No sé bien si en esta metáfora es "Marina" o "Ejército",
pronto circulo por admisiones y administraciones,
lugares kafkianos colmados de secretarios y oficinistas
donde lleno formularios y me autorizan repetidas veces
hasta que llego a mi destino, un triste panorama
en la habitación 27 de julio. Mi cama: un colchón
sin sábanas ni almohada que me ha sido "prestado"
de los pabellones psiquiátricos o psicomotrices.
Mi compañero tiene una hernia gigante,
su camiseta está manchada y el pijama abierto
deja ver sus partes de tamaño sobrenatural;
yo quiero mirarlo a los ojos pero enseguida veo el techo o el piso,
él habla hasta por los codos, tiene ochenta y cuatro,
su cabeza ha sido llenada de chistes de café por la sociedad,
prejuicios raciales y valoraciones políticas traídas de los pelos,
dice que era arquitecto aunque sólo por gusto;
él estudió más de diez carreras y me explica
las mejores profesiones del ser humano.
Otro, al lado, tiene risa cadavérica pegada a la cara,
quizás la alegría de alguna anécdota que lo marcó
o sólo un tic involuntario de muerto en vida.
Este viejo se cae de la cama por una pesadilla o por querer
alcanzar el papagayo que está arriba del banquito.
Su caída es una explosión sumamente ruidosa,
lo cual es un acontecimiento muy extraño,
teniendo en cuenta que, a la vista, es piel y hueso;
se lastima la cabeza y empieza a sangrar, empieza a gritar
tirado boca abajo contra la cerámica ¡por Dios! ¡por Dios!
Es una escena dantesca que petrificaría a todos los presentes
si no fuera por Virgilio que da aviso, en la portería, ante la ley:
los enfermeros, los de seguridad y el caudillo,
un patovica gangoso que devuelve al viejo a su cama
y le hace curaciones mientras me mira de reojo y da la orden:
¡dormir! ¡pero nunca! ¡nunca soñar! ¡nunca soñar!
¡Inacardone, Inacardone! ¡Al quirófano!
¿A todos los desnudan cómo a mí?
Me envuelven en una bolsa de nylon;
en una bolsa negra de consorcio que no alcanza hasta los pies
–a los pies los meten en bolsas de carrefour–
y después a las corridas me llevan por largos corredores,
coleando en las curvas me hacen rebotar contra las puertas
mientras la gente me ve, los vecinos me ven
de arriba a abajo. En el quirófano,
un lugar parecido a una sala de ensayomusical,
el cirujano y una decena de chicas con onda universitaria,
conectan los instrumentos y amplificadores,
prueban sonido y asisten en círculo a mi desnudez,
me revisan, me inspeccionan, me tocan un poco aquí,
un poco allá, me afeitan los muslos y
me inyectan líquidos por todos lados.
Afuera suena
a mí lo único que me importa es la vergüenza;
en otra época hubiese querido levantarme
a cada una de estas doctorcitas,
hoy la ansiedad me acelera tanto
el ritmo cardíaco que me cierra la boca
así que me trago una por una
las muletillas de vendedor ambulante
junto a la vida que también me trago,
o me traga, por la sedación que una mina
pregunta si da sueño. ¡Obviamente!
Yo digo sueño y risa.
Ja, ríen los universitarios del Purgatorio,
felices por el objetivo cumplido (yo),
y comentan que a cada uno le pega distinto.
A mí lo que me pegan es una buena piña y ahora sí,
amigos, estoy viajando de nuevo en el Sarmiento,
mi cara es plastilina de la velocidad,
las casas y los árboles se borran por el vértigo,
los pibes aspiran pegamento en los baldíos rojos
del fondo del sol clavado de las uñas
hasta que el viaje se interrumpe
por la voz imperativa del Doctor
que le dice a alguien ¡ya está! ¡llevalo!
(Doctor: me sacaste la vida,
al menos dame un poema,
coseme una cicatriz concreta
cuyos puntos formen las letras
del discurso y la canción mil veces
sobre el ancla de bronce apoyada
y en el parlante volarán los pájaros
que han perdido el nido en el invierno,
porque mi amor es como un cuervo
con un ala rota en mi ventana
que, sin embargo, se arroja
a sí mismo por el aire)
6 comentarios:
me encanta Juan!
qué bueno Juan, me encanta que no tenga una sola rima
el vicio de querer contar y el don de la atrapancia
Me encantó, mas que nada la parte final. Muy crudo y, por ende, vivo
Juan. Solo lei un poco y me encuentro en otra situacion. sin embargo me encuentro escribiendote un comentario porque me acorde del cuento de las figuritas que una vez me lo contaron mucho tiempo atras en un centro cultural. Mucho tiempo despues encontre el libro en proa, una vez que fui a hacer otra cosa y me encanta ese cuento.
y ahora ademas perdi el libro porque lo preste regale, la queria mucho a esa persona que no me acuerdo quien es y disfruta de ese cuento.
que tengas suerte.
jeje qu erisa con eso de que los pibes aspiran pegamento jeje... eso pasa mucho aqui.
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