lunes, diciembre 07, 2009

Color humano*

Tengo casi todos los discos de las que ahora, debido al recital en Vélez, llaman las Bandas Eternas, Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade, Los Socios del Desierto, como así también del resto de los grupos de rock nacional de los 70 y 80, sin embargo, no tengo elaboradas ideas o teorías acerca de las composiciones, las estéticas y las letras. Mi relación con el rock argentino es puramente vivencial e iniciática: son las canciones que toqué en la guitarra, tirado con amigos en cualquier esquina de Villa Celina; las canciones que cantamos, como si fuéramos una hinchada de fútbol, en los trenes o en los campamentos que hicimos en Santa Fé, Córdoba o Tandil con los chicos de La Matanza, quienes, en la mayoría de los casos, salían por primera vez de Buenos Aires; son las canciones que entonamos como marchas cuando nos fuimos del suburbio y los discos de Manal, hacia la naturaleza de nuestros veinte años, a dedo, en dirección al sur.

A los treinta, escribí una novela titulada Ampere, que nunca me decidí a publicar. El primer día, antes de empezar, puse música a todo volumen, una práctica que después se me volvió costumbre, o anhelo tal vez, de que las páginas se volvieran pentagramas. Una, diez, cien hojas escritas con una sola pista en modo repetición, durante meses. Era para volver loco a cualquiera. Por las noches, salía a vender artesanías por los bares de Palermo y entonces me costaba hablar, incluso frasear las muletillas de vendedor ambulante, porque no podía hacer otra cosa más que repetir el tema que me había impuesto. Muchos años antes, Edelmiro Molinari lo había tomado para nombrar su nueva banda, después de la disolución de Almendra. Yo, separado por distancias más físicas que espirituales, al volver a casa no podía parar. Me sentaba de nuevo a escribir Ampere, o finalmente me iba acostar, con insomnio y la voz del flaco en la cabeza, para dar vueltas y vueltas en la cama, sublimar, despertar, morder las almohadas besando / mares / de algodón / sin mareas…


*publicado en suplemento Ni a palos, Miradas al sur.

7 comentarios:

Julia dijo...

Qué temazo, dios.

Anónimo dijo...

Para mí no son "las bandas eternas" por Vélez.
Simplemente lo son porque, con 40 años encima, una las escucha ahora, y te rompen la cabeza igual!!!
tienen fuerza propia, vida.
No sé.
(y eso que yo no las viví)

Anónimo dijo...

Qué lindo texto, Juan, as usual.

morgana dijo...

Qué lindo volver a mis refugios y encontrarlos crecidos y floridos.
Lindo, lindo.

Satamarina dijo...

querido, espero que ya haya visto ENTEL, sino acá lo insto a hacerlo. Besos

http://entel-lapelicula.blogspot.com/

Unknown dijo...

Saludos Juan!

roberta dijo...

Un dato anecdótico: hace unas semanas tocó Molinari en Bernal, yo soy del sur, sólo él con músicos invitados. Molinari estuvo bien, pero los demás no podían ni seguirlo, parecía que no hubieran practicado los temas ni una vez. Entre los invitados, el Chizo, que fue el peor de todos. Trataban de tocar como si el de Molinari fuera un rock ´n roll del más común. Fue muy vergonzoso, bastante patético, la gente se iba. Me sentí mal.