste:
-Quién es ese chico que está sentado al lado de Schetini.
Link le contesta:
-Juan de el interpretador.
-Diego Incardona? -Pregunta Fogwill.
-Sí, respondo yo.
-Uuhhh - Se agarra la cabeza Fogwill-, con todo lo que dije de el interpretador.
-Esa revista de mierda - le digo.
Fogwill, mostrándose algo incómodo, me dice, en tono chistoso:
-Y por qué no te vas de esa revista de mierda?
La mesa estaba en silencio. No volaba ni una mosca. Yo estaba decidido a a seguir hasta el final. Si era necesario me iba a agarrar a piñas, lo que sea. Le digo:
-Porque lo mejor que yo puedo hacer es una revista de mierda.
El silencio se puso más tenso.
Agregué:
-Vos publicaste en esa revistita.
- Sí, les di una novela, no? -Haciéndose el desentendido-
Un tercero agrega: "Urbana".
El diálogo quedó ahí. Con Fogwill no nos dimos más bola, hasta la despedida, donde estuvo todo bien.
Link empezó a leer la borra de café de los comenzales. En un momento, con Marina, le pasamos la taza de su novio, S. Freire, y lo engañamos diciéndole que era de Marina.
Link empezó a pronosticarle todo tipo de desgracias: un incendio, una enfermedad. Viral, agregó. Bueno, dijimos algunos, hay muchas gripes por ahí. Mmm, también puede ser HIV, dijo Link. Con Marina le dijimos que la taza, en realidad, era de Freire.
-Me tendieron una trampa -protestó Link.
Fogwill contó unas historias muy divertidas acerca del origen de la palabra patovica y la palabra chongo. No me acuerdo bien, creo que los patovicas eran, en un principio, hombres que chupaban la pija y que los chongos no daban besos con lengua.
Una vez terminada la cena, empezaron las despedidas. Cuando Fogwill llegó a Marina y a mí, nos saludó amablemente.
-Incardona, esa revista...
-También te publicamos La larga risa de todos estos años - le contesté.
-Sí -me dijo- en versión bilingue. Buena traducción al francés.
Después le dije que Kalish me había contado que él administraba o algo así la obra del recientemente fallecido Mario Levrero, escritor uruguayo. Le pedí que nos mandara un cuento.
-Es material inédito. Les mando un cuento.
Nos despedimos cordialmente.
En la vereda hubo más saludos y sanatas circenses hasta que el grupo se disolvió. Antes le recordé a Bellatin el texto que me prometió.
-Como no -y me repitió su dirección de mail.
Acompañé a Marina hasta la casa.
Después me fui a la parada del 92 que, por suerte, llegó bastante rápido. Viajé con gente que, en su mayoría, no debe tener la más puta idea de quién es Fogwill, quién Link, quién Bellatin.
*"Versiones de conversaciones puede haber tantas como participantes. Véase, en ese sentido, la mejor novela de Juan José Saer,
Glosa." (vía
Linkillo).